Último capítulo. Dar las gracias a todos los que habéis seguido esta historia, a todos los que dejáis reviews porque de verdad animan mucho. No me quiero olvidar de la gente que me ha apoyado por twitter y, por supuesto, de mis queridas Fillionatics: gracias chicas por soportar mis dudas, especialmente Pau.

Cuando empecé a escribir esta historia no me esperaba que tuviera esta acogida, siendo que era mi primer fic. Espero que hayáis disfrutado leyéndola tanto como yo escribiéndola. Y sin más dilación, disfruten del capítulo. GRACIAS!

NOTA: ¿Recordáis la apuesta entre Espo y Lanie? Aquí veremos quién gana.

Chapter 22

La música suena fuerte incluso fuera del local. Me pongo hielo en el ojo para evitar la hinchazón, pero contra el moratón ya no hay nada que hacer. Se me ha puesto de un color lila intenso, y es que solo a mí se me ocurre ir contra un tío que me saca dos cabezas y con unos músculos de infarto. Pero, ¿qué podía hacer entonces? ¿dejar que ese imbécil manoseara a mi novia? ¡Ni muerto!

Mel me gira la cabeza para un lado y para otro, revisando que no tenga más rasguños. Dios, es tan hermosa. No puedo estar más loco por ella. ¿Enamorado yo? Si, hasta las cejas. Llevo dos años con ella y la sigo queriendo como el primer día. He tenido la suerte de que ella también correspondiera mis sentimientos.

-Mel, estoy bien- le digo mirándola a los ojos.

-Ese tío te podía haber matado, Alex- dice alterada y con la mirada húmeda.

-Pero no lo ha hecho. No dramatices.

-Lo siento. Nunca me he visto en una situación así- se pasa las manos por su larga melena. Es un gesto que tiene para tranquilizarse.

-Ya pasó- le doy un beso en la frente. –Voy a pedir un taxi que te lleve a casa.

-No. Esta noche me quedo contigo- se abraza a mí y yo paso mi brazo por sus hombros. No reprocho. Sé que no serviría de nada y, además, yo también quiero que se quede.

No es la primera vez que pasa la noche en el loft. A mis padres no les importa, es más, les encanta tenerla en casa. Se llevan genial. Yo, en cambio, solo me he podido quedar con ella las veces que sus padres no estaban en la ciudad y las puedo contar con los dedos de una mano.

Cuando entramos, subimos las escaleras en silencio para no despertar a mis padres. Mel se ríe porque en el último escalón he tropezado y me he caído. Yo la callo con un beso. De mi hermana no me preocupo. Sé que está en una fiesta de pijamas o algo así. Cosas de quinceañeras.

Voy con intenciones de no hacer nada, solamente dormir abrazado a ella. Pero ver que se acerca a mí con pasos y mirada felina no ayuda a la situación. Se coloca el pelo a un lado y me pide que le desabroche la cremallera. El vestido se desliza por su piel sin ninguna dificultad. Me paralizo cuando me doy cuenta que bajo la prenda solo lleva sus braguitas. Y esto ayuda mucho menos, porque ya noto la presión bajo mis pantalones.

Ya no hay vuelta atrás.

La cojo en brazos y nos tiramos a la cama. Se sienta sobre mí y me besa con ímpetu mientras suelta los botones de mi camisa y se frota contra mi entrepierna. La agarro de la cintura y le doy la vuelta, dejándola tumbada. De rodillas entre sus piernas me termino de quitar la camisa y sigo con los pantalones.

Aún con los bóxers puestos, ella mete la mano y me busca. No puedo hacer otra cosa que cerrar los ojos ante el placer. Estiro el brazo y busco en mi mesilla de noche un condón. Lo encuentro. Me lo pongo y, sin preliminares, la penetro.

Me abrazo a ella. Nuestros pechos pegados por una fina capa de sudor. Escondo mi cara en el hueco de su cuello. Sus gemidos en mi oído me excitan más. Aumento el ritmo de mis embestidas y siento como mi novia se estremece entre mis brazos. Calla su grito de placer mordiéndome en el hombro. Mi final también está cerca. Me salgo de ella y me corro en su vientre. Tiro el condón, me tumbo a su lado y nos tapo con una sábana. No tardamos en quedarnos dormidos.

Cuando me despierto, Mel sigue dormida. Está boca abajo y con la espalda al aire. Me deleito mirándola mientras le acaricio la espalda con las yemas de los dedos. Paro cuando un escalofrío recorre todo su cuerpo. Oigo ruido abajo, asique supongo que serán mis padres con el desayuno. No quiero bajar y tener que enfrentarme al interrogatorio de mi madre cuando me vea el ojo morado.

-Buenos días…

-Hey…bueno días bella durmiente. ¿Has dormido bien?

-Contigo ¿tú qué crees?

-Lo sé, soy una excelente almohada.

Se ríe y la beso. El beso se prolonga y se vuelve más intenso. Paramos por falta de aire y por el incesante ruido de nuestras tripas.

-¿Bajamos a desayunar?

-Sí. Me muero de hambre. Espero que tu padre haya preparado sus famosas tortitas.

Se viste con su ropa de anoche y yo me pongo lo primero que encuentro en el armario: unos pantalones de chándal y una camiseta.

Bajo detrás de ella. Después de estos años se siente como en casa. Me alegra verla más animada que ayer.

-Hola.

-¡Melissa! Cuanto tiempo sin verte- mi madre la abraza.

-Hola Mel- la saluda ahora mi padre, que como había imaginado está haciendo tortitas.

-¡Alex! ¿Qué te ha pasado?- ya se ha fijado. Comienza el interrogatorio.

-Un tío intentaba meterme mano y Alex me lo quitó de encima.

Mel me ha salvado de una buena. Mi madre no sigue preguntando y solo me da un golpe en la nuca de manera cariñosa. Le digo un "gracias" al oído y le doy un beso en la mejilla.

-Sois adorables- nos dice mi madre. –¿Nosotros éramos así cuando empezamos?

-Perdona, lo seguimos siendo.

Mi padre, a pesar de los años, no ha perdido su característico humor. Ese humor con el que me sigue haciendo reír como cuando era pequeño y que, de alguna manera, dicen que he heredado. Hay tantas cosas que me han dicho que he heredado de él que ya he perdido la cuenta. Otra cosa que no ha perdido es la curiosidad.

-¿Sabes ya a que universidad vas a ir?

-Sí. Me han aceptado en Columbia.

-Eso es genial. Alex sigue sin saber nada.

Y aquí es cuando dejo de escuchar.

Universidades. Estoy harto de ese tema. Mi padre no me habla de otra cosa. Tengo muy claro mi futuro y ese futuro no incluye pasar cuatro o cinco años en una universidad. Debo admitir que he solicitado plazas en algunas, pero solo para darle el gusto. Se lo que quiero hacer y lo que quiero ser, y espero que mi decisión no le decepcione.

-Tengo que marcharme. Gracias por el desayuno.

-Adios Melissa- se despiden mis padres a la vez.

-Te acompaño hasta abajo- le digo.

-No hace falta.

-Quiero hacerlo.

No la voy a ver en una semana y quiero aprovechar al máximo los minutos que me quedan con ella.

He olvidado mencionar que hoy es cuatro de julio. Y como cada cuatro de julio, Mel se va a pasarlo con sus abuelos y de paso se queda unos días con ellos.

Adivinar a donde voy a ir yo. Exacto, a los Hamptons.

Me distraigo mirando cómo se aleja su taxi, pero enseguida una voz muy familiar me saca de mi ensimismamiento.

-¡Alex!

Es Vera, mi hermana.

Hasta hace poco era la pequeña de la familia, pero ese puesto ahora lo tiene Patrick, el hijo de mi hermana Alexis y, por lo tanto, mi sobrino. Es un niño encantador. Recuerdo que una vez Mel y yo salimos a pasear con él y una pareja de ancianos creyó que era hijo nuestro. Que buen momento pasamos. Fuimos riendo todo el camino de vuelta.

-¿Era Melissa la que iba en el taxi?

-Si.

-¿Ha pasado la noche en casa?

-Mmm.

-Espero que no hayáis hecho cosas sucias en mi cama.

-Pues la verdad es que todo lo sucio lo hemos hecho en tu cama.

Se para en seco y me fulmina con la mirada.

-Alex, como sea cierto te juro que cojo la pistola de mamá y te mato.

-Es broma, enana- le hago un gesto con la mano para que continúe andando y entramos al edificio. –Dime, ¿qué tal la noche?

-Buah, ha sido la mejor noche de mi vida.

-Creo que exageras para una simple fiesta de pijamas.

-Es que…bueno…no fue solo eso.

-¿Qué hicisteis?

-Prométeme que no se lo dirás a mamá o a papá.

-Lo prometo.

-El hermano de Lucy nos invitó a una fiesta de mayores y fue genial. Conocí a un montón de chicos y…

-Para, para…¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre?

-¿Qué pasa?

-Esos chicos podrían haberte emborrachado y aprovechado de ti.

-Alex, no te pongas en lo peor. No pasó nada.

Abre la puerta de casa y entra como si nada. Sin un ápice de remordimiento por lo que ha hecho o por haber mentido a nuestros padres.

Si yo he heredado el humor de mi padre está claro que Vera la rebeldía de mi madre.

Subo a mi habitación para darme una ducha y despejar mi mente. Mi madre sube conmigo y también entra a mi habitación.

-Te traigo lo que me pediste- me da un sobre tamaño folio.

-Gracias mamá.

-¿Estás seguro de esto?

-Totalmente.

-Cariño, sabes respeto tu decisión y, en cierto modo, me siento orgullosa, pero quiero que tengas una cosa clara antes de empezar con todo esto: que vayas a ir por ahí con placa y pistola no significa que no te vaya a pasar nada. Quizás la gente te tenga más respeto, pero eres igual de vulnerable.

-Lo sé. Tendré mucho cuidado.

Sus palabras me han conmovido. No me las esperaba. No ahora.

-Como madre se que lo tendrás, y como capitán se que serás un buen policía.

Sinceramente, estas palabras me han tocado y más viniendo de ella: de Katherine Beckett. La mujer más joven en llegar a inspectora y con el mejor índice de crímenes resueltos y, ahora, capitana de la doce. Pero por encima de todo eso es mi madre.

-Oye mamá, ¿cómo crees que se lo tomara papá?

-Seguro que bien. Aprovecha que me voy a comisaría para hablar tranquilamente con él.

Nada más marcharse, abro el sobre. Está todo. Toda la información que necesito sobre la academia.

Cuando termino de ducharme preparo mis cosas para los próximos días y bajo para hablar con mi padre.

Está en su despacho.

-Papá, ¿puedo hablar contigo?

-Por supuesto- cierra el portátil y se quita las gafas. –Tú dirás.

-…Siempre me has insistido con lo de ir a la universidad y yo nunca he tenido pensamientos de ir. Para ti es muy importante, lo sé, pero llevo años sabiendo lo que quiero ser y espero que mi decisión no te decepcione.

-Hijo…primero y principal, nunca podrías decepcionarme; y segundo: ¿cuál es tu decisión?

Respiro profundamente para coger fuerzas.

-Quiero ser policía.

Se recuesta en su silla y me sonríe. No entiendo nada.

-No me sorprende. Mira, quiero enseñarte algo- abre un cajón y empieza a registrarlo. Saca lo que parece ser una foto. Me la tiende.

Efectivamente es una foto y no puedo evitar soltar una carcajada cuando la veo. Soy yo y por la fecha en la que está tomada debo de tener tres años. Estoy sentado en el sofá con la gorra y la camisa del uniforme de mi madre y mordisqueando su placa.

-Te encantaba ponerte esa gorra. Desde que eras pequeño tu madre y yo sabíamos que acabarías siendo poli. Era algo inevitable. Llevas la justicia en las venas.

-Y entonces…¿Por qué me insistías tanto con lo de ir a la universidad?

Se levanta, rodea la mesa y se apoya en el borde, quedando enfrente de mí.

-Después de casarnos, yo deje de acompañar a tu madre en los casos. Durante ese tiempo, hasta que la nombraron capitán, lo pasé realmente mal. Solo pensaba en que si le pasaba algo yo no estaría con ella para protegerla…

Escucho atentamente las palabras de mi padre.

-…Cada día que entraba por esa puerta daba las gracias por que regresara viva. Si lo pasé tan mal con ella no quería ni imaginar cómo me sentiría si alguno de mis hijos se hiciera policía…por eso te he insistido tanto con los estudios…con la esperanza de quitarte esa posibilidad de la cabeza, pero no lo he conseguido…Contra la vocación no se puede luchar.

Me quedo callado unos segundos asimilando todas sus palabras.

-¿No estás disgustado?

-En absoluto, es más, estoy orgulloso. Estuve seis años haciendo de poli y ahora, por fin, habrá un Castle con placa.

Me abraza y yo le correspondo. Me siento más aliviado. Los abrazos de mi padre siempre me han reconfortado.

Cuando rompe el abrazo me palmea los hombros. Sí, está orgulloso. Lo puedo ver en su mirada y que también me lo haya dicho con palabras es muy importante para mí.

En estos momentos no sé qué decir, asique, simplemente asiento y salgo de su despacho de vuelta a mi habitación.

Me dejo caer en la cama y miro el techo durante unos minutos. Estoy feliz, pletórico. Tengo una carrera por delante. Me esforzare al máximo. Quiero llevar el apellido Castle a lo más alto de las esferas policiales.

Desvío mi mirada hacia mi mesilla y cojo el marco con la foto más actual de toda la familia. Soy muy afortunado por haberme criado en esta familia y por tenerlos a mi lado.

No me quiero olvidar de Mel. Ella también es un pilar muy importante en mi vida.

Abro el marco y busco la fotografía que tengo ahí escondida. Es de mis padres cuando eran más jóvenes y por las historias que me han contado creo que es de principios de su relación.

Un escritor y su musa. Para mí no hay historia de amor más bonita que la de mis padres.

Por primera vez desde que tengo esta foto le doy la vuelta y leo una única palabra: SIEMPRE.

Siento que la he leído en el momento más acertado de mi vida.

Recuerdo habérsela oído decir a mis padres en varias ocasiones cada vez que se daban las gracias. Será como un lema para ellos.

Horas después mi madre regresa de la comisaría y, junto a papá, nos espera para marcharnos. Cuando me reúno con ellos los abrazo del cuello.

-Gracias- les digo.

-¿Por qué?

-Por todo.

-Siempre- me dicen a la vez.

Otra vez me encuentro sin palabras. Me limito a mostrar mi mejor sonrisa y a coger mis cosas, dispuesto a pasar unos días increíbles con mi familia.

FIN

No estoy muy convencida con el final, asique, perdonar si no es el mejor para esta historia.

Espero que os haya gustado. Reviews? :)