Quería tanto descansar, que le dejaran siquiera por un momento en paz, que no le dieran palmaditas en la mejilla, que no lo movieran ni lo acomodaran. Todo lo que quería era concentrarse en la mano de Peter que sostenía con fuerza la suya y abandonarse como a un ancla a la sensación de seguridad que ésta le inspiraba. No quería abrir los ojos, no tenía sentido, pero continuaban forzándolo a hacerlo una y dos y tres veces. Ellos no entendían que concentrar toda su energía en aquella mano y tratar de olvidar todo lo demás era lo único que lo alejaba del dolor. Eran muchas manos, pero en solo una de ellas confiaba.
Lo pusieron de lado, deslizaron algo tras su espalda, alrededor de su cuello, correas que pasaban por su frente, otra cosa firmemente sujeta a su cara, todo lo toleró porque Peter estaba allí y por ello no podía ser algo malo. Era Peter Burke, que siempre sabía dónde encontrarlo y que ahora lo sacaría de este extraño encierro dentro de sí mismo. Pero cuando trataron de aprisionarlo, de envolver todo su cuerpo en correas, cuando le quitaron esa mano que era como un faro en su noche oscura entró en pánico en un segundo. No sabía bien que hacía ni porqué; sabía que pateaba y que manoteaba y que sus pies y manos colisionaban con cosas más y menos duras y que quería librarse de todo y que quería correr, aunque no supiera donde y aunque su cabeza diera vueltas y escasamente reconociera donde estaba arriba y donde abajo. Pero fue Peter quien le retuvo, fue Peter y no todas las otras manos las que aferraron sus brazos y lo sacudieron con firmeza, una sola vez, no lo suficientemente fuerte como para dañarlo, pero sí lo suficientemente fuerte para sorprenderlo. Peter estaba enojado, Peter quería que dejara de luchar y ahora menos que nunca Neal podía permitirle que lo abandonara, por lo tanto se obligó a sí mismo a obedecer.
"Por favor… Peter… no te vayas… Peter… no me sueltes… no… no me sueltes…" Apenas lograba que las palabras salieran de su boca, escasamente lograba hacer salir el suficiente aire para emitir cualquier sonido y solo intentarlo causaba un intenso dolor que lo dejaba aún más sin aliento. No sabía si estaba siendo oído, si el agente tan solo podría leer sus labios, si lo que decía tenía algún sentido pero realmente necesitaba que le escuchara, que entendiera cuán desesperadamente necesitaba su contacto. Neal Caffrey, siempre con la sonrisa a flor de labios, caminando por el mundo con movimientos fluidos y elegantes, pero siempre con la emoción desnuda en los ojos, oculta bajo un rápido gesto de la mano, un juego con el sombrero o un comentario mordaz. Peter lo había visto desolado, lo había visto desesperado, lo había visto furioso, pero quizás esta sería la primera vez que lo viera no solo asustado, sino que auténticamente aterrorizado. Neal estaba más allá de todo pudor, de toda vergüenza y necesitaba que Peter se diera cuenta de con cuanta intensidad dependía de que lo mantuviera a su lado ahora.
Vagamente la mente de Neal registraba que lo movían, lo levantaban, lo bajaban, lo presionaban, lo pinchaban, pero nada de eso realmente lo preocupaba porque por sobre todo lo demás, lo que más aterraba a Neal era la idea de que si esa mano lo soltaba, entonces no tendría como encontrarla de nuevo. Estaría completamente perdido, una tabla flotando en el océano, un astronauta a la deriva en el espacio, completamente a merced de fuerzas que no entendía, que lo envolvían en agonía, que taladraban en su mente, que pisoteaban su cuerpo y que ponían una capucha negra y densa sobre sus sentidos.
Sentía un frío inmenso, que trepaba desde sus miembros pero ahora llegaba hasta lo más profundo de su cuerpo. Respirar no era ya solo doloroso, sino cada vez más difícil, sus pulmones más y más llenos de liquido que competía mano a mano con el aire y este último estaba perdiendo la batalla. Entonces Neal lo entendió todo, se estaba ahogando, su balsa de naufrago no era suficiente y estaba completamente hundido en aguas heladas y negras. Por eso no podía oír, por eso no podía ver, por eso no podía ya respirar.