Sé que tengo otros fics por actualizar, pero me ha entrado la inspiración, me he puesto a escribir y ha salido esto. Espero que os guste :)


No entendía qué es lo que estaba ocurriendo, no entendía por qué Kate llevaba unos días rara. Estaba rara, pero no era algo malo en absoluto, sino que estaba feliz, sin ningún motivo aparente. Tampoco entendía por qué se había puesto a llorar con aquella escena de la película que ya habían visto juntos un par de veces y nunca antes había llorado viéndola; ni porque de repente le había apetecido salir a dar una vuelta. Pero se dijo a sí mismo que mientras ella estuviese feliz, no había de qué preocuparse.

Iban por la calle cogidos de la mano, dando un tranquilo paseo. Aquello no era algo habitual en ellos ya que la mayoría del tiempo estaban trabajando en algún caso y cuando lo resolvían les apetecía pasar tiempo en casa, descansando de todo lo demás. Por ese motivo precisamente este momento era algo especial.

En la calle se podía notar el frío típico de aquellas fechas y la gente resguardándose en las cafeterías para tomar un café o un chocolate caliente. O el simple hecho de ver a la gente corriendo de un lado para otro, haciendo sus últimas compras navideñas.

Kate se apoyó contra el hombro del escritor, mientras caminaban, sin rumbo fijo, o eso creía él, hasta que se encontraron en el parque, no en un parque cualquiera sino 'su' parque. El lugar dónde ella se había abierto a él por primera vez, confesándole que necesitaba derrumbar ese muro para poder tener la clase de relación que quería tener; el parque dónde ella se había dado cuenta de que lo necesitaba realmente, de que lo quería a él; el parque donde él le había pedido matrimonio hacía ya un año.

Ambos se miraron, sonriendo y se acercaron hasta los columpios, donde se sentaron. Disfrutaron por unos momentos del silencio, hasta que ella habló.

-Espero que algún día traigamos aquí a nuestros hijos, a este parque. A estos columpios.

El escritor le miró, sonriendo.

-Yo también lo espero.

-A veces eres tan tonto – dijo ella, riendo.

Él le miró, abriendo los ojos y alzando las cejas, sin saber a qué se refería Kate, pero con un aire divertido.

-Me parece increíble que lleves tanto tiempo trabajando con tres detectives y todavía no te des cuenta de algunas cosas – dijo ella, todavía riendo.

-¿De qué me tengo que dar cuenta?

-De nada, vámonos a casa o no nos dará tiempo a preparar la cena.


Después de la cena y de la entrega de regalos típica de unas navidades en casa de Richard Castle, el escritor y la Detective se quedaron a solas.

Kate se marchó a cambiarse de ropa para estar más cómoda y cuando regresó al salón, arrastró a Castle hasta el sofá. Después le obligó a sentarse y ella se puso frente a él, de pie.

-Sé que normalmente eres tú el de las palabras, pero…. Levántame la camisa.

-¿Qué? - preguntó el escritor, esperando haber escuchado bien - ¿Me vas a hacer un striptease?

-No – dijo ella, mordiéndose la lengua mientras sonreía – Tú solo, levántame la camiseta, por favor.

-Está bien – dijo él, acercándose a ella y levantándole la camiseta, dejando al desnudo su vientre, en el que había algo escrito.

Feliz Navidad, papá.

Kate miraba expectante la reacción del escritor, quien había abierto los ojos y la boca, en una expresión de sorpresa, mientras leía una y otra vez las palabras escritas en el vientre de Kate. Hasta que finalmente la miró a ella.

-¿Voy a… estás..?

-Sí – dijo ella, con una gran sonrisa de felicidad atravesándole el rostro – vas a ser papá Castle.

-Oh dios mío – dijo él, levantándose del sillón y pasando su mano por la nuca de Kate acercándola a él para besar sus labios. Tras unos segundos, o quizás un minuto, separó sus labios. La Detective vio cómo las lágrimas se deslizaban por las mejillas del escritor – Es el mejor regalo que me han hecho nunca.