Siento tardar tanto en actualizar, pero este capítulo me ha costado un montón escribirlo. Lo he borrado y vuelto a escribir cinco veces porque no me terminaba de gustar, hasta que al final así se ha quedado. Espero que os guste.

Todavía no sé si el siguiente será el último capítulo o podré sacar dos más. Como sea, después habrá un pequeño epílogo.

Mil gracias por las reviews que dejáis, animan a continuar escribiendo!


El Crown Victoria avanzaba a toda velocidad por las calles de Nueva York con las sirenas y las luces puestas, seguido muy de cerca por otro coche, también con sirenas y luces.

Tras recibir la llamada de Rick, Kate había entrado en un estado de shock, que se desvaneció en cuanto Esposito le rozó con su mano y le preguntó qué había ocurrido.

Tan solo cuatro minutos después, los neumáticos del coche frenaron contra la calzada, casi sacando humo. Kate salió del coche rápidamente y entró al edificio. No se paró a llamar al ascensor, subió corriendo las escaleras hasta su apartamento, seguida de cerca por sus dos compañeros.

Cuando entró en casa, se la encontró toda revuelta, Rick seguía buscando a Emma. Había abierto todos los cajones y armarios de la casa, vaciándolos en el suelo. Cuando vio a su mujer simplemente dejó que todo ese estado de desesperación en el que se encontraba le invadiera y la abrazó, estrechándola contra él. Ambos se desahogaron durante unos segundos.

Espo entró al cuarto de baño a comprobar si había algo sospechoso en la ventana o comprobar si estaba forzada, mientras Ryan bajaba a preguntar a los vecinos si alguien había visto a alguien merodeando por el patio.

-Lo siento Kate, debería haber estado más pendiente de ella.

Kate alzó la cabeza, separándose del pecho del escritor y lo miró a los ojos. Vio la culpabilidad reflejada en aquel azul cristalino.

-Escúchame – dijo, su voz temblaba – Jamás se me ocurriría culparte por esto.

Él la miró, valorando una vez más la suerte que tenía de tener a esa extraordinaria mujer a su lado. ¿Cómo no podía culparlo de aquello? Era él quien estaba en casa con Emma, si hubiese estado más pendiente, su hija seguiría allí.

Esposito entró en el salón, interrumpiéndolos.

-La ventana tenía una pequeña púa enganchada en la parte de fuera. Así es como han conseguido abrirla desde fuera.

-Pero está demasiado alta – dijo Castle – Es un tercer piso, habrán necesitado una escalera para poder entrar por ahí, alguien habrá tenido que ver algo.

-Un vecino de abajo dice que a las nueve de la mañana ha llegado un hombre a revisar los conductos del aire acondicionado por el patio – Dijo Ryan, que volvía en ese momento al apartamento – 1'80, moreno, delgado… Llevaba una escalera e iba vestido con un buzo gris. No lo ha visto salir. Me lo llevo a comisaría a hacer un retrato robot.

-No hace falta – dijo Kate, recuperando su voz – Ha sido Tom.

-¿Estás segura? – preguntó Espo, asegurándose de que no cogían el camino equivocado en la investigación.

-Es la única persona que tiene un motivo para llevarse a mi hija – dijo ella, segura. Miró a Castle, quien asintió, coincidiendo con la opinión de Kate – Comprobad si su móvil tiene el GPS activado, comprobad sus cuentas, todas las propiedades que posee, dónde ha estado esta mañana y quién ha sido la última persona que le ha visto. Quiero saber dónde está.

-Hecho – dijeron los dos Detectives al unísono, saliendo del apartamento de su compañera.

-¿Qué hacemos nosotros? – preguntó el escritor.

-Vamos a casa de ese hijo de perra.


Emma se mantenía en silencio, mientras miraba fijamente a la persona que iba a su lado. Tom, el amigo de su mamá que había estado en casa días antes, había ido a buscarla de una forma muy extraña a su casa. Normalmente cuando su tío Espo o alguno de sus abuelos iban a buscarla a casa para ir con ella al parque o llevarla al cine, lo hacían por la puerta principal, no entrando por la ventana del baño. Él le había dicho que era un juego, que así era más divertido, pero ahora ya no le parecía tan divertido. Ella todavía llevaba su pijama y ni siquiera le había dejado darle un beso a su papá, que estaba en la cocina preparándole el desayuno, ni tampoco le había permitido decirle que volvería a la hora de comer.

-No tienes que estar asustada, Emma – dijo Tom, mirándola de reojo manteniendo la vista fija en la carretera.

-Quiero ir a casa – dijo ella, bajito.

-Ahora no podemos volver. Pero no te preocupes, ya verás que te lo vas a pasar muy bien conmigo.

Emma comenzaba a asustarse. Estaban yendo por unas carreteras que nunca había visto, no iban ni al parque, ni al cine y ni siquiera había podido avisar a sus papás. Dirigió la mirada hacia la manilla de la puerta, al mismo tiempo que Tom echaba los pestillos del coche. Emma dio un pequeño salto en el asiento, asustada.


Castle tocaba el timbre repetidas veces, mientras ella golpeaba con los nudillos la puerta, diciéndose para sí misma que esta sería la última vez que llamaba, si no abría nadie, echaría la puerta abajo. Con o sin orden.

-¡Policía de Nueva York abra la puerta! – volvió a gritar.

Cuando estaba a punto de prepararse para coger impulso y darle una patada a la puerta, ésta se abrió y apareció ante ellos una mujer de unos setenta años. Kate la reconoció al instante: era la madre de Tom.

-¿Dónde está mi hija? – preguntó ella, de manera directa, haciendo a la mujer a un lado y entrando sin pedir permiso. El escritor entró tras ella.

-¡¿Qué demonios están haciendo?! – Gritó la mujer - ¡Aquí no hay nadie!

Tanto Rick como Kate no contestaron y comenzaron a registrar todas las habitaciones de la casa, mientras la madre de Tom les seguía, insistiendo en que allí no había nadie. Rick encontró el móvil de Tom en uno de los dormitorios, no podrían rastrear su GPS.

-¿Dónde está Tom? – dijo Kate, con un tono de voz exigente, intentando evitar que la desesperación se apoderase de ella.

-No sé dónde está, ¿por qué me preguntan por él, qué ha pasado?

-¿Cuándo fue la última vez que lo viste? – preguntó Kate, sin contestar a sus preguntas.

-Ayer, por la noche – dijo la mujer, intentando recordar – Dijo que estaría fuera unos días, cuando le pregunté a dónde iría no quiso decirme nada.


Castle y Beckett salieron de esa casa con más preguntas de las que habían entrado, pero con una cosa clara, no había ninguna duda de que Tom era el culpable de la desaparición de su hija.

Kate apoyó una mano contra la puerta del coche mientras se llevaba la otra al estómago. Hacía unos minutos que había comenzado a sentir unas pequeñas punzadas. Ni siquiera sabía cómo llevar el hecho de poder estar embarazada ahora que Emma había desaparecido.

El escritor le pasó una mano por la espalda. No soportaba ver a Kate sufrir y esto era culpa suya. Pensar que la discusión que él había tenido con Tom días antes había podido conducirle a llevarse a Emma, le carcomía por dentro. Y no soportaba ocultárselo a Kate. No por más tiempo.

-Esto es por mi culpa – dijo, casi en un susurro, mientras se secaba las lágrimas de la cara.

-Ya lo hemos hablado, no es culpa de ninguno de los dos. Solamente de ese mal nacido – dijo ella, sin entender porqué Rick volvía a sacar el tema. No era eso lo que ella necesitaba ahora.

-No, Kate, hice algo…

Ella le miró sin comprender.

-¿De qué estás hablando?

-Rompí nuestra promesa. Fui a ver a Tom.

-Castle… - dijo ella, mirándolo, esperando que no fuese cierto lo que estaba diciendo.

-Creí que era lo mejor, creí que os estaba protegiendo. No quería que os hiciera daño.

-¿Qué le dijiste? – preguntó ella, su tono quebrado.

-Que como volviese a amenazarte iríamos por las malas, que él no tenía las de ganar – Ella se llevó una mano a la frente. Su mirada marcada por la decepción – Lo siento Kate, solo quería…

-¡¿Solo querías qué?! – Le cortó ella, alzando la voz - ¿Estropearlo todo, echarlo todo a perder? ¿Hacer que se lleve a Emma? ¡Porque eso es lo que has conseguido Castle!

-Kate – Se intentó acercar a ella, pero ella lo apartó con la mano.

-Una promesa Rick – dijo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas – Me prometiste que lo cumplirías. Y ni siquiera era por mí, era por nuestra hija. – La voz se le quebró al pronunciar las últimas palabras.

El escritor intentó acercarse de nuevo a ella, sin éxito.

-No – dijo ella, negándole ese acercamiento.

El dolor en su interior se hizo más grande todavía, unido a la angustia y la desesperación. Si no encontraban a Emma jamás podría perdonar a Rick por aquello.


Mientras tanto, casi en el otro extremo de la ciudad, Tom avanzaba con Emma por unos largos pasillos. Tiraba del brazo de la pequeña, que echaba su peso hacia atrás, intentando frenar, mostrando su desacuerdo en ir con él.

Se encontraban en una fábrica abandonada que había pertenecido a su familia algunos años atrás, sin embargo ahora ya no había nadie allí, era el lugar perfecto para esconderse por el momento. Pero ese no sería el lugar definitivo, en cuanto pudiese iría a la cabina de teléfono más cercana y alquilaría una cabaña cerca de la frontera de Canadá. Allí es donde viviría con su hija.

Avanzaron unos diez metros más hasta llegar a una puerta. Tom sacó una llave de uno de los bolsillos y la abrió. Entró con Emma y pulsó un interruptor a la izquierda. Una pequeña bombilla parpadeó dos veces hasta que se encendió, apenas iluminando aquel cuarto. Agarró más fuerte la mano de Emma y se dirigió con ella hasta una de las esquinas, donde había un colchón en el suelo. Era viejo y estaba sucio, pero era lo único que había encontrado por el momento.

-Te vas a tener que quedar aquí un ratito ¿vale? – le dijo, agachándose a su altura – Puedes tumbarte en este colchón y dormir un poco. Te prometo que cuando despiertes ya habré vuelto.

-Quiero ir con mi mami – susurró Emma, mientras varias lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.

-Es que… Ha pasado algo – La pequeña le miró sin comprender – Tu mamá ha tenido un accidente.

El mentón de Emma comenzó a temblar, mientras sus ojos se aguaban por completo.

-Quiero verla, y a mi papá. Quiero ir con ellos – gritó llorando. El nudo formado en su garganta casi le impedía hablar.

-No puedes Emma – le dijo él, de una manera casi frívola – No puedes volver a verlos. Ahora solo estamos tú y yo.

Después de decir esto, Tom se marchó, dejando a Emma sola en aquella lúgubre habitación. Cuanto antes alquilase esa cabaña, antes podrían empezar su nueva vida. Una sonrisa cruzó su rostro, mientras avanzaba por los pasillos de aquella fábrica, al imaginar en la angustia que estaría pasando ahora mismo Kate. Estaba cumpliendo su amenaza de años atrás, ella le había abandonado y ahora él se lo haría pagar.

Un llanto desgarrador se apoderó de la pequeña, mientras gritaba, llamando a sus padres, esperando que fuesen a buscarla.


Gracias por leer :)