Capítulo 1: La boda

Cuando Beckett abrió los ojos, un agradable olor a tortitas y café recién hecho invadía la que era su casa desde hacía poco más de seis meses. Atraída por la expectativa de un gran desayuno, Kate abandonó la cama en la que la noche anterior Rick y ella habían celebrado por enésima vez el final de su mudanza y salió de la habitación vistiendo ropa interior y una camiseta de deporte.

Alexis había decidido pasar las vacaciones de primavera en Miami con sus compañeros de la facultad, y Martha había organizado un curso intensivo para sus alumnos en un spa a las afueras de Nueva York. Así que estaban solos.

- Buenos días dormilona – dijo Castle regalándole una sonrisa desde detrás de la barra americana que separaba la cocina del salón.

- Buenos días – respondió Kate, sonriendo a su vez antes de darle un rápido beso en los labios – ¿Queda café?

- Claro que sí, coge una taza

Castle siguió con la mirada a Kate, que tuvo que estirarse para llegar a la estantería en la que guardaban las tazas y disfrutó de las vistas que le ofrecía la camiseta levemente levantada de su novia.

- Tú dirás lo que quieras – dijo el escritor, ladeando la cabeza para coger un mejor ángulo –, pero yo creo que estas vacaciones improvisadas te están sentando genial.

Por una vez, parecía que el dicho "la primavera la sangre altera" no se estaba materializando y los inspectores de homicidios de la doce atravesaban una temporada de mucha tranquilidad en el trabajo. Claro que Castle era otra historia.

Kate se giró, taza en mano, y alzó una ceja al sorprender al escritor en plena inspección. Rick se justificó con una media sonrisa traviesa que decía "tú te lo has buscado" y atrajo a la detective hacia sí. A punto estaban de retomar las cosas donde las habían dejado la noche anterior cuando el timbre de la puerta los interrumpió.

- ¡No estamos! – exclamó Castle mientras su boca descendía por el cuello de Beckett que, sentada sobre la encimera, lo tenía atenazado con sus esbeltas piernas a la altura de la cintura.

- Vamos Richard, no vas a tenerme esperando en el rellano, ¿verdad?

Castle se detuvo en seco en el mismo instante en que el pánico se adueñaba de su cara al reconocer la voz que le hablaba desde el otro lado de la puerta. Debajo de él, Beckett le lanzaba su inconfundible mirada, que esta vez sí que reconoció.

- ¡No me hagas arañar gatito!

Tragando saliva de forma sonora y suplicando perdón de antemano con la mirada, Castle se separó lentamente de Beckett y se dispuso a abrir la puerta. Cuando lo hizo, se encontró con la sonrisa felina de una pelirroja y peligrosamente atractiva mujer que lo escrutaba desde la seguridad de sus ojos azules.

- ¿Meredith? ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

- Tengo grandes noticias – dijo, esquivándolo y deteniéndose junto a Kate en el centro del salón –, ¡me caso!

El silencio se hizo en la sala mientras lo irreverente de la noticia golpeaba a la pareja, que compartió una mirada extremadamente sorprendida. Ambos se habían quedado sin palabras.

- ¿Es que no vais a decir nada?

- ¿Felicidades? – dijo Kate con cautela

- ¡Por supuesto! ¡Muchas gracias Kate! – exclamó Meredith, abrazándola con entusiasmo.

- Sí, muchas felicidades. ¿Quién es la víctima? Quiero decir, el afortunado

- Siempre tan perspicaz gatito, no intentes fingir que no lo pasaste muy bien mientras estuvimos casados – dijo mientras se pavoneaba acercándose a él

- Más que bien – dijo Castle compartiendo su sonrisa, pero reaccionó al captar la mirada de Beckett –. Pero eso fue hace ya muchos años.

Castle se escurrió detrás de la barra para servirse una taza de café, mientras Meredith sonreía satisfecha de comprobar el efecto que todavía era capaz de provocar en el padre de su hija.

- Esto… ¿Meredith? – intervino Kate, encadenando en su interior los celos que trataban de aflorar cada vez que aquella mujer se acercaba a Rick – Todavía no nos has dicho qué haces aquí.

- Pues… La verdad es que quería pedirte un favor.

- Dime que no quieres quedarte a dormir aquí – dijo Castle, temiendo la respuesta.

- No, claro que no. Si no está Alexis, ¿qué sentido tendría? – preguntó con su peculiarmente dulce sonrisa.

- ¿Cuál es ese favor entonces? – preguntó el escritor, adelantándose al comentario incisivo que había estado a punto de escapar de los labios de Beckett.

- En realidad se lo quiero pedir a Kate, no a ti gatito. ¿Te gustaría ser mi dama de honor?

El café que acababa de sorber salió disparado de la boca de Castle, sin siquiera empezar a creerse las palabras que acababa de pronunciar su primera ex mujer. Sin embargo, la reacción del escritor no podía compararse con la máscara de completa estupefacción – ojos desorbitados y boca semi abierta – que se había apoderado del rostro de Beckett.

- ¿Có-cómo has dicho?

- Verás Kate, he tenido una cancelación de última hora y la chica que iba a hacer de dama de honor bueno… Ha decidido casarse el mismo día que yo – explicó Meredith, haciendo un gesto con la mano para quitarle hierro al asunto –. El caso es que ya sabes cómo es el mundo de Hollywood, es todo apariencia y frivolidad. Son dos cosas que yo no aguanto pero claro, es el precio que se debe pagar por ser una estrella del cine, ¿no?

Detrás de ella, Castle alzó una ceja mientras limpiaba el desastre que había provocado tras el anuncio inesperado de Meredith.

- Como sospecharás, en ese mundo es prácticamente imposible hacer amigos y repasando mi agenda recordé lo bien que nos lo pasamos la última vez que estuve por aquí – ahora fue el turno de Beckett para alzar una ceja llena de escepticismo, acto que Meredith pareció pasar por alto –, así que he pensado en ti. ¿Qué me dices?

La detective abrió y cerró la boca un par de veces, incapaz de pronunciar palabra, y se disponía a hacerlo una tercera vez cuando el tono de su móvil sonando desde la habitación la rescató.

- Tengo que ir a cogerlo… Puede ser importante

- ¿Quizás han encontrado un cuerpo? – preguntó Castle esperanzado

- Eso espero – respondió la detective para sí mientras huía de la escena.