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Capítulo II, Final.

El sonido del motor apagarse despertó de su ensueño a la pelinegra que llevaba en el asiento de copiloto, la urgencia por llegar a su departamento lo había mantenido duro todo el camino, era fácil predecir a las personas, pero aquella mujer parecía sacada de otro rollo, en el camino no se había dedicado a coquetearle, pero si mandaba señales totalmente desconcertantes de deseo. Sus ojos brillaban de forma inminente, estaba más que seguro de que ella moría por arrojarse a sus brazos. No había otra explicación. Entonces recordó su nariz y ojos… Oh, oh.

¿De qué forma podría desprenderse de ellos sin que fuera tan notorio para ella? Se recostó en el asiento para poder admirar a Kagome. Ella volteó a verlo con una pequeña sonrisa coqueta, aunque en cierto modo también era infantil. Sus ojos eran grandes y expresivos. Los rasgos de su rostro eran comunes, pero sus labios eran devastadores, sí, eran sabrosos. La vio desabrocharse el cinturón de seguridad, y mientras conectaba su mirada café con los de él. De cierta forma le remordía que estuviera viendo sus ojos falsos. Entonces se dio cuenta de que la morocha estudiaba de forma delicada sus pupilas. ¿Lo habría descubierto?

—Kagome…

—No digas nada, puedes arruinar la noche ahora mismo, como en las películas— cortó mientras tapaba con el dedo índice sus labios.

Salió del coche con tanta naturalidad que Inuyasha se extrañó bastante. No parecía estar nerviosa ni mucho menos, estaba tomándolo todo de muy buena forma y eso lo ponía a él en una posición que si bien podría describirse era nervioso. Caminó detrás de ella, pensando por el momento, ¿A dónde se había esfumado esa torrente pasión que hace unos momentos había sentido? Vio la piel blanca de ella, brillar bajo la luna. Era como estar frente a una visión sobrenatural, Kagome giró su cara y se detuvo. Ella volteó su cuerpo entero y camino hacia él con tranquilidad.

—¿Estás pensándotelo?

—¡¿Qué?!

—¡No grites!— exclamó la mujer con una pequeña sonrisa, mientras levantaba la voz —. Solo quería asegurarme de que no te hubieras arrepentido.

Los brazos femeninos se cruzaron por el cuello de Inuyasha, sintió el cuerpo menudo, caliente y además blando contra su cuerpo, el hombre resistió por un momento el deseo de cerrar los ojos, mientras bajaba su mirada hacia Kagome. Le estorbaba de cierta manera su enorme "nariz" para poder apreciar como quería el rostro delicado. Percibió un delicado olor a sándalo que estaba empezando a ponerlo muy duro; era un aroma tan natural que sentía su interior exigirle poseer a esa mujer. Sintió los suaves dedos femeninos entremezclarse con su cabello, estaba sujetándolo de manera muy sensual, mientras ella se levantaba un poco con las piernas y rozaba sus labios.

Solo sé tú misma Kagome— pensó mientras cerraba los ojos.

Inuyasha movió sus labios primero con tranquilidad sobre los de Kagome. Con su lengua se abrió paso a la boca femenina, mientras recibía pequeñas mordidas y jalones de su amante. Lamió despacio la abertura de su boca, buscando hinchar sus labios. Las manos de Kagome apresaron más su cabello para pegarse a él y sonrió egocéntrico. Los besos que eran a presión empezaron a volverse más osados, la lengua de Kagome ya jugaba de forma coqueta con la suya y eso estaba alentando a su cuerpo a reaccionar de forma acelerada, el cuerpo de Kagome era tan moldeable que estaba resistiéndose totalmente a la tentación.

Él quiso cargarla mientras se inclinaba contra ella, pero Kagome lo empujó de manera juguetona mientras sonreía de forma sugerente. Inuyasha embriagado por la acción tan inesperada apretó uno de sus puños. Su miembro no duraría mucho más dentro de su pantalón si las cosas seguían así.

—No me gusta la forma tradicional— susurró mientras le daba la espalda.

Inuyasha se le quedó viendo con la boca semiabierta. ¿Cómo mierdas iba a interpretar esa oración? ¿Es que a ella le gustaba tener sexo de una forma distinta? ¿Se refería a sus actitudes con respecto a ella?

La miró caminar hacía la casa con un andar muy pronunciado para él, movía las caderas de forma elegante pero con un matiz sórdido, era como si supiera con exactitud de qué manera moverse para un lado y otro. Era bastante apetecible, la curva de su trasero llamaba tanto su atención, pero tenía que reprimirse por el momento si no quería parecer un perro en celo, tratando de concentrarse solo en él. Estaba saliéndose de las manos el control y no sabía cómo volver a tomar las riendas del momento. Miro por otro pequeño lapso de tiempo, mientras se acercaba para retenerla hacia la pared.

—¿Alguna vez alguien te ha dicho que intimidas?— Inuyasha abrió los ojos con sorpresa ante la pregunta, Kagome parecía reñirlo de una manera poco convencional.

—Sí.

—Deberías relajar tus músculos faciales— aconsejó la mujer mientras se acercaba a él.

—¿Qué dices?

El dedo índice de ella empezó a dibujar surcos imaginarios en la mandíbula de Inuyasha, lo hacía con tal dedicación que parecía estaba acariciando porcelana fina. El hombre tragó al sentir el tacto casi inexistente de ella. ¿Qué estaba sintiendo? Eso no era pasión que lo estuviera consumiendo, era un trato pausado, era algo casi virginal e inocente… Y endemoniadamente excitante.

—No me hagas caso.

Inuyasha atino a no decir nada, era demasiado extraño, una música nostálgica hubiera quedado excelente en una situación como esas. Kagome alentó con su mirada a que abriera la puerta y así lo hizo. Y después de abrir la puerta la jaló de la cintura hacía adentro, la risa femenina no dejo a dudas lo bien que se la estaba pasando.

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—¡Dime donde esta!— exigió la mujer con los ojos voraces.

—Ya te dije que no lo sé.

—Eres su mejor amigo, no me vengas con idioteces— atacó mientras lo jalaba de su saco.

—¡No me toques!

—Dime donde jodidos esta Inuyasha.

—Se fue.

—¡Lo sé imbécil!— gritó mientras tapaba el paso con firmeza.

—Si ya lo sabes, ¿entonces para que me preguntas?

—Mira Miroku, el hecho de que estés aquí solo significa que él también estuvo aquí— la expresión ceñuda de Kikyō no dejaba a dudas lo encabritada que se ponía —. ¿A dónde fue?

—Eso ya no es de tu incumbencia, nunca más.

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Inuyasha escuchó un silbido que brotó de los labios de la pelinegra, al parecer le había asombrado su casa. Escuchó el ruido que hicieron las zapatillas al caer cerca de su mueble a la entrada. Él caminó despacio mientras dejaba las llaves en un pequeño estante, y se retiraba el abrigo para colgarlo en un perchero de gamuza. De la misma forma sin perder de vista a aquella mujer comenzó a quitarse el reloj.

—Este sitio es increíble— comento con los ojos brillándole, era sumamente gigante y tenía todo tan en su lugar que seguramente había contratado a alguien para que lo hiciera.

—Me ha costado lo suyo— corroboró mientras se acercaba a la espalda de ella.

—No lo dudo, tu mera presencia impone, — Kagome se giró hacia a él al decirlo —. La impresión que despides es de un hombre excelente para los negocios.

Una sonrisa pequeña fue lo que obtuvo del varón tan exquisito que tenía delante.

—Nada más que no se te infle el ego— bromeó Kagome sacando su lengua de forma traviesa, y así mismo sentía los brazos masculinos rodear su cintura.

—Yo espero que no se te infle a ti— contraataco el otro.

—¿Y por qué tendría que inflárseme? — preguntó la morocha entrecerrando los ojos.

—Por tener la dicha de haber puesto un pie en mi apartamento.

—Huy, discúlpeme señor importante— picó Kagome cerrando los ojos y escuchando como los pasos de él se acercaban muy lentamente a ella.

Kagome abrió los ojos y se encontró con los grises examinándola, allí estaba a su merced, pensando en un millón de cosas que no podía dejar de recrear en su retorcida mente. Se imaginaba como la tomaba con dureza, como la levantaba contra su cuerpo de acero para aprisionar su cuerpo, como la sujetaba de forma firme pero caliente para no dejarla ir, como ella se reía de forma idiota, sin embargo allí estaba tragando saliva para no concentrarse en el aroma tan sugerente que se desprendía del hombre.

Inuyasha desapareció el corto espacio que había entre ellos, acaricio con su dedo índice los labios de la mujer, miro los ojos cafés brillar de una forma inusual, eran como dos joyas de la más alta calidad, escuchó su respiración hacerse más agitada de pronto así como la de ella, sujetó con una de sus manos la nuca de Kagome y acarició con delicadeza el lóbulo y bajando los dedos de forma juguetona por su cuello; sintió el estremecimiento involuntario de la pelinegra y se resistió a que una sonrisa se dibujara en su boca. Se acercó a los labios femeninos y Kagome al instante cerró los ojos pero la presión no la sintió sobre su boca si no sobre la piel del cuello que subía sin prisa a la oreja y lamía de manera sensual el borde como si lo hiciera con una pluma.

Un suspiró pesado de la pelinegra dominó el ambiente, allí estaba de pie a la mitad del salón mientras sentía como la arrastraba con suavidad, los labios de él empezaban a moverse de forma apasionada sobre su nívea piel, la humedad que dejaba rastro sobre su lóbulo mandaba pequeñas descargas a su centro de placer. Soltó otro suspiro cuando sintió las palmas de Inuyasha sobre su trasero, amoldándolo y separándolo de forma coqueta. No pudo contener más el gemido que parecía se había atascado en su garganta.

—Vas a volverme loco…

—Eso… — pronunció la mujer —. Es justo, lo que quiero…

Inuyasha la sujeto con fuerza y la levantó para llevarla a su habitación, Kagome apenas y dilucidaba de donde estaba, ella con sentir a aquel hombre sobre ella la tenía soñada y ansiosa. Al llegar a la habitación se llevó la sorpresa de que estaba sumamente limpia, pero el hombre no perdió ningún segundo y el vestido comenzó a deslizarse de forma muy lenta, iba tan pegado a ella que Inuyasha sin poder evitarlo frunció el ceño.

—¿Por qué frunces el ceño?

—Esta mierda que llevas tan pegada no debería ser considerada un vestido, sino un arma de tortura.

Kagome abrió los ojos con un poco más de sorpresa, sonrojada hasta la médula, ¿Por qué era tan bueno para con las palabras arrastrarla a esa sensación de total abandono? Sintió los dedos de Inuyasha en sus hombros y bajando los pliegues de la parte superior de su vestido. Lo miro bajar los labios por su clavícula y eso la entumeció, sus labios parecían dejarle un recorrido de fuego por su piel.

El albino se detuvo al encontrarse con el sostén, no era uno sugerente pero le hacía resaltar sus generosos pechos de una forma exquisita, le quitó el vestido con lentitud mientras admiraba la piel expuesta ante sus ojos.

—Inuyasha…— demandó su atención Kagome con nervios —. No me mires.

—Imposible no hacerlo, — rebatió con los ojos fijos en los de ella —. Tu cuerpo es precioso.

La pelinegra sintió las manos de él sobre sus senos. Cerró los ojos con vergüenza, sintió masajearlos de forma circular, y apretarlos por encima de su ropa interior. Suspiró tapándose la boca con una de sus manos. Un aire fresco corrió en sus pechos y entonces abrió los ojos, seguía llevando puesto su sostén, mientras sentía de la boca masculina un suave soplido caliente sin ser tocada y aquellos ojos no perdían detalle de sus senos, su corazón comenzaba a acelerarse y su intimidad comenzaba a pulsar. No pudo aguantar otro gemido, y se retorció debajo de el con pudor. ¡Dios! Era una sensación tan placentera y desesperante.

Inuyasha toco su pezón con la punta de la lengua y sintió el respingo de Kagome que soltaba aire y en su rostro apareció una sonrisa perversa, la tenía donde quería. Empezó a mover su lengua de forma lento dibujando la aureola, una de las manos de Kagome se escabulleron a su cabello mientras él seguía torturándola de una forma lenta. Lamió repetidas veces de forma más rápida su pezón.

—Oh Dios…

La boca masculina apresó el pezón entre sus labios y un gritó escapo de la garganta de Kagome. Lamía de forma ansiosa y alternaba la rapidez. Succiono su pecho mientras con la otra mano acariciaba el pezón desatendido, sintió los dedos de la pelinegra jalarlo más hacía ella. Se estaba arqueando debajo de él, sonrió mientras seguía chupando el seno y sin que ella se lo esperase mordió suave su pezón y lo jalo.

—¡Dios Inuyasha!

—¿Se siente bien, eh?

Kagome enlazó los brazos a su cuello y capturó la boca masculina de él con ansias, ya sentía como goteaba su feminidad. Lamió los labios masculinos y mordió para devolverle algo de lo que había provocado en ella. La camisa ya estaba fuera del cuerpo de Inuyasha. Kagome tragó saliva. No cabía duda de que él era un espécimen de lo más extraordinario, parecía que había sido esculpido en granito, su abdomen marcado y en forma. Sus brazos musculosos sin exagerar y abrió la boca por sorpresa; se dio cuenta de que Inuyasha la miraba de una forma cachonda y ella vibró. Inuyasha se deshizo de lo que restaba de la ropa interior de ella y de la suya. Kagome bajó las manos para acariciarlo por la espalda con las yemas, trazando senderos en su torso y costados. Besó el cuello de él de forma lento, dando pequeños mordiscos según bajaba y escucho un gruñido que la satisfizo. Acarició su pecho de forma lenta y se encontró marcando su pecho, besó sus pectorales y por encima sus tetillas.

Inuyasha la sujetó de las muñecas sorprendiéndola y la recostó en la cama contra su cuerpo. Desabrochó su sostén y lo lanzó a un lado. Depositó un pequeño beso en los labios femeninos y bajo hasta su ombligo deteniéndose a darla un trato juguetón. Kagome empezó a mover las piernas, ansiosa por friccionarse con él y eso lo calentó. Bajó sus dedos con suavidad y los posó encima de la feminidad que tanto reclamaba atención. La pelinegra abrió los ojos al sentir los dedos de él haciendo magia, moviéndolos de una forma que parecía vibrar. Sintió un pequeño golpe encima y un gemido le abandono. Su cuerpo era puro fuego líquido, lo que necesitaba era que la poseyera; abrió la boca para pedírselo cuando uno de los dedos se introdujo en ella.

—Ahhh…

—No te corras aún Kagome— ordenó con la voz ronca Inuyasha.

El mero hecho de que pronunciara su nombre corrió como electricidad por toda su piel. El colchón comenzaba a moverse debajo del cuerpo de Kagome, mientras ella se sujetaba con fuerza de las sábanas evitando entregarse al éxtasis y cuando creía que era imposible sentir más que eso, la lengua de Inuyasha recorrió sus labios vaginales con suma lentitud y humedad. Los dedos se dirigieron al cabello de aquel hombre que la había hecho perder la cabeza.

—¡Inuyasha!

—Mierda…— susurró mientras colocaba las manos encima de sus hombros —. Ya no te haré esperar más muñeca.

Kagome buscó los ojos de Inuyasha, él vio tan brillante sus ojos que quiso adentrarse lo más profundo en ella. Ella intento buscar algún signo pero no encontró más que los ojos grises, suspiró mientras lo olvidaba y ladeaba su rostro a un lado.

—Mírame— exigió con voz gutural el hombre.

—Inuyasha yo…

Él saco un frasco de aceite y un condón de la mesita que tenían al lado. Se untó en las manos y la mujer se puso más que roja de vergüenza. ¿Qué demonios? Pero sus ojos no la engañaron cuando lo vio apretarse la nariz y con cuidado despegar unos pliegues de su alrededor. Tiro el plástico a un lado y se quitó los lentillas de color en ese mismo momento. Kagome sintió escocer más su feminidad, su rostro era perfecto… Y sus verdaderos ojos eran una… Preciosidad. Ámbar amatista y se veían tan dilatados… Como los de ella…

—Si vas a tener sexo, será conmigo— explicó mirándola fijamente.

—¿Qué quieres dec…?

Pero fue interrumpida por los labios de Inuyasha y volvió a perderse en ellos. Eran tan sensuales… Escuchó el paquete del condón rasgarse y suspiró debajo de él. Sintió como se acomodaba en su centro y lo sintió mover sus caderas hacía delante simulando la penetración y eso la enfebreció, se sentía tan excitada que todo su cuerpo gritaba por liberarse. Inuyasha metió la punta y la saco, repetidas veces. Kagome apretó con fuerza su punta en una de esas y de los labios de él brotó un quejido. Se inclinó a besar sus labios mientras la lengua jugueteaba con la de ella; y la penetró de una.

Kagome gimió bajo los labios varoniles y lo apretó con tal fuerza que Inuyasha correspondió con un jadeo. Estaba tan apretada y eso le parecía tan delicioso a Inuyasha. Y ahora era él quien sentía que iba a reventar. Mientras más se movía dentro de Kagome los paredes vaginales más lo engullían hacía ella.

—Dios Kagome…

—¡Inuyasha! —gritó Kagome —. Ahhh, sí…

El miembro masculino salió y recibió un quejido por respuesta. Sujeto a Kagome de las caderas y la movió para que quedara boca abajo. Levantando su trasero y abriendo sus piernas mientras Kagome jadeaba sonrojada pero dispuesta.

—No voy a quedarme con las ganas.

Kagome asintió mientras sentía las caderas de él chocar contra su trasero, se introdujo de nuevo y comenzó a apretarse contra él, moviendo sus caderas de la forma que su cuerpo le dictaba. Estaba tan dentro de ella y en esa posición lo sentía aún más. Sentía como todo su agitarse, los vaivenes más asfixiantes. El ritmo de su corazón, su respiración y su cuerpo estaban llegando al límite y sintió el palpitar del miembro dentro de ella.

—¡Inuyasha me…!

Inuyasha la giró sin sacarlo para tenerla boca arriba y la besó fogoso.

—¡Mírame Kagome!

Kagome observó los ojos consumidos de pasión, y cuando sintió la cota más alta de placer inundarla gimió de una forma pasional sujetándose de los hombros de Inuyasha.

—¡Inuyashaaaaah!

Él al ver el total abandono de ella empujó un par de veces más y se corrió mientras su cuerpo se dejaba caer encima explotando en mil pedazos.

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Una música de piano empezó a resonar en la habitación y Kagome abrió los ojos con suma pereza. Era una canción tan suave y tan triste al mismo tiempo, sonrió sobre las sábanas, estaba tan feliz y tan completa que no se atrevió a cuestionarse ese momento. Escucho una llave de agua cerrarse y acaricio el colchón con la yema de los dedos sin perder del oído la canción. Movió las piernas y sintió un ligero ardor y dolor en su feminidad. Sonrió ante lo evidente y se desperezo en la cama.

—Pero que vista tan sugerente.

Aquella voz hizo reaccionar el cuerpo de Kagome al instante. Levantó su mirada para encontrarse con aquella ambarina que la hechizo. Se cubrió con las sábanas demostrando su pudor inherente a su ser. Ella no era una mujer de noche, ni tampoco de relaciones pasajeras, ni mucho menos una brinca camas, pero la noche pasada hacía sido la excepción, y ese hombre también lo había sido por todas las de la ley.

—Bue-buenos…días Inuyasha— saludó con nerviosismo la pelinegra.

Se estaba acercando a la cama con suma cautela mientras la observaba sin perder detalle de nada. Se sentó en el borde mientras subía una pierna sobre el colchón. ¿Pero qué carajos había hecho? La había dejado dormir esa noche en su habitación, había tenido sexo con una mujer que más que un ligue de noche se parecía sumamente a su exnovia pero que al tocarla la pasión había estallado, que al tocarla un instinto de posesión agraviada se había instalado en él. Había querido despertarla y decirle que se fuera. Había querido despertarla a besos y penetrarla solo por escuchar los gemidos, jadeos y su nombre en su boca. Había querido cuestionarla de que mierda le había hecho.

—¿A qué se debe tu repentina timidez? —cuestionó con burla —. Ayer no mostraste ni una pizca de pudor.

—Eran las circunstancias tonto, no vayas a creerte tanto— contestó la pelinegra sacándole la lengua.

—En la mañana te veías tan apetecible, —susurró lo suficientemente alto para que lo escuchara —. Pero tenía que contenerme, te veías tan plácidamente dormida.

—Te lo agradezco— comento Kagome sintiendo en su interior una extraña sensación.

Observo el perfil de Inuyasha que miraba el suelo distraído por un momento, era tan atractivo, esa nariz encajaba tan bien con su rostro, esos labios tan suaves y sensuales, esos ojos expresivos, devastadores, sumamente inquisidores y demandantes. Su cuerpo atlético enfundando en una camisa y pantalón deportivo ligero. Era como un hombre sacado de las películas no cabía duda.

Inuyasha giró su rostro hacía ella.

—¿No vas a preguntarme por mi aspecto de ayer?

—En absoluto. Es más que obvio.

—¿Qué carajos dices?

—He llegado a conclusión, —respondió Kagome con los ojos abiertos de una forma divertida —. Que eres un travesti.

—¡¿Qué mierda?! —saltó Inuyasha de la cama para abalanzarse contra ella —. ¿Pero ayer todo lo que disfrutaste conmigo no te dejo en claro lo que era?

Kagome estalló en risas por la reacción del hombre que tenía encima, que fácil era que perdiera los estribos, tal vez, porque había tocado su masculinidad que personalmente creía que estaba elevada. Los roces de su cuerpo contra el suyo la despertaron de una forma embriagadora. Solo una sábana era lo que los separaba y ella paro de reír cuando se encontró con los brillantes ojos oro. La carga sexual era tan potente que bien podría cortarse en dos con un cuchillo. Kagome enredó por instinto una pierna en su cadera y él soltó un jadeo involuntario. Inclino sus labios despacio encima de ella, mientras saboreaba la textura.

—¿Qué rayos me hiciste?

—¿De qué hablas? —cuestionó con una pequeña sonrisa la mujer.

—No me cuestionas nada, ni me preguntas nada, te entregas y no pareces desesperada por tener algo conmigo, —contestó confundido mientras veía sus ojos parecer asombrados —. Te ríes por todo, me sacas de mi lugar.

—Tú no giras mi mundo —refutó con una sonrisa pequeña —. Lo que paso ayer fue porque yo lo decidí, y supe todo de ti hasta el final de la noche.

—…

—Eres Inuyasha, y de quien huías era de Kikyō —comentó con suavidad mientras veía la expresión compungida en el rostro varonil.

—¿Ya lo sabías?

—No tenía ni la mejor idea de quien eras hasta que se acercó tu amigo a alertarte.

—Pero la historia de antes, ¿ya la sabías?

—Sí, al parecer eres el protagonista de novelas en ese bar.

—Soy el dueño, ¿qué otra cosa más podría esperar? —se preguntó a si mismo mientras acariciaba con los pulgares las sonrosadas mejillas de la pelinegra.

—Bueno, se acabó el encanto —cortó Kagome mientras lo veía serenamente —. Ayer nos cruzamos por casualidad y hoy ya todo terminó.

Inuyasha se levantó como una expresión que no podría describirse, era asombroso lo que de esa mujer había salido, y encima sentía como si lo hubiesen abofeteado.

—¿Podrías salirte para poder vestirme? —pidió la pelinegra mirándolo fijamente.

—Vale.

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Estaba dando vueltas en la sala de estar confundido, ¿Quién rayos se creía que era para hablarle así? Pero ni siquiera lo estaba ofendiendo, simplemente había usado otras palabras más crudas. ¡Iba a estallar de confusión! ¿Eso era lo que él quería? ¿Qué se fuera sin más? ¡Pero si el odiaba tener a una mujer más de una noche en su cama! ¿Por qué se ponía de repente tan desesperado? ¿Por se agitaba por una estupidez como esa? ¡Beh! ¡Ni que le hiciera falta!... ¿O sí?

—Inuyasha piensa cabrón…

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Tomó el vestido que estaba en el suelo y lo miro, tal vez ese vestido llevaba una maldición encima; lo había usado el día que había roto con su exnovio, lo había usado la noche fallida de su graduación y ahora lo usaba cuando sentía que su corazón había hecho de todo la noche pasada. ¿Por qué sentía un amargo sabor a vacío? ¿No se supone que así eran los típicos cuentos de amor de una noche? ¿Amor? ¿Quién había hablado de amor? Suspiró derrotada. La había liado de nuevo su corazón y muy buena. Con un hombre imposible, mujeriego, de lo más egocéntrico… Que la derretía con sus besos… Y caricias.

—¡Basta Kagome!

Sonrió irónicamente y se colocó el vestido, se observó en el pequeño espejo de la cómoda y se avergonzó de sí misma. ¿De verdad se había puesto ese vestido anoche? Era tan corto, y encima ir con el de día… Bufó mientras negaba con la cabeza, ella era la reina de la imprudencia.

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Definitivamente tenía que hacer algo, no iba a dejarla marchar así sin más. Él no era hombre sentimental, pero estaba harto de no sentirlo, la noche pasada había sentido esperanza, calidez, admiración y un deseo profundamente perturbador en los ojos achocolatados; había visto pasión, abandono y entrega total. Eso le había removido hasta el alma, todo su ser había deseado conectarse como si de elementos intrínsecos se tratase. Pero joder… ¡Si era solo una chica! Se jaló el cabello tratando de racionalizar. Nadie podía sentir eso solo por una noche, o fantástica noche…

Escuchó los pasos crujir por la madera y sintió una especie de vuelco en el estómago, ¡maldita era la situación una y otra vez! La vio entrar mientras se tallaba el brazo, se veía tan frágil y a la vez con esa belleza sublime que lo había atrapado.

—Me voy.

—Yo…

—Creo que, más incomodos no podríamos estar ¿cierto? —ironizó Kagome mientras buscaba las zapatillas en la sala de estar —. Mientras más tarde, más triste así que me voy.

Cuando paso al lado de Inuyasha, la sujetó con fuerza del brazo haciéndose que se volviera hacia él. Gritó de sorpresa cuando se encontró entre los brazos de Inuyasha una vez más, siendo devorada por aquel manjar de labios que se cargaba. Suspiro cuando sintió los dedos de posados en su trasero. Sintió que sonreía y arremetió a besarlo con más fogosidad. Cuando sintieron que el aire les empezaba a hacer falta se separaron con desgana, agitados el uno al otro mirándose.

—Creo que…

—Intentémoslo Kagome.

—¿Pero qué…?

—Sonará a broma viniendo de mí pero…

—¡Sí! Ya cállate —interrumpió la pelinegra con una sonrisa mientras pasaba los brazos por su cuello y una lágrima tonta se deslizaba por su mejilla.

—Pero que bruta eres.

—Cállate y disfruta —aviso con una sonrisa —. Sobrará tiempo para la seducción.

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N/A: ¡Terminé por fin! La verdad es que primero que nada me gustaría pedir una disculpa a todas mis lectoras, me siento un poco triste y decepcionada de mi porque os he abandonado a ustedes y a mis historias, pero he entrado en una etapa muy dura de mi vida, en la que dejé a mi pareja con quien me iba a casar, en la que acabo de fallecer mi adorada y amada madre, en la que me puse a trabajar y estudiar inglés, aparte de que estudio. Y toda mi vida se había convertido en un caos y en un asco, pero aquí sigo de pie para escribir.

Ahora, no sé si el final fue bueno o malo, pero espero no haberlas decepcionado en absoluto, si merezco jitomates acedos, o tal vez una crítica constructiva, me gustaría con todo el placer del mundo saber que tal les ha parecido.

¡MIS MÁS SINCEROS AGRADECIMIENTOS A QUIEN SIGUIERON ESTA HISTORIA EN SU PRINCIPIO Y EN ESTE FINAL!

Por ustedes sigo escribiendo y ahora a seguir las demás historias que están en pausa.