Capítulo 9

Ninguno de los dos se movió. Sólo se miraban inconscientes de la cara que podría estar poniendo Charming. Y cuando Belle iba a tomar el valor de alzarse, el duendecillo empieza a recordar dónde está y el papel que debe desempeñar.

—¿Tenemos un trato? — Volviendo a enfocarse sólo en el príncipe.

Eso la decepciona y casi la quiebra pero el gesto que le hizo a escondidas de los ojos del príncipe la ayudó a serenarse. Aquel gesto con las manos que significa luego. Lo usaba mucho con ella en su estadía en el Dark Castle cuando había clientes porque debía mantener la postura de Amo del Mal.

Con el tiempo aprendió que él simplemente no quería que la gente viera como le importaba su criada torpe.

Lo escucha conversar con aquel al que llama Charming sobre necesitar que esconda algo valioso, un huevo, dentro de una bestia.

¿Qué? ¿Escuchó bien?

—No puedo llevarla, ni mucho menos dejarla contigo. — Reprocha el príncipe con respecto a su reciente compañera de aventura.

—Anda. — Dice ella antes que Rumpelstilskin le diga algo. — ¿No se supone que debes encontrar a una persona? — Sonríe para darle ánimo y seguridad. — No pierdas el tiempo o te vas a arrepentir si llegas demasiado tarde para ella.

Una vez queda todo sancionado, el Dark One usa la magia y, en un chasquido de dedos, terminan los tres en la playa y bien lejos, entre las aguas, se puede ver un castillo de colores oscuros y con aspecto tenebroso.

—Te enviare a ese castillo. De ahí estarás por tu cuenta. — Advierte el duendecillo.

—De acuerdo.

—Buena suerte… ¿Charming?

—Gracias. — Le devuelve la sonrisa.

Y desaparece en una cortina de humo.

La incomodidad crece apenas realizan que están solos. Y ni hablar del frío que tiene Belle por la poca ropa, pero se concentra en no temblar como gelatina, aunque sus manos la delatan al moverse incómodas en señal de nerviosismo.

Al parecer se le fue la valentía.

De pronto siente calor en todo su cuerpo con solo el tacto de la mano de Rumpelstilskin sobre las suyas.

—Estas helada… y real… — ¿Real? Se atreve por fin a verlo cara a cara y se sorprende de encontrarlo asustado, preocupado y ansioso al mismo tiempo. — Estás viva.

—Por supuesto que estoy viva… ¿Por qué no lo estaría?

—Regina me dijo… lo que paso en tu reino.

—¿Qué? ¿Paso algo en casa? ¿Mi padre está bien?

—Debería haberlo matado luego de que me contaran que te habían encerrado y torturado con los clérigos.

—¡Eso no es verdad! ¡Mi padre jamás haría eso! — Presiona las manos de Rumpelstilskin. — Sea lo que sea que te haya contado Regina es mentira. He sido su prisionera todo este tiempo.

Rumpelstilskin mira con atención su palidez, el temblor de sus labios, las pequeñas heridas, el vestido azul viejo y desarreglado que deja sus piernas descubiertas y la capa que desprende magia y fue capaz de engañar sus ojos. Ahora apoya sus manos en esas mejillas algo sonrojadas ahora que está en calor, que antes eran algo regordetas de salud y ahora están casi demacradas por falta de comida y cuidado, y ella suelta un gemido por la reacción que toma su cuerpo por ello. Como echaba de menos verla y tocarla, aunque sea en cosas pequeñas como evitar que se caiga de las escaleras, y junta su frente con la de ella.

—Quería ir por ti. — Susurra Belle sin dejar de verlo a los ojos, atenta en esos ojos ónixs enormes. — Iba a ir por ti Rumpelstilskin… y me encerraron.

La besa sin darse cuenta de lo que hacía, sólo es consciente que Belle esta frente a él, viva, cálida y que había regresado con él a pesar de lo estúpido que fue al dejarla tirada al mundo.

Y cuando siente las manos de Belle aferrándose en sus codos como si fuera su Salvador, simplemente se pierde y gruñe de un modo animal.

Es la Bestia después de todo.

El cosquilleo en su estómago le recuerda lo que va a perder si sigue así. Rápido se aparta de la joven mujer y se da cuenta que anda de rodillas en la arena mientras ella está tendida de espaldas, tratando de recuperar el aire. ¿En qué momento terminaron tendidos en la playa como dos pubertos sin control?

—Lo siento, yo… así no es como debe ser… — La ayuda a pararse con cuidado. Una vez más es consciente de su vestimenta inadecuada para el frío y se odio a sí mismo por preocuparme más en tocarla que en atender las necesidades de Belle. — Que idiota soy. — Vuelve a chasquear los dedos y Belle termina usando un vestido color lavanda, guantes de cuero y botas hasta las rodillas de color negro y una capucha/abrigo roja con bordados en forma de diamante. Belle se da cuenta que la capucha le produce calor. Debió encantarlo. — Mucho mejor.

—Gracias. — Nota que Rumpelstilskin sostiene la capa que Huntsman le había dado para que pudiera escapar.

—¿Cómo lo conseguiste? — Pregunta apenas siente los ojos de ella sobre él y la prenda. — Son raras de encontrar.

—Regina tiene a un esclavo trabajando para ella. Lo llaman Huntsman. Él ha sido el único bueno conmigo en el castillo, se encargaba de darme la comida y vigilarme. — Toca la tela con suavidad. — Llegamos a ser amigos y él prometió buscar la manera de sacarme de allí.

—Belle, lo siento tanto por no estar allí. — Le toma el mentón y se atreve a dar un paso más cerca. — Sé que ya lo sabes: te amo y… he sido un tonto.

—No te negare lo de tonto. — Bromea juguetona. — Pero no es tu culpa que haya sido prisionera de Regina. — Le acaricia la mejilla. — Así que no pongas más esa cara.

El Dark One vuelve a tomarla de las manos, la mira un momento y Belle se da cuenta de la rabia que empieza a surgir en su rostro. Antes de poder evitarlo, ambos fueron transportados por la magia hacía el castillo de Regina.

La Reina hace una mueca al reconocer a Rumpelstilskin aparecerse de golpe en su palacio cuando está ocupada celebrando su victoria… hasta que ve a Belle al lado del duendecillo con ropas nuevas y todo cambia, ahora queda blanca de miedo, sabiendo lo que vendría. ¿Cómo ha descubierto su mentira? Si hay magia en la celda que la esconde de cualquier persona con magia. Aun así, a pesar que siente el frío de la muerte en su cuello, lo disimula actuando como si en vez de la derrota, tuviese las cartas de la victoria.

Pero su actuación no dura mucho. Al Dark One sólo le basta levantar una mano para tener a la Evil Queen de rodillas, gritando de dolor.

—¡Rumpelstilskin, para! — Le suplica Belle al ver el sufrimiento en los ojos de Regina. — Esto no va a conseguir nada.

Los soldados ingresan al oír gritar a su Reina. Sacan sus espadas para atacar y el Dark One le basta solo un gesto para que queden congelados.

—Mentiste… ¡Tuviste la osadía de mentirme! — Sea lo que sea que le esté haciendo, Regina escupe sangre durante su grito de rabia. — No debería matarte… ¡Oh no! — Lanza su risa de diablillo macabro. — ¡Por qué darte tal misericordia cuando puedo torturarte hasta la eternidad!

Como se regodea del miedo de Regina. Ella sabe que no miente y puede notar el futuro que le espera bajo las garras de él.

—¡Para! — Le grita Belle una vez más, colocándose entre los dos. — Para por favor. — Otra vez se pierden en la mirada del otro, pero está vez es de sufrimiento. — ¡Esté no eres tú! ¡Sé que hay bien en ti!

—Patético. — Se burla Regina, escupiendo más sangre, y sin preocuparle en ese instante su destino. — Te encerré… te torture… ¿Y proteges mi vida? Que ilusa.

—Sólo te perdono porque no vale la pena. — Acusa Belle dirigiendo sus ojos azules llenos de determinación a ella. — No vale la pena perder el tiempo odiando a una persona con un corazón tan hueco y negro que necesita torturar a los demás para cegarse a su realidad de soledad.

Los ojos de Regina destellan en rabia hacía Belle, si ahora no la odiaba, pues ahora sí… porque Belle se dio cuenta de su naturaleza. Con sólo verla.

Rumpelstilskin detiene su ataque de tortura, no porque Belle se lo haya pedido, sino porque necesita a Regina con vida y lance su maldición. Aún es su marioneta servible. Muerta no le dará a Baelfire.

—Si no te mato ahora mismo Su Alteza es porque Belle salvó tu insignificante vida. — Sonríe con maldad otra vez, señal que planea algo que a la Reina no le va a gustar. — Eso significa que estas en deuda con ella… y me voy a asegurar de ello.

Toma la mano de su Amor Verdadero pidiéndole disculpas y le hace un corte con su garra sin prestar atención a su quejido de dolor o mirada de reproche. Empieza a recitar un conjuro que sólo Regina entiende, de ahí su mirada de horror. Quiere detenerlo pero no le queda fuerzas.

La sangre que corre del mentón de Regina y de la mano de Belle empieza a emitir un brillo y se acercan volando a la otra, juntándose y formando una esfera. Rumpelstilskin continúa hablando sin interrupción ni perder la concentración. La esfera de sangre se divide en dos, cada una con la mezcla sanguínea de las dos mujeres y vuelan a gran velocidad hacía ellas, golpeándolas sin dolor en el pecho.

—¿Qué… qué has hecho? — Murmura Belle, viendo su mano atónica.

—He creado un pacto de lealtad que prueba que Regina está en deuda de vida contigo… por lo tanto, si busca la manera de lastimarte directa o indirectamente, perderá su magia por siempre.

—¡Maldito diablo desgraciado!

—Si quieres culpar a alguien, culpa a tus soldados que hablan borrachos en la cantina y me confesaron la ubicación de Belle. — Toma a la ojiazul de la cintura. — Para alivio de ellos, tuvieron una muerte rápida y piadosa en manos de Charming que en las mías… o las tuyas.

Y una vez más, Belle fue transportada de lugar. Vuelve al lugar de antes, la playa, de seguro para esperar el regreso del príncipe Charming. Capta que Rumpelstilskin crea una fogata y hace aparecer un caballo blanco.

—¿Qué fue todo eso, Rumpel?

—Es una fogata, sirve para combatir el frío.

—No me vengas con tus juegos y habla ya. — El diablillo mueve las manos y hace gestos que significa claramente su intención de cambiar el tema. — Rumpel.

—Ella se merece morir.

—Tú no eres Dios para elegir quien vive o muere.

—¡Pensé que estabas muerta! ¡Que era mi culpa! ¡Y Regina se estaba burlando en mi cara!

—¡Matarla no era la solución al problema! ¡¿Y qué rayos fue lo que nos hiciste?!

—Ya te lo dije: ella ahora ya no puede lastimarte. — Le roza la espalda. — Verás allí un tatuaje como prueba del pacto que tienen. — Aparta su mano de allí a pesar que quiere seguir tanteando. — Es la única manera que hay para que no te moleste más.

—Esto no me gusta.

—Lo sé… y lo siento, pero no estoy arrepentido. No quiero que se vuelva a repetir, fui idiota y pagaste el precio… y me niego a perderte otra vez.

Aquello último lo dijo en voz baja, triste y roto, dejando a Belle en silencio. Sólo ha sido prisionera un año… un año en que Rumpelstilskin creyó que estuvo muerta. Creyó que la había perdido (como su hijo, piensa recordando la ropa pequeña que vio en el castillo) y que había sido su culpa.

Es el hombre más poderoso del mundo, pero lleno de depresión, culpa y pérdidas que ni su inmortalidad basta para soportar.

Le toma la mano y acaricia la palma. ¿Cómo puede seguir enojada cuando entiende su argumento y sus miedos?

—Lo entiendo… pero no fue la respuesta correcta. La venganza sólo te deja un vacío que no podrás llenar jamás, sólo con más odio y más venganza.

—¿Cómo puedes verme o tocarme de esta manera después de todo lo que hecho?

—Porque veo bien en ti. Creo en ti y no parare de luchar mientras hay luz en tus ojos.

Ella se atreve a dar el primer paso esta vez y lo besa. Un beso dulce, tímido al no ser una experta y lleno de esperanza.

Siente sus manos doradas en su cabello, entregándose por completo a ese beso, sediento como un hombre perdido en el desierto. Las manos de Belle estaban tocando el pecho de Rumpelstilskin, en la piel expuesta, cuando él se aparta. Le iba a preguntar qué le ocurría pero basta con ver como su piel dorada se mezcla con piel humana. Eso ya lo había visto antes, era a causa del Amor Verdadero y él, otra vez, anda luchando por no perder la magia y la oscuridad.

—¿Por qué lo haces? Me estas apartando de nuevo al elegir tu magia oscura.

—Es… mi problema. Hay un motivo por el cual no puedo perderla. La necesito.

—Entonces dímela, déjame entenderte.

Una explosión los obliga a ver el castillo en pleno mar. Fuego sale de allí y se ve una figura diminuta caer al agua. Parece que el príncipe ha cumplido su misión.

—¿Está bien? — Preocupada.

—Está vivo y viene por su anillo.

—Y tú no vas a decirme lo que pasa, ¿Verdad? — Lo nota desviar la vista, mover los dedos y los labios en busca de alguna excusa. — ¿Me amas pero no confías en mí?

—No es eso… son trescientos años de soledad, de decepciones y de cometer errores imperdonables. Tengo… miedo. Soy un cobarde y no tengo la fuerza de ver cómo te decepcionas de mí. Otra vez.

Belle desvía la vista un momento para pensar que hacer o decir al respecto.

—Entiendo… — Respira hondo. — No voy a rendirme pero no voy a estar contigo si no me tienes la confianza de hablar. Tampoco quiero presionarte. — Agarra el brazo del hombre más temido del mundo sin problema con una mano. — Cuando estés listo, yo estaré ahí y te escucharé. Sin prejuicios.

—Eso está bien. — Responde, moviendo la cabeza en afirmación. — Eso es mucho más de lo que puedo pedir… gracias. — Le agarra un mechón rebelde. — ¿Qué harás entonces?

La ex prisionera mira otra vez el mar, concretamente al tal Charming acercarse a nado veloz.

—Si él me lo permite… iré con él. — Sonríe emocionada. — Comenzaré mi aventura.


STORYBROOKE


Isabelle Gold mira la florería de su padre. Respira hondo, se repite que debe ser valiente y abre la puerta, ignorando el ding de la puerta.

Oscar, el empleado de piel chocolate, anda cargando un florero enorme lleno de orquídeas para una ceremonia en la tarde. Al escuchar la campana, desvía la vista para pedirle al cliente que espere un minuto y casi se le cae el florero al ver que el cliente es en realidad Isabelle.

—¡Señorita French! Quiero decir… señora Gold, lo siento… ¿Cómo esta?

—Bien Oscar, pero ya sabes que puedes llamarme por mi nombre.

—¿Qué puedo hacer por usted?

—Lo de siempre. — Lo ve asentir, siempre venía por dos arreglos florales, uno para la biblioteca y el otro para la tumba de Graham. — ¿Mi padre?

—Arriba preparando el desayuno para todos… anda con Gastón.

Isabelle hace una mueca, como si no fuera suficiente tensión entre su padre y ella, Gastón estará entre medio, metiendo la nariz y hablando de cosas que no le corresponde.

Se valiente, se valiente. No evites los problemas como Lacey.

—Voy a verlo entonces. ¿Te encargo mi pedido?

—Cuente con ello.

Se lo agradece y se pierde en la puerta que da a unos escalones que lleva a su casa de infancia. Los French tienen una casa de dos pisos, el primer nivel es la florería y el segundo es el hogar en dónde ella ha vivido con su padre desde que usaba pañales. También hay un ático escondido detrás de la escalera en dónde le gustaba pasar tiempo allí con su libro, en especial en su adolescencia y se quería esconder del fastidioso Gastón y su falta de comprensión al decirle "no".

Su hogar de soltera sigue igual. Más desordenado a falta de ella para echarle un orden o limpieza a causa que su padre es muy despistado por el agotamiento. Escucha las voces masculinas en la cocina y huele el reconocido aroma de los panqueques de su padre que ama y que por desgracia jamás le quedan igual. Aquello la hace sonreir.

—¿Papá? — Pregunta mientras se acerca a la cocina. — Papá, vine a visitarte.

Se lo encuentra totalmente sorprendido de verla allí de pie. De seguro pensaba que no volvería a verlo luego de lo sucedido en San Valentín… y es cierto que pudo venir antes y probarle que se equivocaba, pero lo de Mary Margaret y su cobardía lo fue posponiendo.

—Isabelle… que… que sorpresa.

—Bueno, ¿No es mi responsabilidad visitar a mi padre? — Sonríe para calmarlo y deja su cartera colgando en la silla que ha usado toda su vida en aquella casa.

—Claro, claro… sólo pensé que no te vería otra vez.

—Papá, no fue tu culpa. Sólo paso.

—Claro que no. — Gastón, quien había sido ignorado por ella, recupera la atención. — Si no de ese que tienes de marido.

—Primero que todo, nadie te ha metido en esta conversación. — Le acusa la bibliotecaria con mucha molestia en la voz. — No te metas en mis conversaciones con mi padre. Y segundo, no te atrevas en hablar así de mi esposo frente mío.

—¿Por qué no te gusta que te digan la verdad?

—No, porque no quiero que te metas en cosas de mi familia.

—Tu padre siempre me ha considerado de tu familia.

—Pero yo no. — Muerde ya cabreada con él. — Nunca te he considerado de mi familia a pesar que no lo entiendas, así que ¿Por qué no vas a ayudar a Oscar mientras hablo con mi padre?

—Belle, no seas mala con Gastón, sólo esta preocupado.

—No me importa. — Se espera en silencio a que Gastón bajara las escaleras para poder conversar tranquila con Moe. — Lo siento… llegar sin avisar y ser descortés en tu presencia… también por no venir a verte antes.

—No te disculpes, yo comprendo si no querías verme por lo que pasó. — La escucha reprochar. — Belle, te he golpeado con mi furgoneta. ¡Mate a mi nieto!

—No es tu culpa, tú no planeaste todo esto… sólo… sólo paso. — Sus dos manos agarran una de las de Moe, el mismo gesto que él hacía años aras antes de darle un consejo. — La perdida de mi hijo me duele. Sí, deseaba tanto ser madre, ver a mi marido actuar como padre… y sufrí al perder todo eso… pero no te culpo. Nunca te culpe.

—¿Cómo puedes decir eso, hija mí?

—Porque eres mi padre y te amo… aun en la época en que no me merecía tenerte.

En su adolescencia como Lacey hubo muchas discusiones por su rebeldía. Moe la castigaba cuando correspondía, no torcía su brazo… y siempre extendía su mano y darle apoyo. A pesar de todas sus riñas, Moe la defendía en la escuela, se aseguraba que estuviera segura con sus amigos, le ofrecía su hombro para llorar y la consentía en los libros que podía comprarle. ¿Cómo despreciar a ese hombre de harta paciencia, que sacrifico y dio todo por ella? Imposible.

—Oh Belle. — La rodea con sus brazos, con los ojos húmedos de tanto llorar. La aferra a su cuerpo como en esos días en que sólo es una niña y tenía miedo de la oscuridad. — Tengo una hija maravillosa.

—Eso es porque tengo un padre maravilloso. — También termina llorando. — ¿Por qué no tomamos el desayuno juntos?

—Me encantaría. — Le acaricia la mejilla. — Deja que vaya a darle a los chicos su porción y soy todo tuyo.

Con una sonrisa, Belle toma asiento en su silla, la que ha usado de niña, y saca su celular mientras Moe baja al negocio con una bandeja llena de comida y le envía un mensaje a Gold y así sepa dónde está.

Voy a tomar mi segundo desayuno con papá.

Las cosas van bien.

Nos vemos en el almuerzo.

No tarda en regresar Moe y luce algo tenso y pensativo. ¿Acaso el idiota de Gastón le ha dicho alguna tontería?

—¿Pasa algo?

—El hombre que trabaja para Gold te espera afuera.

—¿Dove?

—Dice que le ordenaron acompañarte durante el día. — Nota como su hija hace un gesto de cansancio por las exageraciones de su marido. — ¿Es por lo de Keith?

—¿Te enteraste?

—Ya sabes que todo se sabe en este pueblo.

—Estoy bien. La nueva sheriff me salvo y el idiota anda ahora en prisión.

—Pues en esta ocasión estoy de parte de Gold… y más le vale a ese infeliz drogadicto no ser libre que lo matare a puñetazos.

—Y estoy segura que mi marido se unirá contigo.

—Por cierto, con nueva sheriff te referías a Lucy Swan, ¿No?

—Sí, la hermana de Emma.

—Ella viene día por medio a comprar flores. Parece que Gastón le gusta.

—Pierde el tiempo, ella es demasiado inteligente para él.

—Isabelle. — Reprocha.

—No miento pero continúa.

—Pues Lucy Swan me recuerda a ti.

—¿De verdad?

—No lo digo sólo por la forma de vestir o el cabello… ni por ser ambas bonitas. —Eso último provoca una sonrisa en su hija. — Tiene ella algo en su conducta al hablar y caminar que me recuerda a ti. Incluso tienen la misma manía de tener la nariz pegada a un libro… ¡O comer para tres personas!

—¡Oye! — Reprocha pegándole en el brazo, pero su sonrisa sigue ahí. — Que curioso, yo pienso que Lucy se parece a mi marido.

—¿Gold?

—Sí. Los dos son sarcásticos, tienen humor negro, se salen con la suya, un porte elegante al caminar, astutos y…

Estoy bien, Isabelle. Es sólo que estoy preocupada por Emma.

Sí, Belle. Contigo siempre estoy bien.

—¿Y?

—Tienden en hablar con palabras neutrales. No mienten ni dicen la verdad con el fin de cerrarse con sus emociones.


Silenciosa como un ratón, Emma abre la puerta para no despertar a los demás habitantes del departamento. Deja su bolso en el suelo y cierra la puerta bien despacio.

Al darse la vuelta, encuentra a la maestra y a su hermana observándola de forma acusatoria. Puede sentir las dagas invisibles sobre su piel.

—Estoy segura Emma que cuando llegamos anoche no me dijiste que darías una vuelta… con tu bolso.

—Lucy…

—Oh, así que si te habías ido.

—Mary Margaret…

—Pero no podía estar segura de ello porque no te molestaste en decir adiós siquiera. — Le reprocha sin darle oportunidad de que se excuse. — ¿Recuerdas cuando me escape? ¿Qué fue lo que me dijiste? — Apoya su tazón en la mesa sin nada de delicadeza. — Que estábamos juntas. Que éramos familia.

—Tienes razón y lo siento, no tenía que haberme ido de esta manera.

—No. No debiste. Así que, a pesar de todo lo que pasamos, ¿Por qué sólo te fuiste?

—No quiero ser sheriff. No quiero que la gente dependa de mí. No lo quiero. Nada de esto.

Oh, Lucy conoce ese comportamiento. Es su excusa cuando tiene miedo y quiere huir. Como lo ha hecho cientos de veces en el pasado.

—¿Y qué hay de Henry?

—Lo lleve conmigo.

—Espera. — Lucy interrumpe la conversación, incrédula. — ¿Lo secuestraste?

—Quizás.

—¿Estás diciendo que no quieres que la gente dependa de ti, pero tomaste ilegalmente a tu hijo? — Dice Mary Margaret alzando un poco la voz y con burla. — Eso sí suena a un hogar estable para él. — No hay que ser listo para captar el sarcasmo. — ¿Qué diablos está mal contigo?

—Quiero lo que es mejor para él.

—¿Y escapar es lo mejor para él? ¿O es lo mejor para ti? — Murmura Lucy dolida. Otra vez. Emma desvía la vista y su hermana agacha la cabeza.

—Estás retrocediendo Emma, a la persona que eras al llegar acá. — Le dice MM tratando de hacerla reaccionar. — Y pensé que habías cambiado.

—Pensaste mal.

Eso dolió. A las dos. Pero no lo demostraron.

—Bueno, lo hayas hecho o no, ahora deberás hacer lo que es bueno para Henry.

—¿Y cuál es?

—Oh, no lo sé. eres su madre, es tu trabajo. Así que averígualo.

Y termina su regaño tomando un trago de su café. Luego va al baño alegando que debe terminar de arreglarse o llegara tarde a trabajar.

Traducción: es tu turno Lucy.

Lucy ingiere de su café en un silencio que es más doloroso que quitarse una astilla. Emma sabe que es de cuidado cuando se molesta. No por los puñetazos, sino por decir las palabras necesarias para herir.

—¿Quieres una galleta? — Pregunta mientras le ofrece un plato lleno.

—¿No estás molesta conmigo?

—Ya estoy acostumbrada a que me abandones. — Auch, primer golpe. — ¿Por qué debería gastar mi energía enojándome otra vez con una cobarde?

Sí. Definitivamente Lucy ha empezado con sus puñetazos verbales. Y duelen como siempre.

—No estoy huyendo. — Reprocha sin sentido, ya que sabe que hasta un bebé se daría cuenta que miente.

—Por favor Emma, sabes mentir mejor. — Deja el plato sobre la mesa. — Cada vez que encuentras un lugar donde por fin puedes ser feliz… te acobardas, huyes y dejas a todos heridos… y a mí me abandonas. Una y otra vez.

—Lucy…

—Y ahora te vuelves a acobardar, todo por las palabras de August. — La apunta con el dedo. — No huyes porque no quieras ser sheriff, te escapas porque estas asustada de lo que te dijo, de la magia que grita una y otra vez en tu cara pero lo ignoras.

—¿Acaso soy la única aquí que nota que esta delirando? ¡Todos deliran!

—Si de verdad crees que August está loco, habrías llamado a Whale y no huir en plena noche secuestrando a un menor de edad. Yo sé lo que vi, no estoy loca: su pierna era de madera.

—No lo viste, fue un reflejo o estabas agotada. Tuvimos mucho trabajo ult-…

—SE-LO-QUE-VI. — La interrumpe deletreando cada silaba con rudeza. — Y si no quieres creer en ello, vale, es tu asunto, pero al menos cree en esto: tú puedes ser feliz Emma. — La ve desviar la mirada y llevar las manos a las caderas. — En Tallahase, aquí en Storybrooke o donde sea… pero jamás lo serás si escapas constantemente como una cobarde. Eres mejor que eso. — Se pone de pie y da algunos pasos y queda frente a ella. — Así que tienes dos opciones: hacer las cosas bien o volver a irte y abandonarme otra vez… abandonar a Henry.

Sus últimas palabras fueron rudas. Filosas. Al final si está enojada con Emma.

—Ahora me voy a dormir que estuve histérica de preocupación por ti.

—¿No debes llevar a Syvonne a la escuela?

—Oh, ¿Me vas a criticar? Para tu información, ella ya se fue. Alegó que quería ir a Granny's a devolverle un cintillo a Ruby que le prestó.


Syvonne si fue a Granny's pero no para juntarse con Ruby, más bien se junta con Henry en la posada. Su primo mayor la llamó bien temprano, alegando que era una situación de emergencia.

—Mi mamá y la tía MM estaban muy enojadas cuando me fui. —Dice luego de saludarlo. —No me dijeron por qué pero apuesto que la tía Emma es la culpable.

—Es porque si es culpa de Emma.

—¡Lo sabía! —Celebra alzando un puño. Luego frunce el ceño igual que su mamá y tía. — Pero… ¿Qué hizo ahora?

—En palabras cortas, planeó irse en mitad de la noche.

—¿Otra vez? — Bufa en señal de molestia. — Siempre hace lo mismo. A mamá le encanta viajar pero el por qué ha empezado a hacerlo es porque la tía Emma siempre la deja y mi mamá termina triste y se cansa de esperarla, por lo tan-… oh… ¡Oh! — Se da cuenta entonces de lo serio que es el asunto. — Si la tía Emma se va, no se podrá romper la maldición.

—¡Exacto! Tenemos que hablar con August e idear un plan. — Y suben las escaleras corriendo.

No tardan en llegar a la puerta de August, tocan al mismo tiempo, paranoicos y gritando el nombre del escritor.

—Un momento. — Escuchan y, después de unos minutos eternos, August por fin abre la puerta. Se ve cansado. — Hola chicos.

—August, tenemos una emergencia. — Exclama Henry mientras entra con Syvonne detrás. — Tienes que ayudarnos.

—¡Mi tía Emma quiere irse!

—Chicos, cálmense, más despacio.

—Se supone que ibas a hacer que mi tía creyera en la magia y en la maldición.

—¡Y en vez de eso quiere huir de Storybrooke!

—Lo sé Henry, Syvonne… pero he fallado. Lo siento.

—Fallaste. — Murmura Henry, triste.

—Trate de enseñarle. Al principio fue mi pierna y ahora… — Suspira. — Véanlo ustedes mismo.

El escritor, cojeando hasta el escritorio en busca de apoyo (cosa que extraña a los niños) y se va remangando su manga derecha y los chicos se asombran al ver su brazo de…

—¡Es de madera! — Gritan al mismo tiempo.

—Si lo es.

—¡La maldición es real!

—Que chicos listos.

—¡Y tú eres Pinocchio!

—¿Qué me delato? — Bromea.

—¿Por qué estas convirtiéndote en madera? — Cuestiona Syvonne mientras ladea la cabeza. — Blue Fairy te convirtió en un niño de verdad al final de tu historia.

—Estoy siendo de madera otra vez porque no he sido un buen niño exactamente. Y… bueno, si la maldición no se rompe, esto no se va a detener.

—Entonces, si le mostramos a Emma que te estás convirtiendo en un títere de madera, ella creerá en la maldición y ayudara a romperla.

—Lo siento Henry, pero ya lo intente. Como ella no quiere creer, no puede verlo. No hay nada más que yo pueda hacer.

—¿Y mi mamá? — Pregunta Lucy preocupada. — ¿Ella tampoco puede verlo?

—Lucy es distinta a Emma, ella si pudo verlo… pero no basta. Se necesita a las dos.

—El libro dice que sólo Emma es la Salvadora.

—Pero Rumpelstilskin, el Dark One, ha predicho que son las dos, Henry… el abuelo de Syvonne nunca se equivoca.

—¿Habla del señor Gold? ¿De verdad es el padre de mi mamá? —Syvonne se oye emocionada, incluso los ojos le brillan. — ¿Y la señora Gold su madre?

—Sí, lo es. — August le sonríe a pesar del agotamiento.

—August, tenemos que hacer algo rápido para que Emma se quede y rompa la maldición.

—Por favor, ayúdanos.

—No hay nada que pueda hacer… y el tiempo que me queda, me gustaría pasarlo con mi padre.

—Marco. — Otra vez hablaron sincronizados.

—Se los dije, son niños listos. — Como puede con sus movimientos limitados, agarra a cada uno de un hombro. — Me temo que quedo fuera de la Operación Cobra… ahora todo depende de ustedes.

Los chicos, derrotados, salen del cuarto y se apoyan en la puerta, preguntándose qué hacer.

—¡Hey! — Syvonne tiene una idea. — August dijo que el señor Gold es el Dark One.

—¿Y? ese es uno de los personajes más temidos y peligrosos. Más que mi madre.

—Y es mi abuelo, no lo olvides… pero a lo que quiero llegar es que el señor Gold fue entonces el que advirtió a Snow White y al príncipe Charming sobre la maldición, que la tía Emma y mi mamá salvaría al mundo de los cuentos de la Evil Queen.

—¿A dónde quieres llegar?

—¡Que es vidente, Henry! ¡Y eso nos puede ayudar!

—¿Cómo?

—Leí en un manga que en realidad hay muchos futuros y uno va al futuro de acorde a la decisión que tomas… el efecto mariposa lo llaman. — Junta sus manos de emoción. — ¡De seguro él ha visto este tiempo y muchos futuros alternos!

—¿Y qué hay con eso? No te entiendo Syvonne.

—Qué nos puede guiar a que la línea de tiempo, el futuro, sea el que queramos.

—Un futuro en que Emma se queda y le gana a mi madre… ¡Eso es genial Syvonne! ¡Eres una genio!

—¡Gracias! ¡Luego te enseño el manga!

Llenos de esperanza corren con destino a la tienda de Gold. Está cerrada pero el Cadillac presente, así que corrieron a la puerta de atrás y golpean, llamando al hombre.

—¡Es una emergencia, señor Gold! — Insistieron.

Por fin se abre la puerta y ven al hombre mitad curioso y mitad molesto de que lo interrumpan en su mañana y no entiendan el significado de su letrero de cerrado. Pero al ver que son Henry y Syvonne, se le pasa su mal humor y les ofrece té una vez los deja entrar.

—¿Qué puedo hacer por ustedes?

—Necesitamos su ayuda, señor Gold. — Anuncia Henry.

—¿Y en qué puedo ayudarlos?

—Mi tía Emma se quiere ir, no quiere cumplir su deber de Salvadora.

—¿Disculpa? ¿Salvadora?

—Deje los juegos, señor Gold, nosotros ya sabemos que recuperó sus recuerdos y que usted es una especie de mafioso.

—Que sutil, primo. — Reprende la niña.

A Gold se le escapa una carcajada, los invita a tomar asiento mientras saca dos tazas más.

—Ya saben entonces que me conocen como el Dark One.

—¿Es verdad? — Syvonne se emociona de golpe, sabiendo lo que significa. — Que eres el papá de mi mamá.

—Sí, lo soy… también soy tu abuelo.

—¡Genial! — Junta sus manos y ve a Henry. — En cuando la maldición se rompa, esas niñas pesadas ya no me molestaran si saben quién es mi abuelo.

—Pensé que no te importaba que te festidien.

—Sí, me da lo mismo su actitud tonta, pero no está de más darles un susto, ¿No?

—Supongo que tienes razón… pero no estamos aquí para confirmar parientes.

—Claro, porque tú no tienes ese problema.

—Niños. — Gold interrumpe la disputa. — Compórtense y díganme por qué han venido.

—Lo sentimos. — Dijeron a la vez.

—Me estaban comentando que la señorita Swan se iba.

—Mi tía Emma quiere huir de su papel de Salvadora.

—Y Syvonne tuvo la idea e venir con usted y ayudarnos a tomar el futuro correcto.

—El efecto mariposa. — Sonríe mientras deja las tazas en la mesa ya servidas. — Un método útil para las personas que vemos el futuro. — Ve a la pequeña entonces con una sonrisa de orgullo. — No hay duda que eres mi nieta.

—¿Puedes ayudarnos entonces?

—Ya lo he hecho. — Toma un sorbo de su té, divertido de las pequeñas miradas sorprendidas. — En estos momentos tu madre, Henry, le ha enviado al Sombrerero una tarjeta con el fin de pedirle ayuda… por eso me anticipe y hable con él primero.

—¿Para qué no la ayude? — Cuestiona Henry lógicamente.

—Al contrario, necesito que la ayude sin dudarlo. — Su pequeña audiencia esta confundida. — Como ya saben, si han leído el libro, la magia siempre viene con un precio. — Los ve asentir. — Muy bien, pues el precio que deberá pagar Regina si consigue lo que necesita de Jefferson es, curiosamente, lo que la Salvadora necesita para abrir sus ojos de una vez y creer.

—¿Y cuál es?

—¿No es obvio Henry? — Le reprende Syvonne alzando sus cejas. — Eres tú. Porque, enojado o no con tu mamá, ella de verdad te quiere.

—Syvonne tiene razón Henry. — Suspira y toma otro trago de té. — Lo que Regina quiere es su manzana envenenada. Una vez que la obtenga, se la dará a Emma y caerá bajo la maldición del sueño… y todos nosotros estaremos atrapados aquí por siempre… al menos…

—¿Al menos? — Otra vez sincronizados.

—Al menos que tú te adelantes Henry… y consumas la manzana primero.

—¿Qué?

—¿Yo?

—¿Podrás tomar el riesgo?

—¡Espera un momento! — Exclama Syvonne aferrándose a Henry como si fuera a desaparecer. — ¡Es peligroso! ¡Si la tía Emma no lo consigue, Henry podría morir!

—Conozco los riesgos y lo siento, Syvonne… pero desafortunadamente es la única manera que Emma se quede.

—¿Y qué hay de mi mamá? Ella cree, vio la pierna de August convertirse en madera. ¿No es suficiente? ¿No dijiste a los demás que ella también es la Salvadora?

—Lucy no es la Salvadora. Mentí. — Otra vez los chicos se sorprenden. — Si decía que era la Salvadora, la protegerían también de Regina.

—Porque si no… mi mamá iba a matarla. — Descubre Henry luego de pensarlo. — Tenías que protegerla de ello.

—Nunca fueron dos Salvadoras, siempre ha sido Emma Swan.

—Y eso significa que sólo Henry puede morder la manzana. — Sentencia Syvonne triste, incluso está al borde del llanto. — No quiero que Henry muera.

—Todo va a salir bien, Syvonne. — Asegura Henry con toda la valentía que puede reunir con casi once años de vida. También se siente emocionado, de alguna manera va a actuar como un héroe. — El bien siempre triunfa sobre el mal en mi familia.


FAIRY TALE LAND


Charming cabalga sobre el corcel blanco que le facilitó el Dark One, llevando a Belle en la espalda y es quien lleva el anillo para guiarlo.

—¡Estamos cerca!

Con una orden, el caballo aumenta la velocidad, dobla donde Belle le indica y desvían obstáculos sin problema, ya sea saltando o agachándose.

Por fin distingue a los lejos a los enanos rodeando algo que no supieron hasta tenerlo ya cerca: una mujer dormida… no, muerta dentro de una urna de cristal y vestida de blanco.

—¡No! — El grito de Charming está lleno de dolor que Belle no tiene duda que esa mujer es Snow White.

—Has llegado tarde príncipe, ya se ha ido. — Dice Doc con tristeza.

Charming ya se había bajado del caballo y corre a la urna, dejando que Belle se las arregle sola para bajar. Ella no tiene ni un problema en conseguirlo y, acariciando al caballo, mira a todos hasta reconocer a uno de ellos.

—¿Dreamy?

—¿Belle? — El enano se acerca y los dos se funden en un abrazo. — ¿Qué ha sido de ti?

—La historia es larga, pero tú… luces distinto.

—Digamos que ya no me llamo Dreamy.

—Dejen que me despida de ella. — La suplica de Charming interrumpe la conversación y todos quedan atentos a sus movimientos.

Los enanos trabajaron juntos en levantar la tapa de la urna. Snow White se ve tan pacífica que cualquiera creería que sólo anda tomando una siesta. Charming, con los ojos llorosos, se inclina y besa a su princesa en los labios.

Entonces una brisa nace entre los dos que cubre todo el bosque… y Snow White despierta.

Todos miran incrédulos y felices al mismo tiempo. Belle mira al príncipe ya llorando de felicidad y a Snow White incorporarse y mirar su alrededor.

—El Amor Verdadero rompe cualquier maldición. — Susurra tras comprender el milagro.

—Me has encontrado. — Es lo primero que dice Snow White, viendo a Charming.

—¿Acaso lo dudabas?

—La urna de cristal me ha cuestionarlo.

Charming se ríe y le roba otro beso.

Ahora ellos caminan por la playa mientras los enanos y la nueva del grupo les concede un momento de intimidad.

—¿Cómo me encontraste?

—Con esto. — James le enseña el anillo. — Me guio hacía ti. Y ahora… no quiero que se aparte de tu dedo. — Y termina el discurso colocándose de rodillas frente a ella. — ¿Te casarías conmigo?

La princesa no responde aun y ya le estaban colocando el anillo. Pero eso no molesta a Snow, al contrario, sonreía de emoción.

—¿Qué crees tú? — Lo toma de las mejillas y le roba un beso.

Pero tal como lo inicia, lo corta abruptamente.

—¿Qué pasa Snow?

—Aún está el asunto de tu padre y mi madrastra.

—Oh… cierto… pues estoy abierto a sugerencias.

—Tengo una idea. — Ve el castillo del rey George a lo lejos. — Tomemos el reino.

—¿Cómo?

—De la misma forma que hacemos todo: juntos.

—Y pueden contar con nosotros. — Se anuncian los enanos con Belle detrás.

—Conmigo también. — Dice ella ya frente a Snow White. — Sé que nos estamos conociendo y eso… pero quiero luchar y ayudar a liberar el reino… aún si no sé cómo usar una espada.

Snow White sonríe contenta y comprensiva.

—Cualquier ayuda es bienvenida… soy Snow White.

—Y yo soy Belle.


STORYBROOKE


Lucy observa a su hermana empacar y Emma se desespera de su mirada.

Pero la decisión ya está tomada.

—¿Por cuánto tiempo te vas a quedar?

—Creo que hasta que Regina me quite el trabajo. — Lucy se encoge de hombros. — Luego creo que iré por América Latina.

Tocan a la puerta y las dos se miran, siendo conscientes que es Henry y aquí es cuando viene la charla complicada.

—Hola Henry. — Saluda Lucy una vez abre la puerta. — ¿Vienes a hablar con Emma?

—Sí… se oyó rara en el walkie.

—Bien, los voy a dejar solos que voy a ver una cosa con Syvonne.

—Gracias Lucy. — Agradece Emma. Espera a que su hermana desaparezca por la escalera antes de hablar. — ¿Cómo te fue en la escuela?

—Como siempre… ¿Todo está bien por aquí?

—Sí, sólo… — Suspira hondo y lleva sus mechones rebeldes detrás de sus orejas. — tenías razón ayer. No debí llevarte fuera de Storybrooke… pero yo ya no puedo quedarme.

Bien, es hora del show, piensa Henry esperando que le den un Oscar si es convincente.

—¿Qué? — Se ve sorprendido e incrédulo a los ojos de Emma.

—Me tengo que ir.

—¿Estás hablando de dejar Storybrooke?

—Sí. Ya hable con Regina y quedamos en un acuerdo. Nos seguiremos viendo, solo… no todos los días.

—¡No puedes confiar en mi madre! — Le grita inquieto y tratando de mostrarse razonable en su argumento. — Emma, sólo estas asustada y es normal. Les pasa a todos los héroes.

—¡Henry, esto es la realidad, no una historia! — Lo toma de los hombros. — Esto tiene que parar, debes dejar de faltar a las clases y confundir la realidad con historias.

—Tú… tú no me crees.

Guau, su actuación de verdad está funcionando. Debería pensar en la carrera actoral.

—Las cosas van a cambiar pero no te preocupes que vendré a verte. Ya hable con tu madre, use mis poderes y no miente… te va a cuidar bien.

—¡Claro que no! ¡Ella quiere matarte, Emma, porque eres la única que puede derrotarla!

—Para Henry, Regina tiene su temperamento, pero… ¿Matar? Eso es una exageración.

Henry la abraza. Emma cree que es sólo por estar afectado por tener que irse… pero en realidad el chico sólo busca el aperitivo que su madre preparó con la manzana envenenada para la Salvadora.

La encuentra.

La empanada de manzana sobre la mesa.

Bingo.

—¿Dónde conseguiste eso?

—Me lo dio Regina.

—¿Es de manzana?

—Sí… ¿Y?

—¡¿Qué no lo ves?! ¡Es un truco de mi madre! ¡Está envenenada y por eso ha sido tan amable contigo!

—Henry, de verdad tienes que parar en pensar así.

—¡Pero estoy diciendo la verdad y lo voy a probar!

—Henry, ¿Qué estás haciendo? — Regaña al verlo sostener la empanada.

—Lamento llegar a esto. Puede que tú no creas en la maldición, pero yo si creo en ti y sé que me salvaras. Que salvaras a todos.

Y termina su discurso dando una mordida grande a la empanada.

Nada.

—¿Ves? No hay veneno. ¿Quieres comerlo con helado mientras…?

De golpe, Henry colapsa y cae al suelo.

Hay un silencio total a causa del shock, no puede creerse la rubia lo que ven sus ojos. Aturdida, Emma corre hacía él, rompiendo aquel silencio, gritando el nombre del chico.

—¡Henry! ¡Henry!

—¡¿Qué pasa?! — Lucy baja corriendo, Syvonne detrás de ella, una vez escucharon los gritos.

—¡Henry colapso! ¡Fue envenenado o algo!

—¡Llamaré a urgencias!

Buena suerte Henry, piensa Syvonne triste apenas cae de rodillas al lado de su primo mientras el par de adultos se pone a trabajar.