Capítulo 2:

Jim pasó de mirar a su hija a mirar a su nieta, que descansaba en los brazos de Kate, dormida.

-¿Podemos quedarnos aquí unos días? – preguntó Kate con la voz quebrada.

-Claro – dijo Jim, abriéndole la puerta para dejarlas pasar y apresurándose a entrar las maletas que Kate traía con ella.

Kate entró, inspeccionando la que había sido su antigua casa, de la que tan buenos recuerdos guardaba. Una foto enmarcada en la pared llamó su atención, en ella se los veía a ella, a su madre y a su padre, sonriendo. Una sonrisa se dibujó en su cara al recordar aquel momento.

-¿Qué ha pasado? – preguntó su padre, devolviéndola al presente.

Tras contarle lo ocurrido, Jim pasó un brazo por el hombro de Kate.

-No me digas te lo dije – dijo Kate, casi sonriendo mientras algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas.

-No te lo diré entonces – le contestó su padre, con una sonrisa en los labios.

Aunque le costase reconocerlo, su padre tenía razón. Le había advertido miles de veces sobre Tom, le había dicho que no era un buen tipo, que no lo merecía y que le haría sufrir. Pero ella no le había hecho caso. Tom y ella se habían conocido después de la muerte de su madre y, de alguna manera, aunque no siempre fuese de manera legal, él le había ayudado a superarlo. Dos años después se quedó embarazada de Emma y se fueron a vivir juntos, a pesar de todas aquellas advertencias por parte de su padre. Había sido precisamente eso lo que había hecho que Kate y su padre se distanciasen, las constantes advertencias por parte de Jim, el hecho de que no confiase en ella. Pero lo cierto es que confiaba en ella, era de Tom del que no se fiaba y, desgraciada o afortunadamente, Jim había tenido razón.

-Te prepararé unas mantas para la cama – dijo Jim, levantándose del sofá.

-Será solo hasta que ahorre un poco de dinero y encuentre algo – dijo ella.

-Podéis quedaros el tiempo que quieras Katie – le dijo él.

-Papá – le detuvo Kate, antes de que se marchase – Gracias.

Él simplemente le contestó con una sonrisa.


Kate entró a su antiguo dormitorio, estaba casi como ella lo había dejado hacía unos años.

-Sigue dormida – dijo Jim, señalando a su nieta.

-Sí, creo que esta tarde no ha dormido mucho – dijo Kate, acariciando la cara de su hija.

-¿Qué vas a hacer con ella cuando vayas a trabajar? – preguntó él.

-Mañana tengo el día libre, pero para los demás días buscaré una guardería o…

-Tonterías – dijo su padre, cortándola a media frase – La niña se queda conmigo.

-¿Qué? – Dijo Kate, sorprendida - ¿estás seguro papá?

-Por supuesto, ¿cuide de ti, verdad? Creo que todavía soy capaz de cuidar de mi nieta.

Kate sonrió con tristeza, al fin y al cabo, no iba a estar peor que con Tom.

-Descansa – le dijo Jim, dándole un beso en la frente y acariciando la mejilla de su nieta.

-Gracias papá, buenas noches.


Una suave mano rozó su cara, intentó abrir los ojos pero el sueño se lo impidió y volvió a dormirse. Segundos más tarde recibió un pequeño golpe en la barbilla, de aquella misma mano suave y regordeta. Al manotazo le siguió un pequeño lloriqueo que hizo que Kate terminase despertando. Miró el reloj, las cuatro de la mañana.

-Ey, cariño.

Kate bajó la cabeza de la almohada y se posicionó frente a la cara de su hija, acurrucándola junto a ella. Emma fijó sus ojos en su madre al mismo tiempo que balbuceaba cosas sin sentido.

-¿No puedes dormir? – le susurró Kate en un tono dulce, haciendo sonreír a su hija.

Emma agarró el colgante que Kate llevaba al cuello. Era el anillo de su madre, le gustaba llevarlo siempre con ella. Emma comenzó a jugar con el anillo entre sus dedos hasta que se cansó y se lo llevó a la boca. Kate se lo retiró suavemente de la boca y se lo recogió bajo su camisa.

-¿Tienes hambre? – le dijo susurrando dulcemente a su hija de nuevo.

Emma emitió otro balbuceo y agarró la mano de Kate cuando ésta le iba a acariciar la cara. La pequeña comenzó a chupar el dedo de su madre. Kate sonrió al notar cómo un pequeño diente comenzaba a presionar en la encía de Emma. Su primer diente.

Se levantó de la cama, se calzó sus zapatillas de andar por casa y estiró la mano hasta el escritorio, aquel en el que tiempo atrás hacía sus deberes del colegio, y cogió su móvil. Desbloqueó la pantalla y vio que no tenía ninguna llamada ni mensaje de Tom. Aquello le hizo sentir peor, aunque hacía que no se sintiese tan culpable por haberse marchado. Emma comenzó a llorar, reclamando atención así que Kate olvidó a Tom de su mente por unos momentos para centrarse en su hija.

Cogió a Emma en brazos y se agachó a buscar en una de las maletas, hasta que encontró la manta de Emma. Era una manta rosa, con dibujitos de unicornios, especialmente suave que a ella le encantaba. Kate no podía evitar sonreír al ver la cara de satisfacción de su hija cada vez que la envolvía en aquella manta. Con ella en sus brazos, Kate se dirigió a la cocina para preparar un biberón.

Cogió el biberón de Emma y el bote de leche en polvo de una de las bolsas que había traído con ella y comenzó a prepararlo. Echó un vistazo a la cocina, su padre había renovado los electrodomésticos. Mientras calentaba la leche se fijó en uno de los armarios de la cocina, aquel por el que su madre siempre reclamaba a Jim que lo arreglase y éste siempre olvidaba hacerlo. Abrió la puerta de aquel armario y vio que su padre por fin lo había arreglado. Una sonrisa melancólica cruzó su rostro, pero el pitido del microondas, indicando que la leche ya estaba caliente, la devolvió de nuevo al presente. Cogió el biberón y se echó una gotita de leche en la mano, comprobando que la temperatura era la adecuada para Emma y evitar así que se quemase la boca con la leche, y se dirigió al salón.

Acunando a su hija en sus brazos le dio el biberón. La pequeña ya lo agarraba sola así que cuando Kate se lo acercó a los labios, ella comenzó a succionar la leche y agarró el biberón con las dos manos. Mientras tanto Kate la acunaba en sus brazos.

La Detective se fijó en una chapita que había sobre la mesa del salón. Era una de aquellas chapas de reuniones de alcohólicos anónimos. Su padre llevaba tiempo acudiendo a aquellas reuniones. Esta chapita en concreto indicaba que llevaba sobrio dos años.

Unos minutos después, Emma dejó caer el biberón entre sus manos, tras haberlo vaciado. La pequeña se había relajado tras haber llenado su estómago, así que Kate le puso el chupete y se levantó con ella, acunándola en sus brazos mientras ella caminaba por el salón. Poco a poco la respiración de la pequeña se hizo más profunda hasta que terminó quedándose dormida de nuevo.

Cuando Kate regresó al dormitorio, colocó a Emma sobre la cama, todavía tapada con su mantita de unicornios. Cuando fue a tumbarse ella a su lado su móvil comenzó a vibrar sobre el escritorio. Miró la pantalla, era Tom. Se mordió el labio, indecisa, y finalmente cortó la llamada, apagando el móvil después. Seguramente Tom acababa de llegar a casa después de una noche de fiesta.

Se metió en la cama, junto a su hija e intentó descansar un poco.


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