DESPERTAR

Era un día perfecto en la Aldea de Konoha. Naruto se estaba preparando para iniciar su jornada como Hokage, su mayor problema; tener que levantarse temprano. Incluso Hinata y la joven Sharin ya se habían despertado para entrenar. Fue en ese momento que comenzó a pensar:

Parece que ya es hora de que Sharin comience su entrenamiento con el Byakugan.—Dijo Naruto, sonriente, mientras metía sus brazos en las mangas del extenso abrigo y su impecable blanco.—Sé que estará tan emocionada como Hinata, de eso no hay duda.—Naruto no demoró en cambiarse. Había ocasiones en las que no tenía tiempo de quitarse la ropa del día anterior, por lo que aquel abrigo siempre le era de mucha utilidad para aparentar formalismo. Cómo quería ese abrigo el Séptimo Hokage.

En el patio de una enorme residencia, había una hermosa mujer de mediana edad. Su cabello era azul, su pelo medianamente largo y sus ojos claros y resplandecientes, parecidos a una luna malva. Frente a ella, de pie, con los mismos ojos, había una niña pequeña. Su pelo era rubio y ligeramente largo, clara muestra de que no se lo habían cortado desde el día en que nació. Su piel era blanca, joven y resplandeciente.

Es hora de comenzar Sharin. ¿Estás lista?—Dijo Hinata con una voz tierna y dócil, mientras observaba a la pequeña niña con alegría.

Si madre, estoy lista—Respondió la pequeña rubia con una sonrisa mucho más cálida e infantil. Un gesto inconfundible que había heredado de su padre.

La pequeña Sharin Uzumaki tenía 5 años de edad. Su personalidad era parecida a la de su Madre, pero siempre escondía esa confianza y decisión que acompañó a su padre desde joven; y que de vez en cuando lo seguía acompañando, solo que ahora con algunas ojeras de más.

Desde la distancia, Sharin era observada por un pequeño niño de pelo puntiagudo y mirada confundida. El contraste del azul de sus ojos y el azul de su pelo parecía mágico. Su piel era igual de blanca a la de su hermana, pero su estatura no tanto. El pequeño solo tenía tres años de edad y ya era más inquieto que la tierna rubia. Su nombre era Senkō Uzumaki, y lo que más envidiaba de su hermana mayor no era exactamente la estatura o la edad, sino sus ojos. Esos ojos hipnóticos y característicos que siempre parecían esconder un intrigante misticismo.

El Séptimo Hokage se asomó por la ventana antes de salir de su cuarto. Ya se encontraba retrasado y talvez, aquel pequeño vistazo sería lo único que vería en todo el día de su hermosa esposa y tierna hija. De aquel asomo fugaz pudo sacar muchas cosas. Su corazón le seguía palpitando sutilmente cuando veía sonreír a Hinata. Además ver la cabecita rubia de su hija siempre lo motivaba en las mañanas. Lo único que hacía falta era la otra cabecita azul, pero no la pudo encontrar por ningún lado.

Senkō no volvió a bajar para entrenar—Dijo Naruto con un ligero bufido—.Sigue con esa idea en su cabeza. Es muy joven para que le pasen cosas como esas por la mente. Tendré que hablar con él después—El rubio bebió un sorbo de café antes de retirarse. Hinata siempre lo tenía listo por las mañanas y le quedaba tan bien, como a Ichiraku el Ramen.

Naruto se envolvió de su destello Naranja para emprender una carrera hacia el trabajo, desafortunadamente, aquella oficina tendría que esperar unos minutos más. Justo antes de marcharse, Naruto había escuchado la voz de Hinata colándose por la ventana abierta.

Naruto, ¿sigues aquí?—Dijo Hinata en un tono más elevado del normal. En su voz se podían notar signos de preocupación.

Naruto aprovecho el destello para salir rápidamente por la ventana. Aterrizó en el patio como un Shinobi y después oculto la envoltura de chakra. Hinata lo veía confundida pero no detectó señales de peligro. Sin embargo, aquel despliegue de valentía fue de mucho agrado para sus hijos. Ambos habían dejado escapar un extenso—¡wooow!—de sus bocas.

¿Me llamaste Hinata?

Ve a Sharin Naruto, mira sus ojos—Al voltear, Naruto quedo realmente sorprendido, tanto que decidió acercarse un poco más. Se agachó para quedar nivelado al rostro de su hija. La niña lucía un poco preocupada después de esto.

Su pupila—Naruto fue incorporándose del suelo—,es igual a cuando yo…—Naruto vio a Hinata, ambos no sabían que decirse—¿Cómo paso esto Hinata?—Pregunto Naruto mientras volvía su mirada a Sharin para reafirmar lo sucedido.

Bueno, decidí iniciar su entrenamiento con el Byakugan, le enseñe los sellos y cuando los realizó, al igual que conmigo sus venas y nervios oculares se marcaron, pero unos segundos después de eso, apareció esa pupila alargada. Idéntica a la tuya cuando…—Antes de terminar de hablar, Naruto la interrumpió. Había notado la preocupación de Sharin y no quería prolongar la conversación frente a ella.

Sí, lo sé Hinata—Respondió Naruto, pensativo.

Naruto, ¿Qué está pasando?—Pregunto Hinata con un susurro, solo para que su esposo la escuchara.

No lo sé Hinata, de veras que no lo sé. Por el momento necesito tiempo para pensar, además ya voy tarde, lo mejor será que suspendas el entrenamiento por hoy y analicemos un poco la situación. Estoy seguro de que hay una explicación. No nos preocupemos tanto ahora—Naruto se acercó mas a Hinata—No frente a Sharin, está un poco asustada.

Entiendo—Contesto Hinata más tranquila.

¿Qué pasa papá?, ¿mamá?, ¿Por qué se ven tan preocupados?—Pregunto Sharin austada.

Nada importante Sharin—El rubio volvió a agacharse para ver a Sharin a los ojos. De alguna manera, aquella pupila de zorro le traía muchos recuerdos—.Es que tal vez aún eres muy joven para empezar a usar tu Byakugan—Naruto le sonrió con confianza. El miedo de su hija iba desapareciendo poco a poco—Es mejor que tú y tu madre esperen por el momento, eso es todo.

Si Sharin. Mejor ve y prepárate para ir a la Academia. El entrenamiento puede esperar un poco, no te preocupes—Dijo Hinata tratando de seguirle el juego a su marido.

Sí mamá—Respondió Sharin con una sonrisa tierna. Aún faltaba tiempo para asistir a la academia. Pero si se preparaba antes, todo el tiempo que le sobrara podría usarlo para jugar. La niña se marchó incluso brincando como conejo. El pequeño Senkō la siguió con la mirada y después con los pies. El rubio y la peliazul se habían quedado completamente solos en el hermoso jardín del clan Uzumaki.

Bueno Hinata, debo irme. No te preocupes, haré tiempo para investigar sobre esto. A más tardar, esta noche tendré una respuesta, te lo prometo. No pasará nada.

Hinata abrazó lentamente a Naruto y acurrucó su cabeza en el pecho del rubio. Podía escuchar sus latidos. Eran cálidos, templados y tranquilizantes.

Gracias Naruto.

No tienes que agradecerme nada Hinata. Ella es mi hija. Jamás permitiría que algo malo le sucediera a mi familia—Naruto tomo por la cintura a Hinata y le dio un beso. Cuando sus labios se despegaron ambos se sonrieron. Naruto se cubrió del destello naranja y desapareció en un instante.