OMG, perdón de rodillas al final del capítulo
Gracias a Isa por corregir el capítulo (y seguir siendo mi beta después de este laaaargo hiatus)

Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer


ALFA

EPÍLOGO

Tan largos son los años y el tiempo aún así te hipnotiza con sus estaciones. Nada ha cambiado desde que mis venas fueron perpetuadas con la sangre de mi madre y su extraño poder. No obstante, los árboles se ven un poco más largos y las hojas son menos verdes; es el invierno que no las deja florecer.

Toco su mano pequeña y la guío por el jardín que su padre marcó para mí en la memoria. Ella aprieta ligeramente y la miro. Es irreal como es que ella exista en mi vida. Mi hermosa Alice no habla; nunca lo ha hecho. A sus 10 años hemos hecho todo por curar su extraño mutismo, pero sin éxito. Edward piensa que es psicológico, yo... yo pienso que hay una razón infinitamente más complicada. La prueba está, que ella suelta mi mano y corre a sentarse en el diván del jardín; lugar que nunca ha visto hasta ahora, pero que es tan especial para mí; es como si ella lo supiera.

"Aquí solía leer" le digo en señas a Alice, que a pesar de que puede escucharme, siempre me gusta hablar en lenguaje de señas para que ella practique. Ella sonríe y admira el lugar.

"¿Aquí es donde te besó?" Ella pregunta con interés.

Asiento y camino para sentarme a su lado.

"¿Cómo fue?" ella pregunta.

"Fue... hermoso y triste"

"¿Por qué?"

"Un día te lo contaré. ¿Quieres conocer el resto de la casa?"

Alice asiente y con esa extraña calma que siempre la embriaga, se levanta y camina por el sendero de un jardín moribundo.

Después del fallecimiento de mi padre, no tuve más remedio que regresar a este triste lugar. Edward una vez dijo que le recordaba a un mausoleo y ahora entiendo por qué lo dijo. Tal vez yo estaba tan inmersa en mi propia tragedia que nunca me percaté de lo tétrico que es este lugar. Tal vez, este lugar era el reflejo que había creado; empuñado en flores y matorrales que arrastraban columnas de mármol en el epicentro de la infelicidad. Sin embargo, recuerdo la belleza de este lugar, cuando mi madre vivía y todo era perennemente hermoso.

Alice es recibida a mi antiguo hogar por un viento que entra del este. Ella levanta la mirada y noto como tensa sus hombros, ha mirado algo extraño.

—¿Qué sucede? —digo con calma, no quiero asustarla.

Mi hija se queda estática. Temiendo lo peor, corro hasta donde está y sigo su mirada. Mi madre podría considerarse un espectro terrible y temible, para mí es sólo mi madre.

—Oh —digo con una sonrisa triste. Hace mucho que no la veía.

"¿Quién es?" pregunta mi hija.

—Es mi madre, Renée. No te hará daño.

Alice camina hacia el espectro de su abuela.

"No habla en señas ¿Verdad?" me pregunta Alice.

—No, pero si quieres hablar con ella, sólo piensa lo que quieres decir, ella escucha.

Mi madre es selecta en sus movimientos oculares, trata de ocultar el temor. Sus ojos se mueven hacia Alice y luego hacia mí. Su sonrisa es triste y luego sin más ni más se esfuma, sé que es para siempre.

Mis lágrimas son indomables, niego voltear a ver a mi hija hasta que ella jala mi mano. Ella sonríe en cambio y me abraza. Mi madre le ha dicho algo, le ha mostrado algo; sé en ese entonces que mi hija jamás lo dirá y con un hondo dolor sé que su mudez será para toda la vida. Tiene esa mirada que tiene su padre, torva y decidida que no deja lugar a dudas sobre su voluntad. Mi hija ha heredado el don de su madre y el de su tía.

Regresar a Chicago es más una ineludible consecuencia que una intención consciente. Nuestra intención era ir a L.A. y visitar a los padres de Edward y a Rose. Nuestro desvío fue a causa de una carta de Cleo donde me avisa la muerte de mi padre, justo un día antes de partir a California. No fue una sorpresa saber que él murió solo, ni que este lugar realmente fue su tumba. La idea de mi padre atormentado por el espectro de mi madre durante todos estos años, me deja abatida. Pese a su crueldad y falta de arrepentimiento hacia el dolor que me causó en vida, amé a mi padre indudablemente, pero no pude haber evitado el lastre que él mismo se ocasionó, mi madre era la única justicia que él pudo probar, la verdadera justicia que proviene del amor póstumo.

Extrañamente, la saga de mis padres siempre la comparo con la tragedia de Jasper y Aro. Hay momentos en que puedo estar segura que jamás pude haber hecho algo por salvarlo, pero hay noches que aún me atormenta esa culpa. Pero si yo siento remordimiento, no se compara con lo que siente Edward.

Mi esposo ha recuperado ese carisma y dulzura que alguna vez me mostró al principio en falsa pretención, la diferencia es que hoy puedo asegurar que es sincera cien porciento. Admito que he tenido esas dudas femeninas de las que jamás me podré librar, pero Edward es constante con su amor y cuando algún día no supo amar, hoy lo hace de la manera más pura. Lo ejerce con su hija cada segundo que la tiene en sus brazos o la mira de lejos entrecerrando los ojos e imaginando el futuro. Pero es en las noches, cuando abrazado a mí, me mira con ojos tristes y con voz baja me dice el constante miedo que tiene de perdernos a las dos. "Estoy maldito" él dice, y me abraza fuerte. "Haré que dure" se responde a sí mismo.

Hoy es esos días, en los que lo encuentro meditabundo sentado en el sofá. Al escucharnos llegar, levanta la mirada y bosqueja una sonrisa que no llega a sus ojos.

Alice corre hacia su padre, abrazándolo con brío. Edward cierra sus ojos y aspira, al abrirlos me pregunta sin hablar cómo ha ido todo.

—He puesto la casa en venta. El lunes irá la mudanza y podré empacar cosas.

Él asiente y empieza a hablar con su hija en señas, los dos, lejos del mundo y los dejo ser.

—Alice me dijo que vio a tu madre —él dice entrando al cuarto un tiempo después. Su tono no es de preocupación, es de interés.

—En parte no me sorprendió verla ahí, fue triste y liberador al mismo tiempo —digo mientras me quito mis pendientes y miro a mi esposo por el espejo.

Él se tira en la cama con un suspiro y volteo mi cuerpo para verlo tallando su cara.

—Estar en Chicago me trae recuerdos —él dice, luego se ríe ligeramente y se incorpora—. Buenos recuerdos y malos, pero te recuerdo a ti bajo la lluvia con ese ridículo uniforme de colegio de monjas. —Luego se levanta, camina hacia mí y me besa.

Después de unos segundos insufribles entre sus labios, él suspira y toma mi cara.

—Todo se siente tan irreal, tan ajeno, como si nunca hubiese pasado —él susurra.

—Yo tampoco quiero estar aquí más que tú, pero…

—Lo sé, lo sé —Edward me interrumpe—. Sólo no lleves a Alice otra vez, tengo un mal presentimiento de ese lugar.

Desde que estamos juntos, Edward se ha sensibilizado más al mundo de lo inexplicable, pero esto es más un miedo paternal que otra cosa. Teme que su hija sufra por un pequeño instante las terribles agonías que conllevan su don. He tratado de explicarle que no hay mucho que podamos hacer para evitarle tales dolores, pero no es algo que un padre pueda aceptar llanamente.

Alice me tiene a mí para explicarle parte de su don, y tiene en Edward el apoyo incondicional que yo nunca tuve de mi padre. Mi hija está en buenas manos, pero aún le falta mucho que vivir y aprender; todo con una combinación de problemas que yo nunca tuve: su don de ver espíritus y su posible clarividencia.

Esa noche, me quedo despierta pensando en las consecuencias de que mi hija tenga una carga doble. Me gustaría que Alice, mi amiga, estuviera aquí, le pediría consejo, le preguntaría qué hacer en estos casos, pero no puedo molestarla en donde está, porque al fin está en un lugar mejor, simplemente no tengo derecho.

Esa semana pasa rápidamente entre mudanza y empacar recuerdos infantiles. Acepto la petición de Edward de no llevar más a Alice a mi casa paterna, en cambio él me acompaña a hacer el trabajo pesado dejando a nuestra hija con Cleo.

La última noche Edward ha vuelto a un mejor humor, parece que su encuentro con Mac lo ha dejado en mejores ánimos y hasta ha aceptado una invitación a cenar de su amigo y su esposa.

Este tipo de cosas son tan raras para nosotros en Francia, donde Edward, Alice y yo llevamos una vida tranquila, él como médico del pueblo, Alice en la escuela y yo como una simple ama de casa con uno que otro caso de sesiones espiritistas en la gran ciudad, París. No fue hasta el último año que empecé a tener clientes en una cantidad importante, tanto como para considerar mudarnos a la ciudad y ejercer ahí. Pero preferimos la vida tranquila, la del campo y la de la soledad imperiosa de la nada, de nosotros tres.

Las cenas como estas me recuerdan a tiempos extraños, a Edward también. No decimos nada mientras vamos en el taxi, pero él toma mi mano y la besa. Al llegar, él me detiene.

—¿Extrañas esto? ¿Las fiestas? ¿Las cenas? ¿La vida sofisticada que siempre tuviste? —me pregunta seriamente, y puedo notar cierto temor en su voz.

En respuesta, sonrío, pero no condescendientemente; lo beso.

—No —contesto en sus labios—. ¿Y tú?

—No.

—Entremos entonces —digo tomándolo de la mano.

Edward tenía razón; estar aquí en Chicago, sentada en una mesa conversando de la vida, siento como si todo lo que sufrimos nunca hubiese pasado. Es un pensamiento peligroso, jamás debemos olvidar lo que nos costó llegar aquí.

—¿Pero médico? ¿No es algo… simple para ti? —pregunta Mac.

Su amigo nunca me cayó mal, pero siempre entendí que los estratos sociales altos te dan cierta carencia de empatía por la vida simple, como sucede con Mac, como sucedió conmigo alguna vez.

—Simple es bueno, no necesitamos más que eso, tenemos todo lo que podemos querer —responde mi marido sin sonar a la defensiva, de hecho se escucha orgulloso.

—¿Y tú, Bella? Me imagino que educar a una hija es un trabajo de tiempo completo.

—Claro, es complicado, afortunadamente cuento con Edward cuando tengo que salir fuera a trabajar.

—¡¿Trabajas?! ¡Qué modernidad! ¿En qué? —pregunta Natalie, esposa de Mac.

—Soy consultora… de lo paranormal.

La mesa que queda callada unos segundos hasta que Mac suelta la tensión con una frase bastante popular.

—¿Cómo fantasmas y eso? —él pregunta mirando de reojo a Edward.

—No siempre lo son, pero sí, como fantasmas y eso, les decimos espíritus.

—A veces yo mismo la asisto —responde Edward probando las aguas con sus amistades.

—¿Tú? —pregunta su amigo extrañado—, pero tú eres médico, o no me digas que de pronto ves fantasmas también. —Su tono burlón es típico, hemos pasado años enfrentándonos a este tipo de cosas todo el tiempo, no es nada para Edward y para mí.

—Edward y yo se podría decir que… funcionamos mejor juntos, cuando las cosas no están tan claras, Edward me permite tener mejor percepción de las cosas.

—Ajá —responde Mac aún incrédulo.

Natalie y yo nos vamos a la sala a tomar un café mientras los hombres se van a hablar y presumir juguetes nuevos. Al parecer Mac tiene un nuevo coche que quiere mostrar a Edward. Una hora después ya estoy cansada de la conversación soporífera con Natalie y de las cosas que nunca tendremos en común, me disculpo y me marcho a buscar a Edward.

Camino hacia el patio y veo a ambos hombres hablando agitadamente.

—Pero Edward, ¡dice que ve fantasmas! Pensé que para ahora ya te habrías divorciado de esa esquizofrénica. Y tú eres médico, ¡psiquiatra por amor de Dios! ¿Cómo puedes aceptar algo así?

—Mac, por todos los años que llevamos de conocernos te dejaré pasar tu comentario, pero te advierto que jamás te vuelvas a dirigir a mi esposa de esa manera; ella no está enferma, créeme.

—Mira, lo siento Edward, pero hay cosas que no puedo aceptar, fantasmas es una de ellas o espíritus o como le llamen. ¿Entiendes lo difícil que es creer eso?

—Sí, y no te lo reprocho, pero no puedes insultar a mi esposa por el hecho de no creer en algo. Creo que fue mala idea venir —dice en todo duro.

Edward se disculpa y se dirige hacia la entrada de la casa, que es cuando me mira.

—Lo siento. Mac… es un idiota. —Él me abraza.

—No es un idiota… Bueno, sí lo es, pero ya hemos pasado por esto antes, no es tu culpa.

Edward me suelta y me mira directamente.

—¿Estás lista para las preguntas que habrá en L.A.?

—¿Cuáles preguntas? Sólo es Rosalie y Emmett.

—Y mis padres, recuerda lo que habíamos acordado.

Trago saliva y muerdo mi labio en ansiedad.

—Supongo que no lo sabremos hasta que estemos frente a ellos.

*X*X*X*X*X*X*X

No hay nada como el sol de California, es atípico a cualquier lugar al que he estado, cálidamente suave, pero sofocante cuando tu vida diaria se consume desde un coche. Bella está dormida y yo manejo en el coche que hemos rentado. Alice, por otro lado, está mirando la ventana con ojos grandes y expectantes.

—¿Te gusta? —pregunto a Alice.

Ella asienta efusivamente sin mirarme. Sonrío y miro a su madre.

—Sí, a mí también. Tu madre la odia —digo sonriente.

—No me levantes falsos frente a nuestra hija —balbucea Bella, que despierta de su siesta de quince minutos—. ¿Ya llegamos? —pregunta.

—Ya casi. Si algo que L.A. tiene es una linda vista para entretenerte mientras estás metido en esta sardina —digo refunfuñando, el calor es atroz.

Al fin llegamos a casa de Rosalie y Emmett. Nuestra antigua casa se ve a lo lejos, no sé si ha sido comprada, si sigue abandonada, pero presiento que Bella querrá ir, yo también, no lo niego.

Rosalie nos recibe con una estridente bienvenida, con efusivos actos de afecto, más para Bella y nuestra hija que para mí. Alice, siempre tímida, se ve más sonriente de lo normal. Es agradable ver a mi hija cómoda. En Francia siempre parece tan taciturna, dice Bella que eso lo sacó de mí y temo que es verdad; pero ahora es más su madre, con ojos cafés y largo cabello negro que llega a su cintura, sin embargo en ciertas poses cuando me mira preocupada o se siente triste, es increíble lo mucho que se parece a mi hermana.

—¿Extrañabas California? —pregunta Emmett viendo mi sudor al bajar las maletas y subirlas por las escaleras. Rosalie pudo haber enviado a su mayordomo, pero le gusta hacerme sufrir.

—Pensaba que sí, pero no su calor, Dios ¿a qué estamos? ¿50 grados?

Emmett se ríe y se encoge de hombros.

—California sólo tiene dos medidas de temperatura "recalcitrantemente caliente" o "calor de playa", esto se me hace más un calor de playa.

Siento un jalón en mi pantalón y veo a mi hija mirando a Emmett y a mí.

"¿Cuándo vamos a ir a la playa?" —pregunta efusivamente. Yo lo digo en voz alta para que Emmett sepa lo que ella dice.

—Mañana, le podremos decir a tus abuelos a ver si quieren ir con nosotros.

Alice asiente con una sonrisa y desaparece, probablemente a buscar a su madre. Juro que esas dos no pueden estar separadas más de una hora.

—¿Nada aún sobre su diagnóstico? —pregunta Emmett mientras meto el equipaje al cuarto.

—No, nada. Bella y yo hemos tenido problemas últimamente, básicamente porque ella cree que es algo que no tiene explicación y así deberíamos dejarlo, y yo porque no puedo resignarme a que mi hija no hable.

—Pero no es nada físico ¿cierto? Es decir, por lo que Rosalie me dice, los médicos no han encontrado ningún impedimento físico para su mutismo.

Me siento en la cama y limpio mi sudor con mi pañuelo.

—Estoy seguro que es algo psicológico. —Luego hago una pausa y miro a Emmett—. Aún no se lo he propuesto a Bella, pero aquí hay un excelente especialista en psiquiatría infantil, colega mío de Chicago. Quiero llevar a Alice con él, ver qué dice.

—¿Y Bella qué crees que diga? —pregunta Emmett

—Bella… no creo que se oponga, pero sigue empecinada en que esto es algo… Que la ciencia actual no puede explicar y está escéptica al respecto.

—Es extraño, ustedes dos, los dos extremos de la moneda, ciencia y paranormal, en esta extraña mancuerna. ¿Funciona?

Me levanto para ir por el resto de equipaje y le pego una palmada masculina en la espalda.

—A veces es complicado, pero el sexo es genial, no me puedo quejar.

Escucho a Emmett reírse mientras salgo del cuarto.

Encuentro a Bella y Rose conversando en el cuarto contiguo. Me siento como un intruso los primeros segundos, hasta que Rose se levanta y me deja solo con mi esposa.

—Perdón por no ayudarte con el equipaje, Rose me comentaba sobre… la casa de al lado. —Siento tensión en su voz al dirigirse a nuestro antiguo hogar. Sus ojos evaden los míos, algo le preocupa.

—¿Qué sucede? —pregunto acercándome a ella.

—Los nuevos dueños van a demolerla… construir un resort o algo así.
—Oh. —No puedo decir nada, una terrible añoranza me invade.

—Jasper —ella dice en voz baja.

Asiento con mi cabeza.

—Sé que él realmente no está ahí, pero… —digo con voz baja. Me siento en la silla frente a ella, sin pensar, tratando de digerir esto. Pensé que lo había superado, que había aceptado el hecho de que yo no tuve la culpa y que no pude haber hecho nada para evitar su muerte, pero saber que el lugar donde lo vi por última vez será demolido, es como destruir su memoria, la razón de su sacrificio, como si no hubiera existido. Duele saber que la gente y sus cuerpos no son nada sin recuerdos que los acompañen.

Siento los brazos de Bella sobre mi cuello y empiezo a temblar.

—Lo siento, Edward —ella dice a mi oído, en consuelo.

Me quedo unos minutos sentado hasta que mi dolor cede ligeramente y queda la resignación.

—¿Cuándo? —pregunto con voz ronca.

—Unas semanas más.

—¿Crees que podríamos…?

—Sí —ella contesta, sabiendo mis intenciones.

X*X*X*X*X*

Desde que soñé con esta casa por primera vez, siempre supe que era especial. Hay más dolor en ella que felicidad, pero eso no la hace menos nostálgica para mí. Aquí aprendí a sufrir, a perdonar, a amar al igual que Edward. El dolor que me causó no es culpa de estas cuatro paredes, sino de la desdeñable capacidad humana de ser cruel, y la crueldad no es otra cosa que ignorancia del corazón.

En cuanto pongo un pie en el terreno sé que Jasper no está aquí, ni Aro; donde quiera que estén, están juntos, eso lo sé.

Edward camina lentamente por los senderos arbóreos, con manos en los bolsillos inspeccionando el lugar. La fachada de la casa se ve igual, con algunos ligeros cambios, es evidente que no ha sido habitada en algunos años. Su toque moderno hace que no se vea intimidante, sino más bien anacrónica en contraste con el paisaje escarpado. Nos detenemos al mismo tiempo, a unos metros de la entrada de la casa. Los ventanales están tapados por gruesas cortinas, me pregunto si los muebles serán los mismos o los nuevos dueños han cambiado algo. Sin pensarlo camino hacia la parte trasera, donde está la piscina; no debería, esta ya no es mi casa y no tengo derecho de ser intrusiva, pero no lo puedo evitar. Cuando doy la vuelta puedo ver lo que alguna vez fue una piscina y ahora está convertido en una fosa de naturaleza muerta, descuidada y lejos de ser funcional. Alguna vez estuve a punto de morir ahí y Edward también, es increíble como la mente suele ser tan benigna con los detalles oscuros pues aunque trate de recordarlo, no puedo recrear como lucía antes.

—¿Crees que alguna vez la usaron los actuales dueños? —pregunta Edward.

—¿Te refieres a si la persona que la usó no la trató de ahogar un fantasma? —Es mi débil intento de bromear, pero se escucha más como reproche.

—No lo sé, ¿sientes algo? —él pregunta ansioso.

—No, tal vez energía residual, pero no a Jasper, ni a Aro. —Al ver que Edward está tan callado, volteo a verlo, él está mirando intensamente la pseudo piscina—. ¿Tenías miedo que él todavía estuviera aquí y que al demoler la casa él no tuviera donde quedarse? —pregunto tentativamente.

—Algo así. —Luego suspira y me mira fieramente—. Es hora de irnos, no queda aquí nada que me interese ya.

Tomo su mano y salimos de ahí sin voltear hacia atrás.

X*X*X*X*X*

Lo habíamos visto antes, el asombro, la incredulidad, el dolor en los ojos de sus padres al ver a Alice, pero era una niña la última vez que la vieron, 6 años de edad. Ahora que es pre- adolescente y sus facciones se han afinado un poco más, lo que vemos en los ojos de sus padres es amor, nostalgia y al fin aceptación. Elizabeth, la madre de Edward, es la que se porta más natural con Alice, pero Edward padre es muy singular, serio pero extrañamente enfocado en todo lo que hace su nieta, como si tratara de encontrar diferencias con su hija muerta. Lo más extraño es que nunca había visto sonreír a ese hombre en los más de 10 años que llevo de conocerlo, y cuando lo hace, sólo lo hace con Alice; puedo ver de donde Edward sacó su sonrisa.

Alice, aún con su permeable silencio, logra reírse y es hermoso, llena mi vida cuando lo hace; me aferro a esos sonidos con la vida misma y estoy segura que no soy la única.

Juega con su abuelo a armar aviones, luego se queda con Elizabeth viendo viejas fotos donde su tía sale sonriente junto a Edward. Esperaba el cuestionamiento de su parecido por parte de Alice, pero ella nunca ha preguntando nada, no lo ve extraño o curioso. Cuando era más pequeña, unos dos años, y sus abuelos fueron a Francia a verla, Elizabeth le mostró una foto de su tía Alice. Su reacción fue simple e increíble al mismo tiempo. "Soy como ella" dijo con señas. Nunca preguntó dónde estaba o qué había sucedido con ella; me pregunto si ellas dos se comunican o si existe cierta conexión que jamás podré comprender. Lo que sí sé es que desde entonces, los padres de Edward saben que mi hija es peculiar, no lo dicen, no lo preguntan, pero lo sospechan y esa es la conversación que Edward y yo tendremos con ellos hoy.

Esta tarde, mientras nuestra hija está con sus abuelos en la playa, Edward me aborda con la idea de llevarla a un psiquiatra especializado en niños con traumas. La idea me ofende al principio, siendo que yo misma he estado en esos lugares y sé lo terrible que es ser examinada como bicho raro por un extraño. Le explico esto a mi esposo y él me convence con un argumento que no puedo refutar "¿No te gustaría agotar cualquier medio posible para que ella hable?". No puedo negarme y acepto a regañadientes.

Cuando vamos por Alice en casa de sus abuelos, Elizabeth nos abre la puerta y se ve pálida. Alice corre hacia mí y pregunto con miedo qué sucede. Mi hija se ve inquieta.

—Lo siento Bella, fue nuestra culpa, no pensamos… lo siento.

—¿Qué pasó? —pregunta Edward viendo como mi hija se aferra a mi regazo.

—Le grité y la asusté, lo siento, lo siento mucho —dice Elizabeth llorando esta vez.

—¿Por qué? —preguntamos Edward y yo.

—Alice… dijo cosas que… —tartamudea Elizabeth—. Hay cosas que ella sabe y no debería saber —concluye con los dientes apretados, luego me mira con reproche—. ¿Le has dicho algo sobre la muerte de mi hija?

—No, nada —contesto—. Ella jamás ha preguntado… ¿Qué dijo?

Para entonces estamos en la sala, Alice está abrazada a mí, callada y tranquila. Edward toca su brazo para calmarla.

—Todo iba bien, fuimos a la playa, pero de regreso…

—Apuntó con su mano el lugar donde… mi hija murió —interrumpe Edward padre.

Noto a mi suegro alterado, pero confundido también, no deja de mirar intensamente a mi hija.

Edward y yo intercambiamos miradas, sabemos que es el momento de ser honestos. Es la segunda oportunidad que Alice nunca tuvo, de ser aceptada por sus padres, de tener apoyo incondicional. Tal vez es esto lo que se supone que debía pasar. Darle paz a unos padres, a un hermano, a un espíritu intranquilo. La conclusión de la vida y muerte en la resignación de no entender y aún amar.

Y ahora entiendo el sacrificio de Alice, una persona murió para que cinco personas vivieran.

FIN


NOTA DE AUTOR? PFF SERÁ APOLOGÍA DEL AUTOR:
Ya me perdonaron? . Bueno, espero que sí, y si no, les traigo una ofrenda de paz, en el grupo de fb está un breve extracto del prólogo de Efecto Pigmalión, mi nueva historia, la cual empiezo a publicar el primero de abril (el link de trailer de youtube está en mi perfil junto con su sinopsis . Serán capítulos cortos, y por ahora estaré publicando dos veces a la semana. Les advierto ahora que vivo en el futuro (España) mis horarios de actualización estarán un poco diferentes, así que cuando diga un día, seguramente... wait a minute! creo que en realidad todo mundo saldrá ganando, pues vivo en el futuro y técnicamente no me puedo atrasar :) yay!

Ahora hablando en serio, una disculpa por mi terrible ausencia en ff y en Facebook, tuve que mudarme de país, tramitar mi matrícula de estudios, instalarme, registrarme como ciudadana legal y además ya no decir computadora si no ordenador, el horror! y claro! tratar de no reírme como niño de 12 años cuando los muy civilizados y amables españoles dicen "coger".

Ya siendo honestos, mi tutor es alemán, así que es de esos que si tienes un error debes de trabajar el triple para compensarlo . entonces tomarle la medida me costó 6 meses y aquí estoy, apenas con un respiro, pero si no lo hacía ahora no lo haría nunca. Bueno, basta de balbuceos, me despido con la esperanza de que todavía estén por aquí y que les haya gustado esta historia que realmente fue muy satisfactoria de contar. Tuvo sus momentos buenos y malos, pero yo me divertí como niña escribiéndola, fue un placer tenerlos de lectores. Aprecio su paciencia y dedicación al comentar o al tan siquiera revisar esta notificación súper tardía.

Los quiero y los extrañaba.

Im back bitches!

(no es cierto, no son bitches, pero me quería oír cool y ruda)

Eve