.: Capítulo 6 :.

La brisa nocturna junto al crinar de los grillos hacían de todo esto algo más ameno: una pantalla en negro, un parpadeante cursor esperando mi siguiente acción, mi siguiente comando para ejecutar un objetivo perfectamente perfecto. Requería una concentración prudente si quería que nada fallara. Pasaron un par de horas entre configuraciones, tejemanejes para burlar los posibles rastros, hallar la forma exacta, correcta y por fin el envío del email a Naomi.

"Hola Nex,

soy Raina. ¿Cómo va todo? Espero que bien. Hacía tiempo que no te mandaba un email contándote cómo me iba todo en mi país, pero he estado ocupada y al final la rutina no me dejaba mandártelo. Te pido disculpas.

La última vez que hablamos prometí ir a visitarte pronto pero me temo que no voy a poder hacerlo tan pronto como me gustaría porque me han surgido algunas complicaciones con mi trabajo y algunos asuntos personales que no puedo dejar de atender por ahora, pero en cuanto pueda lo haré, una promesa es una promesa ¿vale?

Bueno, no quiero enrollarme más, dale un beso a tu novio que espero que también les vaya bien a ambos como pareja, te lo mereces y es un buen chico.

Por favor, cuídate mucho. Te echo de menos y pronto espero poder vernos de nuevo.

Un abrazo,
Raina."

Las tinieblas de miles de pensamientos invadían muchos momentos a cada palabra que escribía. Sin darle toda la verdad sabía perfectamente que Naomi sabía las palabras en clave que le mandaba, no hacía falta decirle quien le escribía, ni el verdadero Estado; Naomi entendía perfectamente el grosor de dicho email, tan solo esperaba que hubiera merecido la pena mi ardua precisión en borrar todo rastro, por su propia seguridad.

El mismo recorrido en mandarle el email a Naomi tuve que hacerlo hasta cerrar la conexión, así que fui a por una cerveza mientras estiraba un poco las piernas y descansaba la vista, tan importante era la conexión a esa puerta exterior como saber cerrar bien la puerta sin dejar huella en el "pomo" virtual.

Guardé la antena y apagué el portátil guardándolo en el mismo sitio que de donde lo había tenido oculto todo este tiempo. Suspiré con amargura por la situación en la que todo se estaba desarrollando.


No había momento para palabras ni reflexiones, sin soltar su mano cogí las llaves del bolsillo de mis pantalones, abrí la puerta y me giré pidiendo su permiso el cual llevaba consentido desde que bajamos del coche. Tiré de él hacia dentro y con una risa traviesa lo giré cerrando la puerta con su espalda mientras me acercaba lentamente sin poder parar de mirar sus labios.

Cogió mi rostro y dulcemente me besó, yo me aferré a su cuello y sus manos pasaron a mi cintura. Un deseo irrefrenable consumía el poco oxígeno que nos quedaba haciéndonos separar por un instante el cual aproveché para dirigirme hasta mi habitación esperando su llegada.

Fui a hablar para llamarlo pero antes de poder girarme para hacerlo allí estaba él, esta vez fue él quien tiró de mi cogiéndome por la espalda y haciéndonos caer en la cama. Nuestros labios sellaron el silencio de aquella casa, silencio que era testigo de lo que allí surgía con simples besos.

- Richard… - jadeé en su boca.

- Rick, llámame Rick por favor – respondió con la respiración entrecortada.

- Ok, Rick… Alexis está en el coche y… - no me dejó terminar besándome de nuevo en los labios.

- No Kate, Alexis está en casa ¿recuerdas? – dijo mientras sus manos se colaban por debajo de la camisa de Kate.

Nuestras lenguas jugaron la más tortuosa de las batallas por ver quién de ellas ganaría una batalla sin ganador. Sus manos viajaron hasta mis pechos tocándolos a su antojo de la forma más placentera que pudiera imaginar. Sus besos fueron recorriendo mi barbilla, cuello, clavícula, hombro… se paró unos segundos para embadurnarse de mi olor característico a cerezas.

Mis jadeos cada vez se tornaban más seguidos, más intensos y es que sus roces no daban pie a otra cosa. Rompí su camisa tirando de ella escuchando los pequeños botones salir en diferentes direcciones y como una endemoniada me abalancé sobre él girando ambos quedando sobre él.

Sus ojos azules estaban oscurecidos por la lujuria del momento, un intenso negro profundizaba esa mirada que deseaba lo mismo que yo. Posé dulces besos a través de todo su torso, mientras con mis manos desabrochaba el pantalón y se lo iba quitando.

Ronroneé sobre su oído al notar su erección la cual torturé al rozar con mi ropa interior que fácilmente accedía a ella.

- Lo bueno de llevar falda – fui diciéndole mientras besaba sus labios y movía mis caderas sobre él – es que todo es mucho más fácil ¿no Rick?

Richard no podía gesticular monosílabo posible, se perdía en el deseo que le provocaba. Se abalanzó sobre mi quedándonos sentados en la cama mientras devoraba mis pechos y sus hábiles manos se zafaban de mi sujetador, el cual voló por los aires sin preocupación ninguna de dónde hubiera ido a parar.

Un gran gemido salió de mi boca cuando Richard aprisionó con su boca succionando uno de mis pezones y el otro lo masajeaba fuertemente con su mano. Me aferré a su cabello e inconscientemente mi cuerpo se curvaba hacia atrás haciendo fricción en su erección que cada vez notaba más y más dura.

Se separó un segundo y rogué con la mirada que no dejara aquello, Richard sonrió y tumbándome comenzó con el otro pecho pero su mano bajó hasta mis pequeñas bragas que comenzó a acariciar alrededor de la cinta elástica. Mi mente no era capaz de reaccionar, me tenía completamente embaucada en sus dotes placenteras en las que la razón ya la había perdido completamente a su merced.

Me las quitó y sus labios fueron bajando hasta llegar a mi clítoris dándole una bienvenida de ensueño.

- Mmm Kate, sabes muy rica ¿lo sabías? – susurraba haciendo chocar su aliento en mi clítoris desenfrenado en el que un jadeo le confirmaba su propia pregunta.

Me aferré a las sabanas cuando consiguió arrancarme un orgasmo y que me perdiera en su boca, boca que fue subiendo poco a poco parando para dar un beso a ambos pezones y luego subir para perderse entre mi lengua.

Sonreí aún con los ojos cerrados y me aferré a su culo clavando mis uñas y aprisionándolo a mi cuerpo, fui quitándole los boxers y su gran erección posarse sobre mi clítoris hizo que me ruborizara y el deseo aumentara por querer tenerlo dentro de mí.

Un estruendoso sonido que parecía romper en mi propia habitación me sobresaltó. Todo había sido un sueño, un húmedo y placentero sueño. Una tormenta de verano había comenzado aquella misma noche sin previo aviso, tormenta que maldecí por unos instantes.


Pasaron dos semanas, dos semanas donde mi relación con Richard había cobrado vida, poco a poco me había introducido más en su vida y él en la mía. Alexis era una viva imagen de su padre en carácter y vivía ausente de los problemas que sufría su padre por las noches cuando las pesadillas de vez en cuando acunaban en la noche.

- Rick, ¿qué te parece si vamos a al Six Flags Fiestas en San Antonio? Seguro que a Alexis le hará mucha ilusión – pregunté ilusionada, quería darle una sorpresa a ambos.

- ¿Al parque de atracciones? ¿Lo dices en serio Cristine? – dijo una Alexis sonriente y dando pequeños saltitos de alegría mientras miraba a su padre rogándole.- Poooooooooor fi, papi, di que sí, por fi por fi por fi.

- ¡Wow! Vaya… no me esperaba esto, yo… no sé si… ¿y tu trabajo?

- Lanie cierra el bar ese fin de semana, parece que ella y Javi… ya sabes, va viento en popa y quieren el bar para ellos solos – reímos Richard y yo ante la imaginación de dicho evento.

- Ok, ok. Acepto.

Alexis parecía una cabra montesa pegando brincos por toda la casa.

Preparamos todo para ir a San Antonio todo el fin de semana, el parque de Six Flags Fiesta era uno de los más famosos por sus espectáculos y aprovechando el verano las atracciones de agua serían nuestra prioridad.

Richard insistió en pagar él el hotel ya que yo había reservado las entradas al parque para los tres. Era un cómodo hotel con una suite que tenía dos habitaciones. Aquello me sorprendió, porque a pesar de dormir alguna que otra vez en su casa siempre lo hacíamos a expensas de Alexis, no queríamos romper aún esa barrera. Lo miré preguntando pero tan solo se encogió de hombros.

- Mira mira Cristine, podrás dormir conmigo – dijo Alexis entrando en una de las habitaciones que tenía dos camas.

- ¿Segura? - pregunté con una sonrisa, no me esperaba aquel gesto por parte de la pequeña.

- ¡Claro! Mira ven ven – me cogió de la mano y me llevó hasta la habitación.

Pude oír el suspiro de resignación de Richard y no pude evitar reír, su hija se le había adelantado en petición. Guardamos toda la ropa en el armario para que no se arrugara y bajamos a comer algo, esa misma tarde iríamos a dar un pequeño paseo por San Antonio.

Fuimos a un parque natural donde habían diferentes animales separados por unas vallas y se podían tocar e incluso dar de comer. Richard cogió a la pequeña a caballito para que pudiera tocar a algunos animales hasta que salieron los dos corriendo despavoridos pegando grititos de los que no pude parar de reír. Un avestruz se les había acercado por detrás y les cogió uno de los trozos de panes que llevaba Richard en la mano.

Saqué una foto lo más rápido que pude y guardé la cámara rápidamente para que no me vieran, aquella foto sería un gran recuerdo.

- Venga, venga que no es para tanto, parecéis una avestruz corriendo por el campo – les gritaba mientras no dejaba de reír.

- Muy graciosa, pero menudo susto nos hemos llevado ¿verdad que si Alexis? – la pequeña no paraba de reír.

- Dirás tú, papá.

Cuando llegó la hora de dormir Richard le contaba un cuento a la pequeña Alexis hasta que esta se quedó dormida. Estaban ambos tumbados en la cama de Alexis, Richard rodeaba a su hija mientras acariciaba su brazo y con la otra mano sujetaba el cuento favorito de la pequeña.

Apoyada en el marco de la puerta observaba aquella tierna imagen, se habían quedado ambos dormidos. Me acerqué y besé a Richard en los labios dándole las buenas noches. Fui a la otra habitación con intención de cambiarme de ropa y no despertarlos.

Sus brazos me rodearon por detrás cuando estaba en ropa interior y me tensé separándome bruscamente de su lado, no me esperaba que apareciese así.

- Hey tranquila, soy yo Cristine – dijo susurrándome con cara de preocupación.

- Lo… lo siento, no te esperaba. Yo… - me metí corriendo en el baño y rompí a llorar.

- Cristine, cariño yo… lo siento, no pensé que te pudieras asustar así.

Richard entró al baño abriendo el pestillo desde fuera, lo malo de los hoteles es que tenían por seguridad los cerrojos de "seguridad" con posibilidad de apertura desde el exterior para en casos de quedarte encerrado poder abrir.

Estaba sentada en el W.C. con las manos tapando mi rostro sollozando sin parar, no quería que Richard me viera así. A pesar del tiempo que había pasado junto a él no le había contado nada de mi pasado, él no sabía por qué reaccionaba así, simplemente me daba mi espacio; pero verme así le rompía el corazón.

Se puso en cuclillas frente a mí y posó su mano en mi rodilla sin decir nada, tan solo me acariciaba para sosegarme.

- Cristine… ¿qué ocurre? Siento haberte asustado yo… no pensé en que pudiera… – mis sollozos aumentaron con cada palabra que me decía. – Se me parte el corazón verte así cariño, lo siento mucho, de verdad, no volveré a hacerlo, mírame por favor.

Me abalancé sobre él y me aferré fuerte. Tardó unos segundos en reaccionar pero me cogió fuerte correspondiendo el abrazo y empezó a acariciar mi cabello relajándome. Estuvimos así, abrazados, durante veinte minutos… hasta que conseguí dejar de llorar.

- ¿Mejor? – preguntó él.

- Sí – dije casi en un susurro, agotada de tanto llanto.

- Ven, vamos a dormir ¿vale? No pasa nada Cristine, estas aquí con nosotros, conmigo.

- Rick yo… lo siento. Solo te pido paciencia por favor, yo… - no me dejó terminar, silenciándome con un tierno beso en los labios. Me miró a los ojos durante unos segundos.

- Siempre, contigo siempre ¿vale? – asentí ante su pregunta.

Nos metimos en la cama donde sus brazos hacían de escudo contra cualquier mal que aquella noche quisiera apoderarse de mí y yo lo agradecí. Besé una de sus manos que quedaban a la altura de mi cara, la cogí con fuerza y posando mi rostro en su palma me fui quedando dormida. Richard iba haciendo figuras en mi espalda a modo de relajación que funcionó rápidamente ya que en minutos caí rendida.

Fui la primera en despertar, adoraba despertarme con Richard a mi lado, "Es todo tan diferente con él" me decía a mí misma. Besé sus labios y salí para organizar el día en el parque de atracciones, la comida y derivados. La pequeña Alexis apareció por su puerta aun bostezando.

- Buenos días Alexis ¿has dormido bien? – pregunté con una sonrisa al verla con su pijamita de ositos y sus zapatillas de león casi más grandes que ella.

- Buenos días Cristine, sí, he dormido bien. Tengo un poco de hambre.

- Sí, la verdad es que yo también. Ves a despertar a tu padre "don marmota" – rió la pequeña.

- Voooooooooooooooooooy. ¡Al ataqueeeeeeeeeeee! – gritaba Alexis al entrar en la habitación de Richard.

Una batalla de saltos encima de la cama, mordisquitos y cosquillas se adueñó del ambiente mañanero en aquella habitación. Era una imagen enternecedora a la vez que divertida para ver. Me encantaba verlos así de unidos, ver como a pesar de haber perdido a su madre, a su mujer, han seguido juntos paso a paso, día a día un camino sin descuidar su amor. Esos pequeños detalles que devolvían a mi frío corazón el albergar una esperanza.

- Cristine ¡ayúdame! – gritó la pequeña desde la cama mientras Richard la tenía de brazos y piernas retenida.

- Richard, eso es jugar con ventaja ¿no crees? – dije mientras me acercaba a ellos.

El día pasó rápido y fue realmente agotador, ni Richard ni yo recordábamos ya lo que llegaba a agotar este tipo de actividades. Alexis iba dormida en la sillita atrás en el coche. El hotel estaba bastante cerca del parque así que tardamos poco en llegar. Richard acostó a la pequeña en la cama y yo aproveché mientras para darme una ducha.

Se duchó el también y mientras yo le esperaba en la cama leyendo uno de los muchos libros que me había recomendado. Sonreí traviesa al verlo salir con aquella pequeña toalla rodeando su cintura.

Sus besos embaucaron toda mi alma, atraparon uno a uno mis sentidos… mi olfato con su aroma, mis ojos atrapados por los suyos, mi tacto al tocar su suave rostro, mí oído al escucharle ahogar sus susurros, gustativo al sentir cómo su boca invadía la mía con total facilidad regalándome su sabor…

Después de regalarnos una noche más de pasión y juego caímos rendidos al sueño, pero poco después oí a Alexis gritar y salí corriendo hacia ella sin despertar a Richard que dormía como un tronco.

La pequeña tenía una pesadilla y me acerqué a su cama.

- Shhh Alexis, ya pasó, tan solo es una pesadilla. Shhhh – susurraba mientras intentaba calmar a la pequeña que empezó a llorar agarrada a mí – no me voy a ir ¿vale? Estoy aquí contigo pequeña, ya pasó, no llores más.

Unos diez minutos después Alexis ya estaba totalmente sosegada y casi dormida.

- Cristine… ¿puedo dormir contigo en tu cama? – reí pensando que en "mi cama" aún no había dormido.

- Claro, ven vamos.

- Gracias.

- No me las des pequeña, yo cuidaré de ti siempre que quieras.

Alexis me dio un beso en la mejilla y se abrazó fuerte a mí, todos aquellos eran sentimientos… emociones, que jamás había experimentado. Nos fuimos quedando dormidas.

A la mañana siguiente Richard nos esperaba con una bandeja de diferentes dulces que había bajado a comprar a la panadería, junto a un par de cafés y un zumo para Alexis.

- Buenos días dormilonas, he sido bueno y no me he vengado por lo de ayer… pero no tentéis a la suerte el próximo día ¿eh? – dijo riendo al vernos aparecer aún adormiladas. – He traído el desayuno al hotel.

Desayunamos, nos vestimos y fuimos a dar nuestro último paseo por San Antonio antes de regresar a casa. Fuimos a un museo prehistórico y no sabía bien diferenciar entre quién era el niño o el adulto, si Alexis o Richard.

Casi llegando a casa, y con Alexis dormida en el coche, Richard iba muy pensativo, lo notaba en su expresión.

- ¿Ocurre algo? – pregunté dubitativa.

- ¿Eh? … No, no ¿por qué?

- Venga Richard, puedes contármelo ¿qué pasa? – insistí.

- Veras… la otra noche me preocupaste mucho Cristine. Sabes que no quiero insistirte en tu pasado, me dejaste claro que habían muchas cosas que no querías sacar a la luz y yo tan solo acepté pero… es solo que… - suspiró – bueno da igual, no quiero meterme donde no me llaman. Cuando quieras contármelo sé que lo harás.


El capitán no daba crédito al comportamiento de Anderson, el cual cada vez era menos sutil para ocultar sus muchas horas extras en la oficina y no precisamente por el caso nuevo en el que estaban trabajando el equipo al completo.

- Es tu mujer, Anderson, ¡TÚ MUJER! – gritó el capitán. – Te has saltado las normas de todo el departamento, has estado llevándote pruebas a tu casa y has lanzado una orden de captura por asesinato cuando es una acusación más que falsa.

- ¿Y qué? Buscamos la justicia ¿no? Esa maldita mujer merece estar entre rejas – dijo soberbio Anderson.

- ¿Justicia u orgullo, Anderson? Las cosas no se hacen así. Váyase por hoy a casa y descanse, no le quiero ver por la oficina hoy – dijo autoritario.

- Pero señor… - intentó defenderse Anderson.

- No Anderson, váyase a casa y mañana aclararemos este tema. Tiene totalmente prohibido seguir con esta investigación ¿me escucha? – esperó respuesta sin hallarla - ¿Me escucha? – repitió.

- Sí, señor.

- Ahora salga de aquí, no quiero verlo hasta mañana.

Anderson salió hecho una furia de la comisaría pero no para dejar de investigar precisamente, no aquella noche.

Llegó a su casa con un par de botellas de Ron, le encantaba aquella bebida fuerte en alcohol ahogado por un dulzor especial. Fue hasta la cocina, cogió un vaso, se tomó su tiempo en mirar todos los rincones de aquella cocina recordando pequeños "flash back" de lo sucedido y sonrió con sarna. Se postró en el sofá del comedor, aún plastificado como prueba de un intento de asesinato, quitó el tapón de una de las botellas y se sirvió.

El primer trago lo degustó como si de un catador de alcohol se tratase, despacio, saboreándolo, con la mirada perdida rememorando.

(Flash Back)

La mesa estaba perfectamente decorada, un par de velas encendidas, las copas de vino a la espera de ser servidas, los platos servidos con un delicioso cochinillo al horno con unas patatas asadas, los cubiertos perfectamente colocados deseando ser utilizados para su función.

En una de las sillas esperando a su marido estaba Katherine, una mujer morena, ojos avellana, un vestido morado ajustado a sus insuperables curvas, unos zapatos negros de tacón que acompañaba en su decoración con los pendientes que su marido le había regalado el año pasado por su aniversario y un colgante de perlas.

El pelo ondulado caía de forma natural y su rostro mostraba un toque dulce de maquillaje, un poco de colorete, una sombra de ojos suave y un perfecto perfilado de ojos intensificando sus ojos.

- Estás preciosa esta noche cariño, ¿celebramos algo? – dijo el hombre besando su mejilla.

- Gracias, – respondió ella con una sonrisa – te estaba esperando. Nada especial, ¿no puedo ponerme… sugerente para mi marido? – dijo con voz sensual - ¿Quieres vino?

- Desde luego me he llevado un tesoro contigo – besó la mano de Katherine. - Sí, por favor, vengo agotado.

- ¿Cómo ha ido el trabajo?

- Bien, ya sabes, lo de siempre. Hoy el capitán estaba nervioso, estamos con un caso de los que nos gustan – sonrió y Katherine lo miró a los ojos con una sonrisa cómplice.

- Sorpréndeme. ¿Un acceso indebido a alguna agencia importante? – rieron.

- No, algo mucho mejor. Una banda de jovencitos ha accedido a uno de los bancos centrales de Brooklyn por un bug de seguridad – paró para tomar un sorbo de su vino.

- Estos chicos de hoy en día… ven demasiada televisión. Aun así, ¿qué tipo de bug? ¿No habían cambiado el software de seguridad desde el último atentado? – preguntó Katherine meciendo el vino de su copa.

- Ajam, estuvieron una semana haciendo una auditoria de seguridad e intentos de acceso por el portal web hasta ver dónde había un pequeño "vacío". La verdad es que paciencia tuvieron… lástima que se toparan con el mejor – rieron y comenzaron a comer.

Una llamada interrumpió el momento.

(Fin Flash Back)

La llamada devolvió al mundo real a Anderson, que llevaba ya media botella de Ron consumida y con la cabeza echada hacia atrás en el respaldo del sofá. Su sonrisa se agrandó al ver el nombre que se mostraba en su móvil.

- ¿Tienes lo que te pedí?

- …

- Ok, dame 15 minutos.