Una vez en comisaría averiguaron a qué se dedicaba la víctima, era pintora. Ryan y Espósito habían ido a hablar con la compañera de piso de Alison. Castle y yo seguíamos mirando la pizarra, esperando que una bombilla se iluminase en nuestro interior y nos diese alguna idea de por qué alguien trasladaría el cadáver dos días después de haberla matado, cuando el teléfono sonó.

-¿Beckett?

-Ey, soy Espósito. La compañera de piso de la víctima dice que no la echó en falta porque hace tres días Alison se fue con su novio a una escapada romántica.

-¿Os ha dicho quién es su novio?

-Sí y nos ha dado su número de móvil, pero no contesta. Hemos venido a su casa, pero parece ser que no hay nadie.

-Dime el nombre y la dirección del novio, pediré una orden de registro. – Una vez anotados los datos en la libreta, me despido de Espósito y le digo que se vayan a casa. Total, hasta que el juez no nos de permiso para registrar la casa, no tenemos más hilos para seguir.

Castle me mira, esperando que le cuente lo que me ha dicho Espósito.

-Parece ser que Alison y su novio iban a hacer una escapada romántica hace tres días – le digo, mientras lo anoto en la pizarra – No hay ni rastro del novio, lo que lo convierte en nuestro principal sospechoso.

-Nunca me ha gustado la teoría del novio – Pongo los ojos en blanco y ambos reímos. - Bueno… entonces…. ¿vamos a tomarnos esas copas?

Nos decidimos por un bar de la cuarta avenida. No hay mucha gente, pero tampoco está vacío, así que elijo una mesa apartada, al fondo. La camarera, una chica joven y guapa, morena y de unos ojos azules que te obligan a fijarte en ella, nos ve sentarnos y se acerca para ver qué vamos a tomar. Yo pido una cerveza y Castle un vaso de whisky. La camarera le hace ojitos a Castle y se sonroja al confesar que ha leído todas sus novelas. Castle se lo agradece. Y de nuevo tengo esa sensación, me he vuelto a poner celosa, como si Castle me perteneciese, como si solo yo tendría derecho a agasajarlo.

Hablamos un poco sobre Mark Hamill y Harrison Ford, ya que Castle había visto la saga de Star Wars recientemente, otra vez. Coincidimos respecto al gusto de la película, así que Castle me invita a verla juntos algún día. La camarera se acerca con nuestras bebidas y vuelve a sonreír a Castle, él le devuelve la sonrisa y yo pongo los ojos en blanco para mis adentros.

-Bueno… ¿Qué era eso sobre lo que querías hablar? Me tienes intrigado – Apoyó la cabeza sobre su mano ahuecada. Mierda, había llegado el momento. El corazón se me aceleró. Respira Kate, me digo para mis adentros, estás haciendo lo correcto.

-Verás… no me resulta fácil contarte esto, pero tengo que hacerlo, porque mereces saberlo. – Me miró, más intrigado todavía. Bajé la mirada, intentando encontrar las palabras adecuadas. Él me cogió la mano, en un intento por tranquilizarme. Hasta que me armo de valor. – Te he estado mintiendo. Todo este tiempo, desde el tiroteo. Escuché lo que me dijiste – Ya está hecho. No hay vuelta atrás.

No da crédito a lo que está escuchando. Me suelta la mano. No puedo descifrar su cara, es una mezcla de rabia, dolor…. Es obvio que no le ha sentado bien. Me arrepiento ahora, más que nunca, de no haberle dicho la verdad desde un principio. Me mira a los ojos. Dios, Castle, por favor, habla, di algo.

-Lo siento – Es lo único que soy capaz de decirle.

-¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me has mentido?

-Cuando desperté en el hospital, toda aquella situación me sobrepasó, era superior a mí. Y… creí que era lo mejor por el momento.

-Te equivocaste. No era lo mejor – Su voz es fría y tajante.

-Lo sé – No aparto la vista de sus ojos. Necesito ser sincera y necesito mirarle a la cara – Pero necesitaba… aclarar mis sentimientos. Saber si sentía lo mismo.

Al escucharme, su mirada cambió de expresión. Pasó del enfado a la esperanza, creo que era esperanza.

-Y… ¿lo hiciste? ¿Has… aclarado tus sentimientos?

-Sí – Su actitud me hace cambiar a mí también de actitud. Sonrío ante la posibilidad de que pueda ocurrir algo ante nosotros. Él no dice nada, espera una respuesta más específica por mi parte. – He necesitado tiempo para asumir todo esto, pero creo que por fin soy capaz de afrontar que – hice una pequeña pausa, me quería tomar aquello con calma - yo también siento algo por ti – sus ojos se iluminan – que te veo como algo más que un compañero y un amigo.

Ambos nos quedamos callados unos segundos. Así que decido poner las cartas sobre la mesa.

-¿Tú… todavía sigues sintiendo eso por mí? – Mi pregunta le descoloca.

-Sí. Sí, claro… yo…. En fin, lo que te dije, es cierto.

-Bien - ¿Bien? ¿Es lo único que tengo que decir? Me siento estúpida y me sonrojo de nuevo, así que cojo mi cerveza y le doy un gran trago. Él me está mirando, intento evitar su mirada para evitar sonrojarme nuevamente, pero él me coge la mano que tengo libre, obligándome a fijar la mirada en sus ojos.

-Entonces… esto significa, que… ¿podríamos tener algo? - No me puedo creer que me esté preguntando eso. Dios sí, claro que sí, claro que quiero tener algo contigo.

-Sí – Me limito a responder un 'sí'…

-¿Te sientes preparada para ello?

-Sí. Creo que, por fin, puedo afrontarlo. Me ha llevado mucho tiempo y, de verdad, siento haberte ocultado la verdad, pero… no podía afrontarlo. No era capaz de afrontarlo, no con todo lo del tiroteo de por medio. Pero ahora, gracias a la terapia creo que por fin…

-¿Has estado haciendo terapia? – Me corta él, sorprendido. – No sabía nada de eso.

-Sí. Bueno… no quería que sirviese de excusa.

Se produjo un silencio entre ambos, intentando asumir todo aquello.

-Bueno, iremos despacio si es lo que necesitas. –No pude evitar reírme.

-No necesito que vayamos despacio, es solo que… necesitaba estar segura de dar este paso. Pero ya lo estoy, no quiero que vayamos despacio.

-Wow

-¿Qué? – Me divertía su actitud y la expresión de su cara.

-Nada, solo que me sorprende que quieras ir rápido.

-¿Qué pasa Rick? A lo mejor eres tú el que no está preparado.

Era genial poder bromear con Rick sobre esto, poder hablar con él sin ningún tapujo. Conociendo los verdaderos sentimientos de ambos. Me había quitado un gran peso de encima, me siento libre y con una gran carga de adrenalina en mi cuerpo deseando liberar. Unos minutos más tarde, decidimos abandonar el local. Mientras Castle pagaba la cuenta un cosquilleo se apoderó de mí y, sin saber qué iba a suceder a continuación, a dónde íbamos a ir, abandonamos aquel bar de la cuarta avenida.