Disfrutamos del calor porque hemos sentido el frío. Valoramos la luz, porque conocemos la oscuridad. Y comprendemos la felicidad porque hemos conocido la tristeza.

David Weatherford.

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Capítulo beteado por Zaida Gutiérrez Verdad

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Trece de diciembre del 2008

(Meses antes del secuestro)

Diciembre sólo le daba tristeza y recuerdos por la falta de su padre, muy a su pesar el mes que significaba alegrías para muchos era lo peor para Bella, tomó su calendario con el número trece resaltando en la página actual, hoy quizás era el peor día de todo el año, el más miserable desde hace años. Nada se comparaba con aquellos hermosos días con su padre, le dolía su ausencia, le costaba respirar cada vez que la imagen de Charlie venía a su mente.

Miró la fotografía que descansaba arriba de su mesa de noche, aquella que estaba arrugada de tanto que la había tomado mientras derramaba lágrimas sobre ella, fueron largas noches, meses, y años en los que seguía reclamándole al destino por haberlo quitado de su vida.

Limpió sus lágrimas con el dorso de su mano, poniendo especial atención a la fotografía. En esa imagen se mostraba su padre cansado, el cáncer estaba haciendo estragos en él, pero eso no fue impedimento para que Charlie cargara en brazos a una adorable niña de dos años arriba de sus hombros, Bella mostraba una sonrisa mientras jugaba con la calva de su padre por las quimioterapias.

Dos años después de aquel hermoso día él perdería la batalla contra el cáncer, dejando a una pequeña de cuatro y a su madre solas, no era justo cómo se había marchado con el dolor que le producía dicha enfermedad.

Ella quería seguir llorando su ausencia, pero cada vez que lo hacía su madre se deprimía y verla sufrir era demasiado para ella, Bella era pequeña cuando Charlie partió, no recuerda mucho de él, pero eso no le impide sufrir por su recuerdo, por otro lado, su madre compartió varios años con él y su imagen aún permanecía en su memoria como si fuera del día de ayer, no quería hacer sufrir más a su madre, tenía que salir y dar una sonrisa aunque fuera una máscara, tenía que mostrarse valiente para no hacer flanquear a Renée.

Era una hermosa mañana, no tenía que dejarse derrotar. Suspiró fuertemente, llenando sus pulmones de aire fresco, tenía que librarse del pasado. Salió de su cama apresurada, miró su armario, eligiendo un atuendo especial, no sabía qué ponerse para aparentar lo contrario, tal vez elegir un vestido aquel día la haría sentirse especial, tenía que sentirse linda y segura para que los malos ratos no retornaran a su mente.

Veía la variedad de ropa que muchas veces se negaba a usar, que pasó invertido el sonido del teléfono.

—¿Bella? —Escuchó la voz de Renée en la puerta y se acercó a abrirle, viendo cómo la castaña sostenía el teléfono en sus manos, se dio cuenta del rostro ensombrecido de su madre, dándole eso más valor para reanimarse—. Jake está en la línea. —Le dio el teléfono enseguida mientras Bella se preguntaba qué hacía Jacob llamando el sábado por la mañana.

Vio a Renée dudosa, ella sólo le regaló una sonrisa y se fue de su habitación.

—¿Jake? —preguntó extrañada.

—Bella, disculpa por molestar a esta hora, pero tengo algo que contarte, vine a la cafetería donde trabaja tu amorcito. —Escuchó cómo se burlaba, se sintió enrojecer al imaginarse al moreno diciendo eso cerca de Edward.

—¿Qué demonios haces?, ¿aún estás allí? —Inquirió enojada—. Jacob, ya te he dicho que no hagas eso, para Edward soy una amiga más, él podría alejarse de mí si sabe de mis sentimientos.

—Tranquila, él no está aquí, te llamo para darte una información de primera. —El corazón se le detuvo, esperando lo que Jacob tenía que decir, sólo rogaba para sus adentros que Edward no tuviera novia—. Bella… ¿Sigues ahí?

—Sí Jake… vamos, dime de qué te enteraste.

—Bueno, antes que nada, esto es confidencial. Tú sabes que soy amigo del trabajador al que a veces tu amorcito deja a cargo y me comentó que él cumple años hoy. —Notó que Jacob reía mientras ella callaba ante la sorpresa—. Creo que cumple unos veinticuatro o tal vez veinticinco, está muy viejo para ti, ¿no crees?

Ella sonrió levemente, tenía una idea de la edad de Edward, pero por lo general él nunca hablaba de sí mismo, siempre la escuchaba y la hacía reír en el poco tiempo que se veían después de la escuela, pero jamás le contaba nada de su vida.

—¿Estás seguro de lo que me dices? —Su amigo resopló frustrado.

—Tan seguro como de que debes venir lo más linda que puedas y acompañarme a desayunar. Vamos Bells, yo estoy primero en la fila y debo quererte mucho como para darte información de mi eterno rival.

—Jake, ya te dije…

—Lo sé, Edward no tiene rival en tu corazón… ¡Te espero en quince minutos! —Sonrió de la nada cuando Edward vino a sus pensamientos.

—Espero que no sea una broma —dijo por lo bajo volviendo a su tarea y miró todo su guardarropa minuciosamente.

—Por supuesto que no Bella, vamos, te espero.

Colgó enseguida y sacó una serie de vestidos más sugerentes, tenía que estar a la altura de Edward, verse como mujer para él y no como la hermana menor que seguramente Edward veía en ella.

Tomó un vestido corto y casual, era color verde, resaltando la tonalidad de su piel, se pegaba a su cuerpo como guante, pero a pesar de eso no era demasiado atrevido como para la ocasión, era un almuerzo casual con un compañero de la escuela.

La idea era mostrar, pero no mucho. Verse sensual, mas no vulgar. Sugerir, mas no ser arriesgada, tenía que platearse una faceta que pudiera desconcertar a su amigo y hacerse notar de otra forma ante él.

No hay nada de malo, se dijo mentalmente.

Observó su rostro con detalle, pensando que quizá había llegado la hora de utilizar un poco de maquillaje

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El calendario mostraba una fecha sombría para él, Edward prefería olvidarse del día que vivía cada vez que el mes de diciembre tocaba a su puerta, cómo el número trece representaba la mala suerte, en su vida, como en la de su familia, el día actual era un mal presagio.

Su celular indicaba que el día trece de diciembre había llegado, cumplía veinticuatro años en este mundo lleno de tristeza y agonía.

Estaba solo en el departamento que guardaba los recuerdos que él se había encargado de desechar, miró su alrededor con recelo mientras tocaba su frente con dolor.

Su vida estaba vacía a pesar de tener mucho gracias a sus padres y a su esfuerzo, tenía lujos en su departamento que quizás la gente que lo rodeaba hoy en día no se imaginaba, sus negocios seguían prosperando en Europa, pero todo lo manejaba con cautela.

Su familia no tenía que enterarse de sus movimientos, tenía que aferrarse a sus pasos a seguir. Aro sólo estaba al tanto de su rival, que le estaba quitando contratos con las principales navieras y estaba adquiriendo propiedades con mayor rigidez y todo gracias a la movilización de gente que trabajaban para él.

El dinero, el poder y la avaricia estaban acabando con él, muchas veces pensaba que si su madre lo viera se sentiría decepcionada, muchas veces preferiría anhelar lo que muchos hacían, buscar la felicidad a lado de una chica, ver un futuro prometedor y cuidar a sus hijos como el mayor tesoro.

Pero eso no era para él.

Su vida había sido alterada desde su nacimiento, viéndose amenazada por la promesa de que Anthony le ganaría en todo, las armas y dinero lo cambiaron por completo, siendo un ser perdido desde el comienzo.

Se levantó de la cama tratando de calmar su dolor de cabeza, buscó sus píldoras en los cajones de la cocina, viendo su celular en la encimera, se fijó en la hora mientras tomaba su medicamento, estaba distraído, tenía que sacarse lo que lo tenía mal, fijo su vista en el celular otra vez con cierta cautela.

Era inútil pensar que alguien lo llamaría, se había escondido de todo aquel que quisiera algo de él, nadie recordaría lo que incluso él se había esforzado en olvidar. Toda su vida antes de la traición de su familia.

Se sentía desolado y eso era lo que quería evitar. Se levantó de su asiento recorriendo el departamento completamente ordenado.

Una de sus manías era querer controlar todo, y eso incluía sus cosas, tenía una adicción al orden y las armas, después de eso no necesitaba nada más.

Una sonrisa irónica asomó en su rostro, era evidente que necesitaba compañía, pero quería alguien con quién satisfacer sus deseos, una mujer que satisficiera su instinto de controlar en las sábanas, necesitaba sacar aquella soledad con una hermosa joven, no habría mejor festejo que una velada de desenfreno.

Era el único día en el que cumplía veinticuatro, jamás pasaría tal fecha y su plan era disfrutarlo siendo el cazador que ocultaba en el fondo de su ser, tenía en claro que no caería bajo pagando por servicios a cualquier sexoservidora, quería tener la pasión y la entrega de una joven hipnotizada por sus encantos, por aquellas trampas que solía poner para atrapar lo que quería.

Caminó por su habitación abriendo el closet que estaba evitando desde el día que llegó, había trajes Armani que antes portaba con lujo, hoy aparentaba ser otro, así que resguardó todas las comodidades de la vista de los curiosos, siendo un Edward completamente diferente.

Se desvistió perdido en sus pensamientos, se metió en el baño dispuesto a tomar una ducha, el agua fría empezó a recorrer su cuerpo lentamente, la temperatura del agua lo hacía despejar sus ideas, pero a pesar de la frialdad no podía dejar de sentir la necesidad de aplacar su lujuria, cerró los ojos concentrado, siendo embargado por la imagen de Isabella.

Sonrió torcidamente, esa niña tenía el poder de robar sus pensamientos, estaba seguro de que debía mantener el control de algo y, por el momento, únicamente tenía a su oveja, ella podía tranquilizarlo en sus momentos malos, con una de sus sonrisas podía olvidar cualquier pesar… Y era para él.

Estaba seguro de una sola cosa, Isabella Swan le pertenecía, no sabía a qué grado podía llegar su amistad con ella, pero quería que sus ojos lo mirasen sólo a él, estaba entusiasmado con el hecho de que lo buscara a él para contarle su vida y sus penas, sabía que podía invadir su mente con una sola palabra.

Miró su erección que se erguía orgullosa, tomó su dureza pasando su mano lentamente en ella, quizá no veía a su oveja como una amiga, quizá era uno de sus deseos más profundos.

El ver sus ojos mientras perdía la cordura cuando su erección se hundiera en lo más profundo de su cuerpo, sentir sus uñas clavadas en sus hombros mientras ella rogaba por más.

Sacudió su cabeza para despejar sus pensamientos, se horrorizó por lo que estaba haciendo, no debía pensar en Bella así, no debería imaginar cómo la haría suya.

Se concentró en terminar su baño, salió con una toalla sujeta a sus caderas mientras con otra secaba el exceso de agua de su cabello cobrizo, trataba de no pensar en lo anterior, posiblemente su hambre de sexo lo hacía imaginar muchas estupideces.

Volvió a su armario lentamente, sacando su elección. Desplegó la ropa en su cama mientras optaba por terminar de secarse, se enfundó en un traje negro con zapatos a juego, veía su reflejo en el espejo, observó todas las corbatas que antes coleccionaba, pero al echar una nueva vista a su reflejo decidió no usar ninguna, pasó su mano por su pelo, sintiéndose listo para salir de su apartamento.

Estaba listo para salir de su encierro que él solo se había autoimpuesto, tomó su Rolex, que tenía guardado en un cajón olvidado, siendo embargado por la satisfacción de verse tal cual era una ves listo.

Bajó a su cochera con calma y notó que el portero se desencajaba al verlo, estaba seguro de que parecía una persona diferente, era el que debía ser, no la imagen de un chico tonto que quería irradiar lastima y caer bien a todos.

—Señor Masen. —Escucho que lo saludaba el señor Ryan, él únicamente asintió pasando de largo y miró su deslumbrante Volvo plateado.

Era su día y no lo desperdiciaría lamiéndose las heridas, como acostumbraba hacer, sonrió radiante encendiendo su vehículo.

—Feliz cumpleaños —dijo para sí.

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El bullicio de cada sábado resonaba en la cafetería, estaba llena a pesar de ser tarde, vio que Jake estaba sentado en una mesa al lado de la ventana, tomando un postre. Monitoreó todo el lugar, pero no había rastro del peli cobrizo.

Se sentía avergonzada de cómo iba vestida, todo iba de maravilla hasta que se percató de que robaba las miradas y piropos en el camino, ahora estaba insegura de entrar al lugar y que las personas la miraran diferente.

Bufó frustrada cuando vio a Jacob mirar el reloj, eran la ropa y el maquillaje lo que la hacían diferente, no debía tener miedo a la reacción de la gente.

Era inútil. Edward ni siquiera estaba en el lugar, posiblemente estaría festejando con alguien más.

Estaba dispuesta a irse cuando escuchó un auto acercarse a gran velocidad, volteó hacia la calle, quedándose impactada con la imagen del Volvo que aparcaba frente al establecimiento, se quedó helada al ver a Edward bajar del vehículo, soltando el aire contenido al escanear su atuendo como un hombre completamente diferente, vio como los ojos verdes estaban dispuestos a mirar en su dirección y se escondió detrás de un muro.

Era evidente que tenía planes, se imaginó a una mujer colgada de su brazo mientras él lucía una sonrisa que pocas veces mostraba con ella. Los celos la embargaron de un momento a otro, siendo esa la motivación suficiente para entrar al lugar.

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Entró sintiendo como las voces disminuían por su llegada, miró a un grupo de jóvenes que dejaban de comer al ver su aspecto, guiñó un ojo en su dirección, recibiendo varias sonrisas coquetas y sonrojos, se fue detrás del mostrador, donde su asistente lo esperaba, quería dejar todo en orden para poder festejar en algún otro lugar.

Escuchó las demandas de su compañero de universidad, mirando las mesas como un punto muerto.

—Se me olvidaba viejo, feliz cumpleaños. —Escuchó decir a Albert—. Ya eres un anciano. —Sonrió amargamente ante su felicitación—. Y por lo visto tienes planes…

—Hoy me toca disfrutar. —Se limitó a decir, miró a Albert esperando respuesta, pero vio cómo su cara se desencajaba por completo mientras observaba algo en la entrada.

—Espero que no sea con ella. —El cazador miró en la dirección de sus ojos y quedó clavado en el piso—. Esa chica me encanta, está hermosa y es un deleite para cualquiera. —Sus músculos se tensaron al escuchar a su compañero.

Isabella estaba en el marco de la puerta, sonrojada ante las miradas atrevidas, llevaba un vestido verde que lo hacía perder la razón, la vio sonreír hacia un lado del establecimiento, siendo ese un gesto suficiente para suspirar con pesadez, escaneó su caminar, viendo sus largas piernas y sus hermosas curvas. Al dar la vuelta se permitió ver el escote de su espalda con la creciente necesidad de clavar sus dientes en la blanquecina piel.

Soltó un gemido contenido cuando observó cómo se acercaba a una mesa con un maldito adolescente esperándola, vio cómo el estúpido muchacho la repasaba entera con una cara de lobo hambriento dispuesto echársele encima, apretó los puños con rabia. Estaba dispuesto a echar a perder la vista de aquel idiota.

—Estúpido Jacob suertudo… Espera. ¿Qué no es tu amiga, la que viene a visitarte todos los días? —añadió Albert, desencajado con aquella observación—. Se ve completamente diferente, ahora entiendo, ¿vas a salir con ella? —preguntó viendo que la mandíbula del peli cobrizo estaba tensa, sus ojos verdes llameaban de rabia mientras repasaba una y otra vez la silueta de su amiga.

—Adivinaste. —Escupió con voz oscura.

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Se sentía nerviosa, podía sentir la mirada de Edward clavada en ella, su amigo no dejaba de hablar y él de mirarla.

—Estas hermosa Bella, te dije que era buena idea venir, acaba de llegar hace un momento —dijo mostrando su radiante sonrisa.

—Sí, acabo de verlo en la entrada. —Sintió que el moreno le tomaba la mano de forma sugerente—. Jacob, ¿qué haces? —preguntó molesta.

Él sonrió y acarició su palma lentamente.

—Juego un poco, vamos Bella, no seas aburrida, te daré un consejo… —susurró cerca de ella, miró al mostrador sonriendo para después acercarse más al oído de la castaña, que lo miraba expectante—, lo ideal es jugar sucio, tú dices que él no tiene ojos para ti de esta forma, sin embargo, desde que llegaste no ha dejado de mirarte como hipnotizado…

—Eso es porque estoy vestida así…. —explicó confundida.

—En parte, y la otra es porque estoy contigo amor…. Piénsalo. Él está seguro de que te tiene porque cualquiera con dos ojos en la cara puede ver lo que sientes por él, ¿pero qué pasaría si un día te ve con otro? —Terminó de decir alzando sus pobladas cejas.

—Estás loco Jake. —Le dijo sonriendo.

—No Bells, en la guerra y en el amor todo se vale. —Se acercó de forma provocativa para besar su mejilla, pero se detuvo a unos centímetros dejando a la castaña estupefacta—. En estos momentos él mira hacia acá, te daré un beso en la mejilla lentamente y después me sonreirás y acariciarás mi pelo, en esa secuencia actuaremos después de eso, verás lo que los celos pueden provocar —dijo sin aliento mirando sus ojos—. Te mostraré el poder que tiene la sensación de perder algo… ¿Aceptas? —Ella no sabía qué decir, miró de reojo a la barra y vio a Edward observando, se sintió poderosa y verlo perder la razón por ella era lo que más quería—. Pero te lo advierto, si él no viene hacia aquí están más que claros sus sentimientos por ti, esto es una prueba, tu prueba para ver su reacción, sabiendo todo esto, ¿estarías dispuesta a hacerlo?… —Se perdió en los ojos negros de Jacob, no sabía qué era lo que quería saber, que el peli cobrizo no la quería sería terrible, pero prefería desengañarse ahora que después, cuando estuviera más perdida en él.

—Quiero hacerlo —contestó por lo bajo, una amplia sonrisa fue su respuesta, esperaba estar segura de esto.

—¿Recuerdas la secuencia? —Vio como Bella afirmaba—. Perfecto.

La castaña se inclinó tímida, el moreno la encontró en el camino, sonriendo lo más que podía, tomó su rostro en lo que parecía ser una caricia íntima, acercó sus labios lentamente a su mejilla, depositando un ligero beso que pareció durar una eternidad, el cazador analizaba cada uno de sus movimientos, sintió como sus latidos se aceleraban con la imagen de su propiedad coqueteando con otro.

Aprovecho que Albert atendía una mesa para brincar el mostrador con maestría, importándole un comino si aquel movimiento dejaba a la vista lo que él negaba ser.

Caminó seguro a la mesa donde estaba Isabella, fulminando a la pareja cada vez que se acercaba.

—Viene hacia aquí, le interesas —masculló Jacob, pero ella no lo escuchó.

—¿Qué dices? No te…

—Buenas tardes. —La melodiosa voz de Edward resaltó entre ambos, el moreno retrocedió a su lugar mirando a Bella con un brillo en sus ojos—. Esperaba que fueras a saludarme. —Escuchó el pedido, pero sonó más como un reclamo. Estaba estupefacta, el plan de Jacob había resultado, lo miró perpleja sin que las palabras salieran, aquello sólo molestaba más al peli cobrizo—. Creí que vendrías a verme ahora. —Mencionó desesperado y no notó que había cometido una indiscreción.

Isabella miró a Jacob, que sonreía mientras veía a Edward.

—Perdona. —Consiguió decir al fin, miro la expresión molesta de su bello rostro, quedándose sin aliento—. Vine a acompañar a mi amigo. —Notó cómo alzaba la ceja de forma altanera cuando observó al moreno—. Él es Jacob, Jake, él es Edward. —Este último estiró la mano para saludar, a lo que su amigo respondió, se quedó viendo el intercambio de testosterona.

—Mucho gusto —dijeron al unísono, sintió la mirada verde en ella, volteando para encontrarse con esos ojos.

—Estaba esperándote, estoy a punto de marcharme, así que no demores —dijo con el rostro inescrutable—, espero no haber interrumpido nada —añadió lo último mirando al moreno, que estaba serio por su petición—. No demores Bella. —Lo vio caminar detrás del mostrador, donde se sentó para no perderla de vista.

No había visto jamás esa faceta de él, por su mente habían pasado varias reacciones del peli cobrizo, pero esta vez la sorprendió.

—¿Quedaste de verte con él? —interrogó Jacob una vez que se fue—, quizá se lo haya inventado para que te fueras con él. —Dedujo solo, sabía que tenía razón, ella no había quedado con él ese día, por lo general no venía los fines de semana porque quería ser de ayuda para Renée—. ¿Por qué tan callada?

—No es nada, no recordaba que sí quedé con él, no sé cómo pude haberlo olvidado. —Se agarró la cabeza como ademán de frustración, no quería que se diera cuenta de su mentira—. Lo siento mucho —dijo con voz queda mirando a su amigo.

Él estaba serio, no pasó desapercibida ninguna de sus reacciones, sonrió mirando a Edward, parecía que en cualquier momento le saltaría encima.

—No te preocupes, es más que evidente que él está al tanto de tus sentimientos, hará lo posible para sacar partido a ello —añadió triste volviendo su mirada a ella—. Tengo que marcharme, gracias por esta linda mañana Bella.

Lo vio ponerse de pie e irse al mostrador para cruzar unas palabras con Albert, se quedó sentada analizando la conversación con su amigo, estaba ida cuando vio cómo una silueta se posaba frente a ella.

—Es hora de irnos. —Sentenció el cazador, los ojos chocolates recobraban sentido viéndolo directamente—. Vamos. —La urgió tomándola de la mano para que se pusiera de pie.

Posó su mano en su espalda, rosando parte del escote con ella, una extraña sensación la invadió cuando la tocó, sentía su cuerpo caliente y su tacto era como una marca sobre ella, lo miró directamente, viendo que no le quitaba la vista de encima a Jacob, que aún pagaba la cuenta, se detuvieron a un lado de él sin que Edward dejara de tocarla.

—Albert, te encargo todo, ya sabes qué hacer. —Habló con voz de mando, siendo un completo desconocido para ella—. Saldré un rato, procura no llamarme, te veo mañana.

—No te preocupes Masen, estaré al pendiente.

Miró sus ojos verdes cuando estos la observaron, no dijo nada y no necesitó que hacerlo, la condujo por la estancia siendo receptora de miradas de rabia, que veían al imponente hombre que la acompañaba, se sentía abrumada por su presencia, sabía que no era merecedora de que él la guiara así, pero tenía una cara que no recibiría réplicas a sus órdenes.

Abrió la puerta de su Volvo dando una señal clara de que quería que subiera, percibió la mirada de Jake a través del vidrio, pero decidió dejarlo atrás, él tenía claro sus sentimientos y jamás le dio esperanzas.

Subió al inmaculado vehículo, a comparación de otros autos de jóvenes, el de Edward estaba limpio, creyó que cerraría la puerta una vez acomodada, pero sintió cómo se inclinaba para ponerle el cinturón de seguridad.

—Así es como debe de ser —susurró para sí, siendo imposible que ella escuchara sus palabras.

Estudió como le daba la vuelta al vehículo esperando que entrara, quiso hablar una vez que estaban los dos dentro, pero se limitó a escuchar cómo ponía el Volvo en marcha, nunca le había resultado difícil hablar con él, siempre era tan abierto a ella y sus pláticas podían durar horas.

Las calles iban pasando por su ventanilla, sentía que la tensión podía ser cortada con el filo de un hacha, el aire le parecía escaso cada vez que lo miraba y él seguía sin decir nada.

—¿Quién era él? —La voz del cazador resonó en el silencio, sonaba irritado y capaz de perder la razón de un momento a otro, sus nudillos están blancos por apretar el volante con fuerza—. ¿Es que ahora empezarás a ocultarme todo? —preguntó con sorna, sintió el toque de ella en su antebrazo, dándole un poco de alivio.

—Ya te dije que es mi amigo, es un compañero de clases —explicó cautelosa, la boca de Edward formaba una línea tensa cuando, sin más, sonrió incrédulo.

—No te ve así, y tú te dejaste tocar por él, ¿es que acaso te atrae? —Cuestionó con enfado y volteo a verla, dándole a entender que no había manera de escapar, vio su rostro helado por sus reacciones—. Dime Isabella, ¿te has dejado besar por él?

—No, por supuesto que no. —Se apresuró a decir sonrojada—. ¿Qué demonios te pasa? No me dijiste nada sobre salir hoy, me interrumpiste y no sé por qué estás tan molesto.

—Nada, no me pasa nada. —Manifestó—. Quiero salir hoy, disfrutar un poco, no creí que te importara robarte un poco del tiempo que gastabas con tu compañerito de clases. —Escupió con desprecio al decir lo último, suspiró apesadumbrado y la miró cauteloso—. Quiero pasar un rato agradable y pensé que te gustaría compartirlo conmigo —explicó como si resultara obvio.

Ella lo examinó, no sabía qué decir ante su misterioso comportamiento, miró hacia la ventanilla siendo presa del escrutinio del peli cobrizo.

—Tú sabes que me encanta pasar tiempo contigo —expresó con voz mortecina.

La sonrisa torcida apareció en el rostro del cazador con aquella declaración, volvió su coche hacia la avenida más conocida de la cuidad para elegir el lugar más indicado para presumir su compañía.

Optó por un restaurante lujoso en un lugar apartado de la cuidad, tenía una panorámica hermosa a los bosques cercanos a Seattle, se sabía el camino de memoria y había pasado infinidad de veces porque a cercanías del sitio tenía una cabaña, que utilizaba para guardar recuerdos de gloria.

Le asignaron una mesa con hermosa vista, veía a su oveja incómoda por la importancia del sitio, dándole un toque adorable a su hermoso rostro, sus ojos estaban remarcados por el toque de maquillaje que había utilizado, sus labios lucían carnosos, lanzando una invitación a ser mordidos. Se sintió tentado a jugar un poco con su mente y hacerla perder los recuerdos de aquel tonto compañero de escuela, tomó su mano sobre la mesa antes de ser interrumpido por el camarero, que repartió el menú, alejándole del calor de la mano de Bella.

Analizó sus movimientos y, notando su nerviosismo, torció un gesto divertido, llamando su atención ante la presencia del mesero.

—Tranquila, recuerda que estás conmigo.

Ella le devolvió una sonrisa mientras sus ojos castaños lo enfocaban, parecían perdidos en algún lugar recóndito de su mente, sabía que Isabella estaba viendo una faceta distinta de él y eso lo inquietaba.

—Lo sé, sólo que hoy estás diferente, eso es todo.

—Soy el mismo Bella, tal vez hoy me sienta distinto, o quizá me siento realmente pleno.

Bella lo contempló fijamente, era como si otra persona estuviera con ella, no hizo caso a lo que él decía y volvió a dejar que el silencio reinara, su corazón no dejaba de latir desbocado cada vez que lo sorprendía mirándola.

Ordenaron con calma, esperando ser atendidos, las conversaciones de la gente iban y venían, haciendo la tensión más llevadera, el camarero llegó con una botella de vino en mano, sirviéndoles una copa a ambos.

Edward estaba distraído observando a Bella y no había pensado en su elección a la hora de la bebida, vio el ceño fruncido de la castaña al contemplar el vino tinto en su copa, arrancándole una sonrisa genuina.

—Es unPerrier Jouet —aclaró dulcemente, ella arqueó una ceja al no entender—. Vino tinto, por lo visto no has tomado ni sorbo en tu vida —observó cómo ella tomaba su copa, paseaba su contenido de un lado a otro con pequeños movimientos de su mano para después acatar su exquisito olor—. Vamos, pruébalo. —Los dulces labios tocaron el borde de la copa para degustar su dulce sabor, sus ojos se abrían más de lo normal a las nuevas sensaciones que su sensual boca degustaba—. ¿Y bien?

—Delicioso —murmuró, se sorprendió al ver la intensidad de los ojos esmeralda—. Jamás había tomado alcohol —confesó por último, un gesto en el rostro de Edward la hizo sentirse incómoda, sus ojos se habían entrecerrado y su labios rojos entreabierto.

—¿Es tu primera vez? —No supo qué decir, él se había acercado a ella sobre la mesa, esperando atentamente su repuesta.

—Sí, es mi primera vez. —Cerró los ojos, se sintió tonta al no estar a la altura de él, era obvio que Edward había ingerido alcohol infinidad de veces en eventos y reuniones.

Esperaba que dijera algo, pero en lugar de eso se acercó lo más que podía y la miró expectante.

—Por favor Bella, déjame disfrutar esto, no digas nada. —Tomó su propia copa y se la ofreció a sus labios, la castaña no daba crédito a lo que pasaba—. Bebe. —Ordenó.

Recibió el líquido en sus labios viendo la mirada de satisfacción del peli cobrizo, el verde de sus ojos se intensificaba con cada trago que daba, mientras que su lengua paseaba sus labios resecos por sólo observar.

Se sentía bajo un hechizo del que no podía apartarse, todo era muy extraño, no quería sentirse víctima de sensaciones que no estaba dispuesta a manejar, posó su mano en su pecho para alejarlo, sacando al cazador de la ensoñación.

—Creo que ya es suficiente, puedo hacerlo sola. —Declaró y tomó una servilleta para secar sus labios, no pasándole inadvertida la molestia de Edward—. ¿Te sientes bien?

—Podría estar mejor. —Se alejó de ella tratando de controlarse. Aquella mañana tenía muchos planes, ahora los había reemplazado por ella, no tenía la intención de dejarla ir a ninguna parte, no sin antes calmar su ira, después de todo, su estado era debido a sus acciones—. ¿Qué planeas hacer más tarde?

Ella comenzó a jugar con la servilleta para negarse a verlo, él se la arrebató de las manos, tomándolas en el proceso, obligándola a darle su atención.

—Nada, sólo tenía planeado volver a casa en un par de horas, cuando terminemos de comer —contestó seria, la fuerza de la mano de Edward la sobresaltó, no sabía a qué estaba jugando, él no era así, pero se sentía más atraída por esta nueva personalidad, aunque estaba segura de que saldría herida por hacerse falsas ilusiones.

Miro sus manos unidas, quiso deshacer su agarre, pero él no lo permitió, vio su ceño fruncido soltando su aliento contenido, sabía que Edward se había propuesto algo raro, los segundos pasaron a la espera de que hiciera un movimiento, escuchó que suspiraba, viendo cómo los músculos tensos de sus brazos y pecho se movían con coordinación.

—Quiero que pases todo el día conmigo… —dijo en el silencio, un pensamiento egoísta lo atravesó, se acercó más a la castaña para nublar sus pensamientos—. Incluso quiero que pases la noche conmigo. —Sus ojos se abrieron alarmados por su confesión, se acercó más a su oveja, que parecía haber perdido toda la valentía que mostraba hacia él—. Hoy no quiero sentirme solo, quiero estar con la personas que quiero y quién más que mi mejor amiga —añadió lo último con un trago amargo en su boca.

—No puedo Edward, tú sabes que mi madre se pondría muy nerviosa si le digo que me quedaré a dormir contigo, ella no sabe de la relación que tenemos y podría imaginar…

—Que estamos juntos, que estoy haciéndote mía. —Terminó de decir el cazador, ella miró hacia otro lado avergonzada, ¿por qué tenía que ser tan directo?—. No pasara nada Bella, tú conoces más que nadie nuestra relación. —Miró su rostro, deseando que su profecía fuera cierta.

El camarero llegó con la comida y con eso la conversación decayó, la castaña estaba mareada por las intensas miradas verdes, quería que el antiguo Edward volviera, que estuviera relajado y, aunque no le contara nada, mostrara su actitud de siempre.

El tenedor la hacía aligerar su presión, picaba la comida una y otra vez, yéndose con eso su apetito, tomó otro sorbo de vino tinto, siendo esa la segunda copa que consumía, no se sentía mal, la bebida le estaba dando valor para pasar el momento que el peli cobrizo le tendía, en un comienzo moría de celos al pensar que Edward pasara su cumpleaños con otra persona, pero jamás se imaginaba estar en la situación tensa de ese momento.

Escuchó el bramido de Edward cuando llego el camarero, aún parecía molesto, el joven rubio que los atendía asentía ante sus exigencias, volviendo rápidamente con la cuenta, vio cómo su plato era retirado para enfrentarse de nueva cuenta con aquellas hermosas gemas verduscas que la hacían lamentarse.

—Te necesito conmigo Bella, no quiero que te distancies de mí ni con el pensamiento, ¿acaso prefieres estar con tu compañero de clases? —susurró por lo bajo.

—Ya te dije que no hay nada entre Jake y yo. —Levantó la voz sorprendiendo a Edward, al igual que a ella, posiblemente el vino ya estaba haciendo estragos—. Si vuelves a insinuar algo así me iré de aquí y olvídate de verme en un buen rato. —Amenazó y se levantó rápidamente, ya enojada de estar siempre esperanzada a lo que Edward le dijera, quizá debía dejar de ser tan dependiente de su amistad y seguir con lo que Jacob le había recomendado.

Posiblemente ésta era la manera de Edward de demostrar interés, pero estaba cansada de sus arrebatos de ira en sólo un día, caminó entre las mesas ocupadas, ignorando la miradas de los hombres a su paso, la mano en su codo le impidió seguir tomando aire con cansancio, lo miró enojada, pero se arrepintió al ver la tristeza en sus ojos.

Ella lo estaba abandonando en su cumpleaños.

—No te vayas, no quise hacerte enojar, pero no me gustó cómo te tocaba, no quiero que vuelvas a verlo. —La acercó a él—. No te vayas Bella, no hoy.

Se sentía una completa tonta, él era su único amigo, la ayudaba cuando más lo necesitaba y estaba dispuesta hacer todo por él ese día, no dijo nada, no hacía falta, tomó su mano lentamente, siendo esa su respuesta, se dejó guiar a donde él quería, encontrándose de nuevo en el sentada en el Volvo.

El reloj marcaba las cinco de la tarde cuando se acercaron a una boutique de ropa, quizá su rostro era todo un poema cuando miró el de Edward, estaba tenso, esperando una reacción por parte de ella.

—Quiero salir contigo más tarde, me gustaría ir a bailar por ahí, pero para eso necesitamos tener ropa adecuada para ti. —Sonrió radiante y se bajó del coche para ayudarle a salir—. Vamos, es hora de que te traten como mereces. —Trató de bajar con cuidado, pero la sorprendió tomándola de la cintura, esperó a que la bajara, pero él la tenía sujeta, viendo sus movimientos con la cercanía de sus rostros siendo insoportable, sonrió nerviosa ante sus facciones serias.

—¿Qué te sucede Bella?, ¿qué aflige esa cabecita tuya?

—Tengo que llegar temprano a casa, soy menor de edad y no puedo estar tarde, se lo prometí a mi madre —explico, movió sus brazos para que la dejara bajar, pero él no se movió—. Lamento tanto esto, sólo quiero verte feliz.

—Puedes hacerlo, pasa este día y noche conmigo… Asunto arreglado. —La sonrisa irónica hizo acto de presencia—. Una mentira no puede hacer mucho daño, quizá debe haber una amiga con la que puedas quedarte a dormir, alguien que pueda ayudarte a hacerme inmensamente feliz esta noche. —Quiso acercarse y romper toda distancia, pero algo en el rostro de la castaña le decía que saldría corriendo si le robaba su primer beso—. Quiero que lo hagas, no me dejes.

La vio asentir, dejándola escapar momentáneamente de sus brazos, incluso la observó caminar hacia la entrada de la tienda, no podía ocultar su satisfacción al ver como ella hacia lo que le pidiera sin necesidad de persuadirla, la siguió a unos pasos atrás, recreándose cada segundo a su lado.

Nunca había salido con ella, descubrió una nueva adicción, su cercanía lo volvía loco, le encantaba la sensación de sentirse pleno y ahora estaba dominando el momento, controlando no solo su vida, también el tiempo de su oveja.

Los estantes estaban llenos de diversos vestidos, todos elegantes y con un toque de sensualidad único, los ojos castaños se pasaban iluminados y se avergonzaba cada vez que veía los precios, retrocedió unos pasos, topándose con el pecho de Edward, quiso volverse hacia él para disculparse, pero se lo impidió con sus manos en su cintura y pegando su respiración a su oído.

—Tranquila, escoge lo que quieras, el precio no importa con tal de hacerte feliz. —Siseo dejándola sentir su tibio aliento en su lóbulo—. No temas.

—No estoy asustada, más bien me siento incómoda con esto…

Las manos de Edward cobraron vida en su cintura, acelerando su ritmo cardiaco, su resoplar la afectaba, paró sus movimientos como pudo, escuchando un gruñido de reclamo por no dejarse guiar como él quería, estaba a punto de volverse para saber qué era lo que le pasaba.

—¿Puedo ayudarles en algo? —Interfirió una guapísima rubia, su sonrisa estaba por todo su cara viendo la escena que Bella estaba tratando de detener.

—Por supuesto, quisiera todo lo que ella desee —dijo fuerte, se acercó para tomarla de nuevo, pero ella se alejó sonrojada.

—¿Y qué le gustaría a su novia? —Inquirió la rubia, Bella se alarmó al escuchar la pregunta.

—Todo para una noche de diversión —contesto radiante el cazador, divertido por el momento, notaba frustrada a Isabella, se acercó a los estantes viendo las exhibiciones para evitar sus reclamos.

—Es muy atractivo. —Escucho decir a la vendedora—. Y muy compresivo, vamos a que escojas algo lindo —añadió sonriente, la tomó de la brazo para guiarla, estaba dispuesta a desmentir la relación que tenía con Edward, pero no le vio caso.

De un momento a otro sus manos comenzaron a llenarse de variedad de prendas, no sabía qué había elegido y se dio cuenta que la chica no le daba ni un instante para respirar, quiso ver a Edward, pero no lo veía en ninguna parte, fue guiada a los probadores para empezar hacer un desfile intimo ante la atenta mirada de la mujer.

Uno a uno era rechazado por los ojos azules exagerados por sombras grises, se metió de nuevo al vestidor sólo con una prenda restante para probarse.

Era un vestido corto de estilo asimétrico, el negro resaltaba, dando transparencias a su cintura, enmarcaba su figura, le apenaba el hecho de salir así en público, miró la salida, pero no vio a la chica en ningún sitio, posiblemente otra clienta había llegado, una vez confiada salió del probador, aquel vestido era demasiado, se giró para encontrarse con Lucy cuando se sintió acompañada, pero se frenó al encontrar los ojos verdes que la devoraban intensamente, se alarmó con temor a que la viera, retrocedió unos pasos, acercándose al cubículo del vestidor con la intensión de cerrar la cortina, pero la tomó por sorpresa cuando se lo impidió, cerró los ojos para evitar ver el escrutinio de Edward, sintió las manos en sus costados, tenía con los nervios de punta, a la espera de su siguiente movimiento, pero escuchó que se sentaba en el banquillo donde colocaba la ropa rechazada.

Aún no quitaba sus manos de ella y se negaba a verlo, quería saber qué quería, a qué demonios jugaba, si era más que sabido que ella se moría por él, no le daba esperanzas, pero le hacía temer a lo que pensara de ella, que hiciera un movimiento, que no pudiera negarle nada y comprometerse de forma que no pudiera salir.

—Ese es el indicado. —Escuchó la voz de Lucy aligerando el ambiente—. Lo siento, pero me temo que es un poco inapropiado que esté aquí dentro con su novia. —Bella miró a Edward, que no la perdía de vista, su agarre había perdido fuerza y ella no perdió la oportunidad de salir de sus brazos.

Salió al pasillo para ver su atuendo, no le gustaba cómo se veía, era demasiado para ella y podía ver casi toda su piel, iba a replicar que le gustaba su otro atuendo cuando notó la mirada de escrutinio de su acompañante.

—Nos llevamos ese. —Ordenó él, abrió la boca con resignación, pero el cazador se alejó con la vendedora—. También me llevo lo que está encima del mostrador.

La ira estaba invadiéndola, él no la tomaba en cuenta, su decisión no valía y ahora sólo se hacía su voluntad, se cambió lo más rápido que pudo, acomodando aquella prenda exagerada, salió del probador para tendérselo a la rubia y salir sin esperar a Edward.

Quería irse, él quería controlar su día, sabía que era su cumpleaños, pero sólo la había invitado para cumplir sus deseos, vio que se aproximaba, quiso alejar su ira, pero no se disipaba, quería enfrentarlo, pero bastaba con mirar su aspecto para darse por vencida, ¿cómo podía ser posible que mirar a un hombre derrumbara cualquier rasgo de valor y pensamiento?

Se negó a mirarlo, él abrió el Volvo a distancia, tomó su codo y la ayudó a subir, su ira crecía, tenía ganas de abrirle la cabeza a Edward y ver lo que pensaba, levantó las cejas de forma altanera cuando notó que arrancaba el motor sin decirle a dónde irían.

Miró el reloj instintivamente, viendo que pasaban de las seis de la tarde, su madre estaría preocupada, vio hacia la ventanilla y se hizo sus rizos hacia atrás, añorando dar una sacudida al peli cobrizo para que empezara a sonreír y comportarse como solía hacerlo, ni siquiera había preguntado por su día, sólo había escuchados reclamos y peticiones, el Volvo fue deteniéndose en un lugar desconocido.

—Ahora llegó la hora de que te maquilles un poco —anuncio sin despegar sus ojos verdes del parabrisas.

—¿Disculpa? —preguntó ofuscada.

—Por mí te llevaría tal y como estás, pero olvidaba que eres menor de edad. —Vio cómo los labios carnosos de Bella trataron de replicar, pero se salió del vehículo antes de escucharla, caminó rápidamente, veía arrepentimiento en los ojos de Bella, abrió la puerta plateada, pero ella no bajó, tomó su mano para animarla, pero notaba que estaba molesta.

—¿Qué pasa? —Inquirió aparentando tranquilidad.

Observó que torcía el gesto, su ceño estaba fruncido y se negaba a mirarlo, tomó con delicadeza su barbilla, obligándola a que lo viera, le dedicó una mirada que sabía que no resistiría, su labio inferior fue presa de sus dientes, dando señales de que había bajado sus defensas.

—Necesito hablar con mi madre Ed, no puedo quedarme. —La acorralo en la puerta sin decir nada, ella se volteó, él no sentía nada por ella, no era visible ante él, ¿por qué seguía haciendo eso?—. No puedo quedarme.

—Está bien. —Concedió y se alejó un poco, tratando de contenerse—. Pero quiero que te quedes al menos una parte de la noche, yo te llevaré a casa después.

—En serio Edward, no puedo hacerlo —susurró y aprovechó que le daba su espacio para esquivarlo—. Necesito hablar con ella para decirle dónde estoy, sino se preocupará de más. —Él permanecía quieto, no hacía ademán alguno de quererla regresarla casa—. Préstame tu celular para marcar a mi madre y decirle que vamos en camino.

—Dijiste que querías hacerme feliz y no lo estás logrando.

—Edward, estás siendo irracional, tengo diecisiete años, como tú mismo lo dices siempre olvidas que soy menor. Tengo cosas que hacer, vamos, préstame el celular. —La observó molesto y sacó el artefacto de su chaqueta para tendérselo.

La castaña se apresuró a tomarlo, pero entonces el cazador jugo con maestría y se lo quitó, permitiendo que ella chocara contra su torso.

—Primero quiero que te arregles para mí, después puedes hablar con Renée todo lo que quieras —dijo con una sonrisa, sintió los golpes de Bella en su pecho, pero no le importó, la cargó ante sus protestas y la colocó sobre su hombro, cubriendo su trasero con una mano.

—Bájame, quítame tus manos de encima, quiero ir a casa Edward. —No hizo caso—. Está bien, hagamos un trato, yo voy a ese salón de belleza, tú me dejas llamar a mi madre y estoy contigo otra hora más. —No escuchó respuesta alguna—. Iremos a donde tú quieras, pero me quedaré sólo una hora. —El golpe de su mano contra la tela que cubría su trasero la hizo saltar.

—Dos horas, y la llamarás cuando terminen de arreglarte. —Ordenó por encima de ella, la bajó justo en la puerta del lugar—. No quiero engaños, ahora adentro.

Se negó a mirarlo, entró en el local siendo abordada por un hombre con movimientos femeninos exagerados, empezó alabar cada rasgo de su cara poniéndola nerviosa, quería escapar de aquel bochorno y de la verde mirada penetrante, miró hacia atrás, pero fue entonces cuando el gay la tomó por sorpresa guiándola dentro del salón.

—Me llamo Mika y estoy a tus órdenes, ¿qué quieres que hagamos por ti, hermosa? —preguntó guiñando un ojo.

—No lo sé exactamente…

—Todo lo que quiera. —Interrumpió Edward—. Quiero que se vea más hermosa que ahora… —La contemplo embelesado, pasando su lengua por su labio inferior—. Aunque dudo que pueda quitarme más el pensamiento que ahora. —Se giró dejándola sola mientras al tal Mika se le hacía agua la boca por él.

Ya eran dos.

Lo vio acomodarse en el sillón estirando sus piernas largas y tomó una revista, ignorando por completo su entorno, no sabía qué demonios le pasaba, sólo jugaba con palabras y halagos que, por alguna razón, le sonaban falsas, quería mantenerla con él y lo más persuasivo que se podía mostrar era diciendo cumplidos que le hacían romperse la cabeza pensando el trasfondo de cada uno.

—Vamos nena…. Hay que empezar a arreglarte. —El moreno la llevó consigo, alejando su mente del testarudo peli cobrizo en la sala de espera.

Le lavó el cabello con acondicionador y aplicó unas cuantas cosas que no tenía idea de para qué le servirían, la transportó al tocador para empezar a secar el exceso de agua, siendo víctima de los tirones del cepillo y el secador, ignoraba los parloteos del hombre que hacia su ardua tarea, sonreía cada vez que Mika imitaba voces femeninas, soltó una carcajada por una broma de doble sentido sobre los hombres, pero fue entonces cuando se perdió al mirar el espejo, detrás del peinador podía ver a Edward con la mirada fija en ella.

—Ese hombre es todo un bombón, enhorabuena, qué envidia —susurró al notar la dirección de sus ojos—. Se nota que habrá acción esta noche. —La conclusión del gay la escandalizó y perdió el hilo de la mirada verde al sonrojarse por completo.

—Estás equivocado, él no es mi novio. —Admitió considerando frenar sus pensamientos.

—Vamos, no tienes porqué apenarte, no deja de comerte con la mirada... Pero dejemos los secretos de lado. —Sin darse cuenta la castaña soltó el aire contenido—. Ahora, a dejar de mirarlo para que podamos concentrarnos en tu maquillaje.

Quería distraerse a pesar de todo, no todos los días tenía la posibilidad de disfrutar de ser complacida con lo que quisiera, dejó de un lado sus dudas sobre Edward y comenzó a ignorar su presencia, platicaba animadamente con Mika, se le pasó el tiempo entre jaloneos y conversaciones.

—Creo que hemos terminado. —Declaró su nuevo amigo con una sonrisa, se miró en el espejo y se sorprendió del poder que podía otorgar un poco de maquillaje y peinado—. ¿Qué te parece tu nueva imagen? —preguntó quitándole la manta que cubría su ropa, se bajó de su asiento, acercándose al espejo completamente asombrada.

—No puedo creerlo, muchas gracias Mika, tu trabajo me ha encantado.

—No hay de qué Isabella, me ha maravillado estar contigo. —Tomó sus manos emocionado, pero entonces se percató de la presencia del cazador—. Y bien, ¿le gusta cómo ha quedado su novia? —Bella se calló, la proximidad del peli cobrizo la afectaba más que a diario.

—Exquisita —dijo con voz de queda, la miro detenidamente, no olvidando cada rasgo, sus ojos estaban remarcados por sombras y delineado negro, parecían ahumados, remarcando sus tonalidades miel en ellos, su cabello ondulado remarcaba su rostro, haciendo contraste con sus labios rojos. Se sentía fascinado, tenía estudiado cada detalle, pero Bella podía hechizarlo con su dulzura—. Perfecta.

Miro a todos lados buscando un baño, pero entonces observó que el tal Mika lo miraba fascinado, frunció el ceño consternado, pero el tirón de su chaqueta lo hizo estar en alerta, tomando la mano de la castaña en el acto.

—¿Qué haces? Es hora de irnos. —Urgió incrédulo al darse cuenta que estaba a punto de arrebatarle el celular, se negaba a dejarla ir y menos ahora, que ansiaba realizar miles de fantasías con ella.

—Lo prometiste Edward, debes cumplir tus promesas. —Protestó seria, con cada minuto que pasaba veía su rostro perdiendo brillo, quería dejarlo a la primera oportunidad, gruñó algo intangible entregándole el aparato—. Gracias —masculló feliz dándole un beso en la mejilla, que lo heló en el lugar.

Miró cómo salía del local para marcar, dejándolo con el moreno adentro, volvió a centrar su atención en el gay, dándole una sonrisa torcida, que sabía que no le negaría nada.

—Necesito que me prestes tu baño.

. . . . . . . . . .

—Bella, por Dios, me tenías preocupada, ¿dónde estás? —Escuchó el grito de Renée al otro lado de la línea.

—Tranquila mamá, estoy con mi amigo, aún no he terminado, te hablaba para pedirte que no te preocupes. —Argumento mirando hacia el local, no veía a Edward por ningún lado—. Me quedare un par de horas más —susurró temerosa.

—Está bien, lo importante es que estés sana y salva. —Oyó el alivio en su voz seguido por un suspiro—. Sigue disfrutando hija, te lo mereces. —Instintivamente mordió su labio, tratando de contenerse.

—Siento no estar contigo en el aniversario de papá —murmuró, vigiló la entrada siguiendo con la conversación.

—No lo sientas, todo está bien, esta noche me invitó una amiga a disfrutar por ahí —comentó con un dejo de felicidad—. Espero que la estés pasando excelente con Jake, no te preocupes me alegra verte feliz, quédate el tiempo que quieras.

—Pero es que... —Quería explicar que su acompañante había cambiado, pero perdió la voz al ver a Edward detrás suyo.

—Yo sé que Jacob es un buen chico, conozco a su familia, sólo ten cuidado,

—Está bien mamá, te dejo, disfruta tu noche. —Dicho eso colgó, no quería que el peli cobrizo escuchara el nombre de Jacob, sabía que volvería a sus arranques de furia y lo dejaría solo, sin importar qué día estaban viviendo.

Lo miró cautelosa, entregándole el celular en la mano, una sonrisa asomaba por su boca, arrancándole a ella un gesto de confusión.

—¿Cómo esta Renée? —Vio cómo su boca se movía, despegó su vista de él, siendo presa de sus ojos verdes—. ¿Tenemos más tiempo? —Se acercó a ella, pero retrocedió por temor a que la persuadiera.

—Está preocupada. —Mintió, observó su semblante teniendo la necesidad de aclarar—. Pero todo bien, tenemos un poco más de tiempo.

Sintió su tacto en la, cintura atrayendo su atención, él estaba feliz, notaba sus ojos abiertos y llenos de brillo. Su boca se impulsaba ligeramente hacia arriba, quería penetrar cualquier pensamiento de él, quería saberlo todo, estaba segura de que esa noche obtendría algo, quería escuchar de él que ahora festejaban algo en especial.

—Quiero que te cambies aquí. —Soltó sin más—. Le pedí a tu nuevo amiguito que me prestara el baño, ahí puedes cambiarte para no perder tiempo en mi departamento.

—Es temprano, no tiene nada de malo tardar unos minutos más.

—Lo tiene cuando te mueres por hacerlo y salir corriendo… por Dios Bella, quiero que te quedes conmigo sólo este día, yo hablaré con tu madre. —Suplicó, estaba cansada de escuchar lo mismo todo el día, había dejado de actuar como siempre.

—Ya hablé con ella, no te preocupes. —Tomó las bolsas que Edward le tendía entrando de nuevo en el local, por esta ocasión él ganaba, Renée pensaba que estaba con Jake y aunque ya conocía sobre la existencia de Edward, aún no cruzaban palabra.

La diferencia de edad podía pesar, ya que, como había dicho, si decía que ella se quedaría a dormir con él la mente de su madre volaría.

. . . . . . . . . .

Parecía una Reina sentada a su lado, donde quiera que Bella mirara parecía paralizar todo, pasaban autos acompañados de chiflidos de los tipos que iban conduciendo, sabía que sus dientes saldrían saltando de su boca en cualquier instante, ya no sentía su quijada de tanta tensión, quería alejar las miradas de todos esos estúpidos de ella.

Bella era únicamente suya, estaba sacado de quicio cada vez que la miraba, no sabía que deseara tanto estar con ella, pero tenía que controlarse, aunque con eso se le fuera la cordura, su comportamiento solo la alejaba y hacía gestos mostrando su enojo hacia él.

El reloj marcaba un poco más de las nueve de la noche, la invitó a comer en otro restaurante, pero el plan fue desechado al ver a Isabella ser víctima de las miradas, improvisó yendo a un autoservicio, siendo esa una mejor idea al ver la sonrisa de su castaña.

La llevó a un día de campo improvisado en un lugar alejado de la cuidad, quisieron sentarse en el cómodo césped al inicio del frondoso bosque, pero optaron por seguir comiendo en el Volvo al ver el lodo, olvidó su tensión sexual al escuchar las pláticas animadas de los días de escuela de su hermosa oveja.

Una que otra ocasión escuchaba nombrar al tal Jake, sentía que la furia tomaba posesión de él, pero se dio cuenta de algo primordial, ella no hablaba de amigas, sólo de él. Era una chica que no le abría su corazón a cualquiera y eso hizo que su pecho se llenara de orgullo al darse cuenta de que aquel día que tanto profesaba aborrecer, Isabella lo había convertido en lo mejor del mundo.

Salió de sus pensamientos mientras conducía, la noche ya había alcanzado el día maravilloso y se percataba del nerviosismo de su acompañante, entró a la zona rosa de Seattle, la avenida estaba repleta de bares y lugares donde podían ir a pasar un buen rato, tocó su pierna por instinto y ella lo miró detenidamente.

—Tranquila, sé que esto es nuevo para ti y quiero que lo disfrutes conmigo.

Bella negó con la cabeza, se sentía más tranquila con la tarde que habían pasado mientras comían en su coche, era como si él hubiera vuelto, todavía no decía nada de su festejo, pero al menos había dejado de actuar extraño.

Pararon en un bar conocido, se sintió nerviosa a ver la entrada acordonada de guardias, observó los ojos verdes que le quitaban el aliento, sonriendo lentamente.

—Siempre olvidas que soy menor de edad —dijo mirando la entrada y escuchó el sonido de la respiración del cazador.

—No sabes cuánto siento olvidarlo todo el tiempo. —Siseó, escuchó que apagaba el motor—. Sólo no digas nada, no mires a nadie, actúa como si entrar aquí fuera lo que menos te importara.

Tenía que actuar normal, se dijo mentalmente, observó a una mujer que entraba segura y coqueta, sus contoneos marcados hacían que ningún hombre pudiera negarle nada, estaba tan enfrascada en aquella joven que no se dio cuenta de que Edward ya había bajado del coche y estaba dispuesto a abrir su puerta.

La ayudó a bajar para después entregarle las llaves al ballet parking del bar, sus movimientos fueron otros al percatarse de los ojos de los hombres puestos en ella, se movió de manera sugerente, pasando frente al peli cobrizo, sintió la mano de él en la suya y la hizo retroceder, pegando su aliento a su oreja, aquel acto le había quitado cualquier rastro de seguridad.

—No juegues con fuego Bella. —Lo escuchó susurrar.

La tomó de la cintura soltando una carcajada ronca, caminaron presos de las miradas escrutadoras, el guardia los dejó pasar sin rechistar, abriendo un mundo diferente a los ojos de Bella, había parejas y grupos por donde fuera, unos los miraban, otros ni se inmutaban, era como si cada quien estuviera bajo un efecto. Lentamente, sin percatarse, era conducida a una mesa alejada de toda aquella gente, escuchó que Edward ordenaba algo, pero estar ahí la hacía distraerse fácilmente.

Se sentó en la mesa, aliviada por la hazaña de haber entrado, pero se sintió presa de los bellos rasgos de Edward.

Una sonrisa torcida asomaba sus labios, sus ojos verdes la hechizaban mientras su cabello rebelde la tentaba a tocarlo, su falta de corbata había permitido que su camisa se abriera mientras el traje luchaba por mantener la tensión de sus músculos, estaba tan metida en cada detalle que se reprendió al notar que él no había pasado desapercibido su escaneo descarado.

—Espero no te moleste. —No entendió a qué se refería, enarcó sus cejas sin comprender—. Ordené whisky, quiero disfrutar otra de tus primeras veces.

—¿Estás burlándote? Te recuerdo que estás echándome a perder —añadió entre risas, pero el rostro del cazador había cambiado, su ceño estaba fruncido y la tristeza se reflejaba en él.

—Todavía tienes tiempo para huir de mí Bella —murmuró no perdiendo el contacto visual.

—Era una broma. —Él seguía sin entender, el camarero llegó con la botella de whisky con dos vasos, colocó los hielos en la mesa, siendo eso más interesante de ver que el extraño comportamiento del peli cobrizo.

Notó que el joven sonreía para aligerar la tensión y tomó el vaso, dudosa al ver que Edward seguía sin moverse.

—Enséñame, me gusta que me eches a perder —comentó animada, vio como él se pasaba la mano por el cabello, haciendo que ella perdiera la paciencia—. Mira, no hace falta que tú me perviertas, puedo aprender sola, o mejor aún, puedo pedirle a alguien que me enseñe…

—¿A quién? —La interrumpió amenazante—. ¿A Jacob? —Su voz era un arma mientras sus ojos ardían.

—No, a él no, Jake nunca haría algo así. —Se limitó a decir, la botella le fue arrebatada de manera inesperada, vio cómo le servía el trago, dejándolo a su alcance.

—Pues yo no soy Jake yo sí puedo pervertirte de tantas formas que quizá no entenderías. —Se sirvió su propio trago, tomándolo con maestría para después agitarlo un poco—. Ahora bebe.

Ambos bebieron al mismo tiempo mientras el color marrón y el verde de sus ojos hacían una disputa para ver quién aguantaba más el sabor amargo de la bebida, no supo cómo, pero ella había terminado su vaso en un abrir y cerrar de ojos, sirvió un poco más, sonriendo como desquiciado al ver la impertinencia de ella por seguir su juego.

—Ahora bebe más tranquila, nadie está apurándote.

—No es eso, quiero demostrar que soy apta para cualquier cosa. —Su voz estaba ronca por el líquido cristalino, miró su vaso y volvió a tomar, pero esta vez con pequeños sorbos.

Estaba estudiándola, Bella movía sus manos con rapidez, posiblemente estaba en todas partes menos con él, siguió su mirada al percatarse que tenía sus ojos puestos en la hora, acababan de llegar y maldecía por haber usado a una chica de diecisiete para salir a divertirse, debía haber seguido con el plan inicial, pero ahora no dejaría que se fuera, se centró en atraparla por una noche, aunque sabía que sus deseos no serían satisfechos por completo.

—Hablemos de algo. —Interrumpió sobresaltándola—. ¿Te gusta estar conmigo? —preguntó deseoso de escucharla afirmar.

—¿Qué clase de pregunta es esa? Eso está más que claro, sino no estaría aquí, contigo —contestó sonriente.

—Eso no es lo que esperaba escuchar.

—Tú sabes que me interesas Edward, voy a verte todos los días, creo que es más que obvio que me interesas más de lo normal. —Su lengua pesaba, vio cómo su cara se sonrojaba al cometer una indiscreción que lo hizo sonreír.

—Me alegra escucharlo, porque no pienso dejarte marchar, quiero quedarme contigo toda la noche —aclaró.

No había replica ni poder para impedirlo, ella se había mostrado ante él y sabía que aceptaría, la vio mirar el reloj y de nuevo a él, sirvió más whisky a su trago sin terminar, los minutos pasaron y Bella se dedicaba a tomar, él llevaba más copas encima, pero permanecía impasible.

—¿Por qué quieres que me quede contigo? —Cuestionó al fin, sus movimientos eran un poco torpes.

—Quiero disfrutarte, quiero pasar tiempo contigo, nunca lo habíamos hecho y me parece justo que hoy lo hagamos. —Una mueca apareció en su rostro, tomó el vaso y se tomó el contenido de un solo trago.

—¿Por qué hoy Edward? —Estaba interrogándolo—. Todos los días he estado disponible, ¿por qué hoy?

—Nada en especial —respondió, vio el enojo hacerse presente en ella mientras sus ojos cafés volvían a posarse en el maldito reloj—. Te advierto que no dejaré que te vayas, deja de mirar el reloj de una vez.

—No puedo hacerlo, tengo que llegar a casa, tengo que irme. —Por primera vez quería pelear, pero él no lo permitiría, acercó su asiento a ella, haciendo que se pusiera en guardia

—¿Qué haces?

Arrancó el vaso de su mano, acercando su rostro al de ella, inhalaba y exhalaba el mismo aire que Bella, quería arrancar de su oveja lo más valioso y con eso su corazón, le quemaban las manos por tocarla y hacerla entrar en razón, porque no quería que se fuera, pero sus intentos murieron al recordar que era su amiga y que él no sentía nada por nadie debido al dolor que le causó su familia.

Él era un ser despreciable, y estaba seguro de que la haría infeliz si se permitía tocarla, pero no tenía las fuerzas suficientes para dejarla libre para otro, sería suya sin necesidad de tocarla, la desearía sin necesidad de que lo supiera, la anhelaría con la promesa de que algún día sería reclamada por él.

Paso su boca por su mejilla, tratando de saborearla, estaba deseoso de probarla. Acercó la nariz a su cuello, como vampiro con intención de robar su sangre, sus manos protestantes en su pecho lo frenaron, sacándolo de su neblina de repentino deseo.

—¿Por qué haces esto? —La escuchó reprochar y se alejó de ella, pero seguía perdido—. Todo el día estuviste jugando conmigo y no sé por qué lo haces.

—Lo quiero —dijo tratando de acercarse más, pero ella lo impidió.

—Pero yo no, no me gusta que te comportes así. Como si me desearas, como si fuéramos algo más. —La vio evadirlo y se sintió furioso, quería un poco más y estaba a poco de arrebatar algo que sin querer estaba deseando desde hace mucho.

—Posiblemente lo seamos, quizá te deseo, no pienses Bella, disfrutemos.

—Siempre lo olvidas. —Se limitó a contestar, la vio pararse torpemente, pero él se sentía frustrado para seguirla.

Le había recordado que no era una mujer con las que trataba, era una joven, una menor de edad que lo había apoyado desde que él había llegado, la única que había ofrecido su amistad y él estaba aprovechándose, se sirvió whisky sintiéndose miserable, su erección no cedía, pero era la que no lo dejaba pensar claro, miró entre la multitud confundido, la había perdido de vista.

. . . . . . . . . .

Sus sentido estaban nublados, había discutido con Edward, pero si no lo hacía podía cometer una estupidez, él no estaba en sus cabales y quizá el ajetreado día lo hacía actuar de esa manera, miro hacia la barra, cuidando no ser seguida por el peli cobrizo, vio a un hombre rubio atendiendo, pero perdió la respiración al ver su atractivo rostro.

—¿En qué puedo ayudarte preciosa? —Ella frunció el ceño ligeramente, el encanto se había ido al momento de hablar.

Volvió a mirar a su alrededor y luego se centró en el rubio, no había ni rastro de su delirio personal.

—Hola, busco un teléfono público. —La sonrisa petulante desapareció y no entendió del todo su desilusión

—Están a lado de los baños.

—Gracias. —Se alejó pasando entre la gente, que estaba perdida en sus intereses.

Llegó a un pasillo alejado de la aglomeración y se detuvo junto a las cabinas telefónicas, sacando cambio para poder llamar, se cercioró de que su acompañante no estuviera cerca para poder hablar con tranquilidad.

¿Diga? —Escuchó la voz de Renée y se tapó un oído, acercándose más a la cabina.

—¿Renée?, soy Bella, te aviso que en un rato voy para allá —explicó con voz temblorosa, eran pocas las veces que se encontraba en situaciones similares.

¿Estás con Jake? —La escuchó preguntar. El ruido se intensificó, se acercó más al teléfono, tapando su oído con la otra mano.

—Sí, estoy con Jacob, no te preocupes. —Levantó la voz.

Tranquila Bells, estoy con Sue, de hecho iba a decirte que esta noche no me quedaré en casa, estar ahí sólo me hace sentir miserable. —Escuchó unas risas del otro lado, sabiendo que había más mujeres con ella—. ¿Por qué no te quedas con Jake y Billy?, no me gustaría que estuvieras sola en casa, quiero que superes todo y no te deprimas al llegar. —Ella frunció el ceño, ¿cómo seguiría con aquella farsa?

—¿Entonces quieres que me quede con Jake? —Tenía que llamar a la casa del moreno para pedir ayuda.

Sí, espero que disfrutes con los demás chicos, tengo que dejarte, Sue está partiendo las cartas, adiós nena.

Colgó el teléfono, pero el impacto de una mano conocida en la suya la sobresaltó, se giró a ver a Edward enfurecido, haciendo que ella quisiera meterse en la cabina.

—Te llevaré a casa, son las diez de la noche. —Ladró iracundo.

—Aún es temprano conseguí más tiempo —replicó confundida, lo vio sonreír triste y negar desesperado.

—¿En serio? —Sonrió a carcajadas—. Vamos Bella, tenemos que sacarte de aquí temprano.

Salieron de prisa del lugar, se sentía mareada y estaba perdiendo uno que otro sentido, tomó su mano para no caer y se sintió sujeta de la cintura, siendo guiada hacia la entrada.

Se arrepentía de haber tomado tan rápido por el simple hecho de haber aceptado la primera copa para impresionar y dejar pasar el mal rato del silencio, él no había dicho nada, su enojo la alteraba y la traía a ciegas de un lado a otro, sin avisarle que ese día era su cumpleaños, su sueño de pasar un día con él se vino abajo por el cambio de actitud del peli cobrizo.

Vagaban por las calles iluminadas, estaba tan ocupada en no caer dormida para no parecer tonta que no se percató de que tomaron un camino diferente, él tenía planeado llevarla a otro sitio antes de ir a su casa, iba a protestar, pero su lengua pesaba y no dijo nada con temor a decir una tontería, los minutos pasaban y el silencio era el mayor inquilino de aquel Volvo plateado.

Vio la oscuridad hacerse presente cuando entraron a un garaje en algún edificio de la cuidad, estaba perdida, no podía estar centrada en ningún punto porque sentía que su alrededor se movía con exageración, escuchó que el motor se apagaba, siendo incentivo suficiente para bajar ella misma del vehículo, se aferró a la puerta tratando de no caer hasta que los fuertes brazos de Edward la acogieron.

—Esta no es mi casa —dijo con torpeza al mirar las escaleras—. Edward, no quería venir aquí, no es mi casa.

—Pero tampoco la de Jacob —susurró dejándola helada, él había escuchado la conversación con su madre, maldecía que el ruido la hubiera dejado al descubierto—. Sé que tienes permiso para quedarte fuera esta noche, sólo lamento que no sea con quien tú quieres.

La bajó al pie de la puerta mientras la abría, miró el gran pasillo con la intención de irse y dejar a su amigo con su enojo, la había manipulado todo el día, por alguna razón, a pesar de estar enamorada, tenía intención de escapar de su actitud tan cerrada y posesiva.

Caminó un par de pasos para alejarse, pero la sorprendió tomándola del brazo y metiéndola en el departamento, cerró sus ojos cuando no sabía qué hacer, fue entonces cuando los abrió notando un lugar pulcro y ordenado, por fin entraba en algo de la intimidad de Edward, analizó mueble por mueble como si no pudiera creer que estaba en su apartamento, se dio cuenta de la falta de fotografías, quizá por eso nunca le decía mucho sobre él.

Escuchó un fuerte estruendo tras ella, un gabinete había sido abierto con fuerza, él estaba absorto en ella mientras se servía otro trago y lo tomaba en seco.

—¿Quieres? —Bramó en la ligera luz de la cocina—. Por supuesto que quieres —murmuró sarcástico, sirviendo otro vaso sin verla, caminó peligrosamente hacia ella, tendiéndolo con la orden silenciosa de que lo tomara.

—Creo que ya es suficiente. —Atinó a decir, todavía conservaba algo de cordura.

—No, falta mucho más, bebe. —Aceptó el vaso, pero no ingirió su contenido, vio que Edward daba una vuelta sobre sí, estaba demasiado tenso y no necesitaba ser lista para ver que estaba a punto de explotar, descubrió que le temía a esa nueva faceta suya.

—Bueno, ya que lograste hacer que me quedara, dime qué es lo que tanto festejamos —pidió con una sonrisa falsa y retrocedió un par de pasos—. ¿Por qué tantas atenciones conmigo?

Lo escuchó reír, su mandíbula se cuadró cuando se quitó el saco, dejándola petrificada, no sabía cuánta intimidad había en aquel momento, posiblemente el alcohol la hacía desear que él se acercara e hiciera algo que no podía definir.

—Tú ya lo sabes, acabas de decirlo, alguien te dijo lo que este día significa para mí —expuso con cansancio y se acercó a Bella, que lo miraba con anhelo, tomó el vaso de su mano para darle un trago por su cuenta—. Pero si ya lo sabes, ¿por qué no quieres estar conmigo? —Ella bebió y después se alejó.

—No es eso Edward, en la mañana Jacob… —El vaso cayó y se quedó pasmada, sin saber qué hacer.

—No vuelvas a nombrarlo, esta mañana estabas perfectamente con él, ¿por qué cuando estás conmigo te la pasas viendo el maldito reloj?, ¿por qué quieres escapar?, ¿acaso quedaste de verte con él en la noche?

—No, te equivocas —respondió nerviosa, de un momento a otro la agarró, quiso alejarlo con los antebrazos sobre su pecho, pero la atrajo hacia él, dejándose caer en el sillón con ella encima de él.

—No vas a irte, tienes tanta familiaridad con él, tanta simpatía. Tu madre quería que te quedaras en su casa, y tanto empeño por negar que estabas conmigo, dime Isabella, ¿qué hace Jacob que yo no?, ¿qué es lo que hace especial tu trato con él? —Los celos lo golpeaban, no quería que ella se diera cuenta, pero estaba fuera de sí.

—No tienes por qué estar así.

Quiso despegarse, pero sólo logró forcejear por encima de su regazo, él aprovechó el momento para separar sus piernas para ponerlas a cada lado de las suyas, la tenía tan expuesta y a su merced con sus movimientos torpes, pero tenía tanta inocencia que no se daba cuenta.

—Sé que no tengo ningún derecho, pero dime, ¿de qué privilegios goza él? —Acercó su boca a la suya, olvidando su concentración—. Habla Isabella, esas noches que te has quedado él… ¿Te ha tocado?

La castaña enfureció, no contestó, quiso quitarse de encima, pero él se negó, trató de aliviar su dolor frotando su erección contra ella, pero los efectos del alcohol y la rabia hacían que Bella no sintiera lo que él estaba haciendo, la sujetó por el cabello para mantenerla quieta, no se dijeron nada, los segundos pasaban y ellos se miraban, los ojos castaños estaban furiosos mientras los verdes eran impenetrables.

—Dilo Bella, responde, ¿te ha tocado? —Medio gritó.

—No, él jamás me ha tocado como tú lo haces —respondió, sentía sus ojos escocer—. Suéltame Edward, esto no es lo que quiero.

—¿Qué es lo que quieres?, ¿irte?

—No, quiero que seas el mismo de antes, no sé por qué estas así, no soporto verte enojado conmigo —confesó con un hilo de voz y vio como los rasgos del peli cobrizo se suavizaban—. Eres otro desde que empezaste a decidir por mí, estás tratando de manipularme sin importar lo que pienso, sin considerar qué significa este día para mí o para ti.

Su agarre perdió fuerza de un segundo a otro, sus esfuerzos por tenerla encima se convirtieron en caricias y sus ojos, que antes prometían deseo y pasión, ahora eran tiernos, profesando cariño, la castaña suspiro cansada, dejando un poco de espacio entre los dos, pero Edward se negaba a alejarse.

—Es mi cumpleaños Bella, quiero que este día lo disfrutes sólo conmigo, mi plan era pasarlo solo, pero al verte en la cafetería decidí que te quería conmigo aunque tú quieras estar con otro… No quiero que me dejes —murmuró anhelante.

—Quiero que vuelvas a ser el Edward que conozco.

—Quizá éste es el que soy realmente. —Insinuó con voz de queda.

—No, tú no eres así.

A estas alturas la borrachera había salido de ella, lo miraba expectante, sin creer lo que Edward le había dicho, suspiró pesadamente, acariciando su pecho con la mano que tenía encima, él había dicho la verdad, no había razón para que ella no lo hiciera.

—No me iré a ninguna parte, ya no.

El ceño del cazador se frunció, la empujo hacia él para que descansara en su pecho. La acariciaba perezosamente para tranquilizarla, no sabía por qué se negaba, tal vez quería hacerlo enfurecer.

—Hoy es el aniversario luctuoso de Charlie. —Se quedó quieto y comenzó a maldecir mentalmente al darse cuente de todo, ella quería irse a casa con su madre por eso—. Esta mañana Jake me llamó para avisarme que era tu cumpleaños y era una excusa perfecta para salir de mi depresión, sólo era un momento, tenía que volver con Renée para enfrentar este terrible día, pero no pude hacer nada para estar con ella.

Escuchó sus sollozos y se sintió miserable, él había robado algo muy especial para ella, fue egoísta y seguía siéndolo, aunque él se negara a admitirlo, el único plan de aquel día era seducirla y poder robar la primera vez que tanto anhelaba, la que no le pertenecía.

Observó la terraza, viendo una linda noche, se levantó con ella con agilidad, acomodándole inocentemente el vestido que se le había subido por los muslos, ella le sonrió mientras abría la terraza y ponía algo de música, le sonrió con falsa coquetería y ella se carcajeó.

—Lamento portarme como un cretino, espero poder rescatar nuestra noche, demoiselle.

Bella se sonrojó cuando hizo una reverencia, la guio con la esperanza de ser seguido en un pequeño vals que el estéreo tocaba, sus pies danzaban a pesar de su falta de habilidad mientras ella sucumbía a los efectos de los encantos del cazador, observó al Edward que esperaba que fuera todo el día, el tierno y noble. Miró a su alrededor y quiso saber algo que tanto rodaba por su mente.

—¿Por qué estás solo?

—No lo estoy, tú estás aquí —respondió con aire cómico.

—Me refiero a por qué vives solo. —Él no dejó de sonreír y tropezó con ella, queriendo desviar su atención, ahora él jugaba como siempre lo hacía—. Vamos Edward, dímelo.

—Vivo solo porque a las jóvenes de diecisiete les encanta.

—Por lo visto no te haré hablar. —Suspiró cansada y trató de convencerlo de otra forma—. Noto que no tienes muchas fotografías.

—La verdad es que no tengo ninguna. —De un momento a otro la expresión del cazador cambio, la dejó por un momento y se fue a su habitación, volviendo con una cámara instantánea—. Quizá sea el momento de tener una.

La abrazó sin decir nada, poniéndose en posición, ella se acercó a él para posar ante la cámara, hicieron dos fotografías, le entregó una y la otra se la quedó.

Ella vio la imagen de los dos juntos, haciéndose un sueño que estaba demasiado lejos.

—Muy buena toma, no esperaba menos de mí. —Escuchó decir detrás de ella, lo miró alzando su ceja, centrando de nuevo su atención en la imagen.

—Nunca se te quita lo engreído.

—Sólo digo la verdad.

Dejaron las fotografías de lado, volviendo a bailar, uno, dos, y tres pasos seguidos de un giro que los llevó hacia afuera, donde una noche maravillosa los esperaba, ella lo dejó sin dar otro paso más cuando vio la luna llena que los acobijaba en medio de varias estrellas.

La brisa fresca golpeaba el rostro de la castaña, sus rasgos estaban intactos a pesar del trabajo que hicieron en la estética, la volteó hacia él, quitándole el lápiz labial con el pulgar.

—Es mejor así. —Le enseñó el maquillaje con su dedo—. Lamento querer cambiarte, pero a veces me cuesta hacerme a la idea de que no eres mayor…

—Shh, no importa, no quiero que lo digas… Me has cansado con eso de que siempre lo olvidas. —Lo interrumpió—. Pero tengo que confesarte que mi parte favorita del día fueron los tragos.

Escuchó la melodiosa risa de él, la acompañó adentro entre sonrisas, los mareos habían pasado, pero dejó de pensar en eso cuando vio la botella que Edward ponía delante de él.

—Hagamos otra ronda. —Sirvió a ambos mientras no la perdía de vista—. Pero esta vez no temas perder la razón.

Poco a poco la botella fue vaciándose, estaba completamente ida y sólo veía a Edward con sus ojos entrecerrados, lloraba, reía y otras veces se enojaba, él se divertía viéndola mientras el líquido cristalino hacia lo suyo en él, de un momento a otro los ánimos bajaron, estaba tan torpe como Bella.

Se levantó, cayéndose en el trayecto, vio a la castaña acostada en la alfombra, quiso levantarla y llevarla en brazos, pero no pudo, se desabrochó la camisa y como pudo se acomodó a su lado, la abrazó fuertemente y sólo entonces se dio cuenta de que estaba despierta.

—No te regalé nada, lo siento —susurró y se acomodó en su pecho, aspirando su aroma—. Dime qué quieres y con gusto te lo daré.

Él suspiró mirando sus formas femeninas, la observó viendo que el vestido de Bella estaba arremangado, dejándolo ver la ropa interior que él había escogido en la tienda para disfrutar esa noche, se percató de su cercanía, picándole las manos por tocarla.

—¿Estarías dispuesta darme todo?

—Por supuesto. —Volvió a mirarla y trago en grueso, decidió dejarla ir, pero sabía que ella le pertenecía.

—Sólo deseo todas tus primeras veces. —Ella no dijo nada, sintió la mano acariciar su pecho y la respiración fue haciéndose débil.

—Feliz cumpleaños Edward.

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Actualidad

(Después del secuestro)

Él rompía cada una de sus cosas y tomaba como poseído, lamentándose con cada recuerdo de aquella tarde, bastó con ver la foto sobre su mesa de noche, bastó con darse cuenta de que siempre la tuvo, pero no la tomó.

Esa noche debió haberla seducido, la habría arrastrado al lado de la pasión, no estarían así, ella lo hubiera aceptado y, si las cosas se ponían feas con su familia, él volvería a tomarla.

Aventó la foto que había abrazado durante el día, se negaba a dejarla ir, pensaba en lo que pudo hacer sido, quería verla a solas aunque fuera un momento, él había prometido algo, estaba seguro de que después de verla podría salir de su vida para siempre.

Sólo una vez más, la seguiría y, sin interferencias de Anthony, saldría a buscarla...


chicas no tengo cara para subir esto... primero cambio de betas y esas cosas despues la escuela... pero la realidad es que si el cazador se ha escondido es por que hay una sopresota en puerta con ayuda de una queridisima amiga bueno en realidad con ayuda de varias.

solo diré una cosa

Jerome Boulqued

espero sepan de que se trate despues en el grupo les dire mas,gracias por su apoyo, ya que son varias las chicas que me preguntan por el cazador, quizas a otras les guste mi sorpresa, pero veremos primeramente dios que pasa

Moon Midight