ÚLTIMO CAPÍTULO
Aunque habrá un pequeño epílogo.
Muchas gracias a todas esas personas que me han animado a seguir escribiendo. Y gracias por cada review. No me esperaba tener tantas visitas en esta historia así que estoy muy contenta. Espero que os haya gustado y que hayáis disfrutado leyéndola como yo he disfrutado escribiéndola y que os guste también el final ;)
Encontraron dos empresas pertenecientes a la familia de Tom y fueron a registrarlas, pero no obtuvieron resultados en ninguna de las dos y nadie había visto a Tom desde hacía dos días.
Regresaron a comisaría sin nuevos hilos por los que tirar. Kate se sentó en su escritorio, escondiendo la cara entre sus manos, apoyados en sus rodillas y lloró. Se desahogó durante varios minutos en los que el escritor la estuvo observando, llorando también, mientras el dolor se hacía más y más grande dentro de él, al igual que la culpabilidad. Quería acercarse a ella y abrazarla, estrecharla entre sus brazos y decirle que todo iba a salir bien, que iban a encontrar a Emma. Pero sentía que les había fallado, a ambas, ese sentimiento y necesidad de protegerlas que siempre había tenido por ellas, se había desvanecido en el momento en el que, intentando protegerlas precisamente, había roto aquella promesa. Se dijo a sí mismo que no podía quedarse ahí a esperar que algo ocurriese, así que se sentó frente al ordenador de Ryan y comenzó su propia búsqueda.
-He encontrado algo – gritó, más de media hora después.
Tanto Kate como sus dos compañeros se acercaron hasta donde estaba el escritor.
-He rastreado la tarjeta de crédito de Tom. Hace una hora ha hecho una transacción de 500 dólares – le informó el escritor, girándose hacia ella.
-¿Qué es lo que ha pagado?
-El alquiler de una cabaña, cerca de la frontera con Canadá.
-¿Y tenemos la dirección? – preguntó ella, intentando comprender por qué seguían ahí parados si tenían aquella pista.
Cuando consiguieron el número de teléfono del dueño de aquella cabaña, Kate llamó mientras los demás escuchaban, pendientes, la conversación.
-Tom ha alquilado la cabaña hoy a las tres, le ha dicho al dueño que no iría hasta mañana por la mañana. ¿Podemos rastrear desde dónde ha hecho la llamada? – les preguntó a sus compañeros.
-Estoy en ello – dijo Ryan, cogiendo su teléfono – pero esto puede tardar un rato.
-Gracias – les dijo Kate, a ambos, tanto a Ryan como a Esposito. Ninguno de los dos estaba en la obligación de ayudarla, ese no era su trabajo. Ellos se ocupaban de homicidios, no de secuestros y sin embargo ahí estaban, demostrándole una vez más que podía contar con ellos.
-Emma estará de vuelta pronto – le dijo Espo, colocándole una mano en el hombro antes de volver a su mesa.
Un pequeño atisbo de esperanza envolvió a la Detective. No podían cantar victoria hasta no encontrar a Emma, pero al menos tenían algo, no se sentía tan perdida como hacía unos minutos.
Rick y ella se miraron, durante unos segundos, en la comisura de sus labios una pequeña curva que no llegaba a ser una sonrisa, pero era lo más parecido a una, dadas las circunstancias. Kate sintió que la misma esperanza que se quería apoderar de ella estaba también dentro del escritor. Quiso abrazarlo, rodear su cuerpo con sus brazos y tocar su espalda, apretándolo fuerte contra ella. Quiso sentirse protegida con él, pero no pudo. Pensó en Emma, ella tenía que estar ahí, con ellos. Una lágrima corrió desde el rabillo del ojo hasta la parte inferior de su mejilla. Rick le miró, sabiendo que la tristeza volvía a consumirla, a pesar de haber tenido un pequeño momento de esperanza. Tuvo miedo a abrazarla y que ella le apartara de su lado, así que simplemente acercó su mano a la de Kate, entrelazando sus dedos con los de ella, al mismo tiempo que acariciaba la pulsera de abalorios en la muñeca de su mujer, una pulsera que Emma le había regalado. Ella no se apartó, cerró los ojos y sintió su caricia. Todavía tenían que ser fuertes, tenían que traer a Emma a casa sana y salva. Y necesitaba fuerzas, porque en lo más profundo de su corazón sentía que dentro de ella estaba creciendo algo, algo que les pertenecía a ambos, pero no sería capaz de hacerlo si Emma no estaba junto a ellos.
Pasaron varias horas de angustia. Rastrear la llamada que Tom había hecho al realizar el alquiler de aquella cabaña en la frontera con Canadá, les estaba resultando más complicado de lo que en un principio habían imaginado.
Si lo de la llamada no funcionaba, le tenderían una emboscada al día siguiente en la cabaña que había alquilado, pero eso suponía dejar a Emma una noche más en manos de ese mal nacido y ni Kate ni Rick estaban dispuestos a ello.
-¡Chicos, tengo algo! – gritó Espo. Todos se acercaron a su mesa, mientras él comenzaba a explicarles lo qué tenía – La llamada se ha realizado desde una cabina telefónica.
Tecleó unas coordenadas en el ordenador y en la pantalla apareció una imagen vía satélite del lugar donde se encontraba la cabina telefónica.
-Amplía el mapa – pidió Castle, queriendo ver qué más había en aquel lugar, a parte de una cabina telefónica al lado de la carretera, sin ningún edificio alrededor.
Cuando el hispano amplió el mapa, observaron que a unos trescientos metros de aquella cabina telefónica había lo que parecían ser dos fábricas. Aparentemente abandonadas.
-Este cabrón tiene que estar en una de estas fábricas – murmuró Espo, llevando el puntero hasta una de esas fábricas y pinchando sobre ella.
Levison S.A.- Construcciones
-Espera – dijo Castle - ¿El padre de Tom no es empresario de construcción también?
-Sí, pero es Robbin, no Levison – contestó Kate, también algo perturbada por aquella coincidencia. Si algo había aprendido a lo largo de los años, es que pocas veces hay coincidencias cuando se ha cometido un delito – Pincha ahí – le pidió a su compañero, señalando la pestaña de leer más en la pantalla.
Esposito pinchó y ante ellos se abrió una nueva ventana con información acerca de la empresa. Según decía ahí, cerraron en 2010.
-Ahí – dijo Castle, señalando la parte inferior de la pantalla. Leyó en voz alta – Mr Levison y Mr Robbin, asociados y dueños de la empresa.
Varios metros antes de acercarse a aquella fábrica abandonada, apagaron las luces de ambos coches para evitar ser vistos. Cuando se bajaron de los automóviles, comprobaron que el coche de Tom estaba aparcado a un lado de la fábrica.
-Vosotros entrad por esta puerta – les indició Kate a sus dos compañeros, señalándoles una puerta de hierro que había a su derecha – Castle y yo iremos por detrás.
Sabía que lo más probable, poniéndose en el lugar de alguien que intenta esconderse en un lugar como ese, era que Tom estuviese escondido con Emma por la parte trasera de la fábrica. Por ese motivo prefirió dejar a sus compañeros la parte delantera.
Antes de avanzar, sigilosamente, hasta la otra puerta, Kate se sacó una segunda pistola de la funda que llevaba enganchada al cinturón y se la pasó a Castle. Éste le miró, sin comprender si se la estaba dando realmente o solamente esperaba que se la sujetase.
-Recuerda – susurró ella – la prioridad es Emma. Me da igual lo que le pase a él.
El escritor asintió, al mismo tiempo que dejaba que el aire húmedo de la noche le entrase en los pulmones.
Justo antes de girar la esquina que tenían que doblar para encontrar la puerta trasera, según habían visto en el mapa satélite, Kate se detuvo en seco, levantando la mano para que el escritor no hiciese ningún ruido. Él frenó tras ella.
Un segundo después se escuchó como la suela de un zapato rozaba levemente con la gravilla del suelo, para después escucharse cómo alguien expulsaba una bocanada de aire.
Kate asomó levemente su cabeza y comprobó que era él, era Tom. Tenía una mano metida en el bolsillo delantero de su pantalón, mientras que con la otra sujetaba un cigarrillo, llevándoselo a la boca. La Detective le hizo un gesto a Castle, confirmándole que se trataba de Tom y levantó su arma, preparándose para intervenir.
Giró la esquina en un solo movimiento, con la pistola en alto y arremetió a Tom contra la pared, con brusquedad. Presionó su pistola contra la nuca de él, dejando que la rabia se apoderase de ella.
-Dónde está – le preguntó al oído, exigiendo que le contestase.
Tom soltó una carcajada, jactándose de Kate.
-Te lo dije Kate, te daría donde más te duele, ¿lo recuerdas? – Dijo, volviendo a reírse - ¿Creías que lo había olvidado, o te pensabas que porque me metiste en aquel centro te ibas a librar de mí tan fácilmente?
Kate giró la cabeza, volviéndose hacia Castle. No había sido su culpa que Tom se llevase a Emma, la discusión que el escritor había tenido con ese tipo no había tenido nada que ver. Tom llevaba planeando esto mucho más tiempo.
La debilidad que sintió Kate en ese momento hizo que Tom se percatase de ello y aprovechó la oportunidad. Se apoyó completamente sobre la pared y, con un rápido movimiento, levantó la pierna, proporcionándole una fuerte patada a Kate en el estómago, quien cayó hacia atrás inmediatamente, golpeando contra el suelo.
Sin embargo el escritor tuvo rápidos reflejos y, antes de que Tom cogiese el arma de Kate, que había caído al suelo, se abalanzó sobre él y comenzó a golpearlo. Golpeó sus nudillos contra la cara de Tom repetidas veces, sacando la rabia que le había estado comiendo por dentro, hasta que lo dejó inconsciente.
Entonces se giró y vio a Kate. Estaba tirada en el suelo, su rostro era confuso y asustado, mientras se miraba la mano. Castle se acercó hasta ella y se asustó también al ver que la mano de Kate estaba manchada de sangre, entonces miró a su alrededor, buscando el lugar del que procedía la sangre.
-Dios, Kate – dijo, visiblemente asustado.
Los pantalones de Kate estaban manchados de sangre alrededor de sus piernas. La Detective se encogió de dolor. Castle comenzó a hurgar en el bolsillo trasero de su pantalón, buscando el móvil.
-¿Qué haces? – le paró ella.
-Hay que llamar a una ambulancia.
-No, Rick. Emma.
Kate se levantó, a pesar de que Castle intentó detenerla. Justo en ese momento aparecieron Ryan y Esposito y se quedaron esposando a Tom, que seguía inconsciente y con la cara llena de sangre debido a los puñetazos que le había dado el escritor; y llamaron a una ambulancia, preocupados también por la cantidad de sangre que su compañera había dejado en el suelo.
Castle avanzaba, sujetando a Kate por la cintura, quien dejaba apoyar su peso en él. Recorrieron un largo pasillo en el que no había nada, hasta que encontraron una puerta al final de éste. Tenía las llaves puestas por fuera. Kate las agarró rápidamente y las giró dos veces dentro de la cerradura, abriendo la puerta. Ante ellos se encontraron una habitación con escasa iluminación, en el suelo había una bandeja con un bocadillo y una botella de agua, ambas cosas sin empezar. Kate recorrió la vista por toda la habitación hasta que, en una esquina, entre la sombras, la encontró. Estaba hecha un ovillo, encogida, mientras se tapaba los ojos con ambas manos.
-¡Emma!
La pequeña destapó sus ojos inmediatamente al escuchar aquella voz. Su mamá estaba aquí, había venido a buscarla.
-¡Mami! – gritó, llorando.
Kate y Rick corrieron hacia Emma, ambos con lágrimas en los ojos, emocionados de volver a ver a su hija.
Emma se incorporó y levantó sus bracitos hacia ellos. Las lágrimas brotaban abundantes de sus ojos mientras su barbilla temblaba. Los tres se fundieron en un abrazo.
-Shh, ya estás a salvo mi amor – Kate abrazándose fuertemente a ella.
-Estamos aquí – dijo Rick, dándole un beso.
-Dijo que habías tenido un accidente – sollozó, en el cuello de su madre, mientras se aferraba a su padre al mismo tiempo.
Rick apretó la mandíbula, maldiciendo contra Tom. Emma estaba aterrorizada, estaba temblando.
-No, cariño, te mintió. Mami está bien, estamos bien – le dijo Kate, en un tono dulce y tranquilizador.
Emma se separó de ella, mirando hacia abajo.
-Pero tienes sangre – dijo señalando sus pantalones.
Kate se llevó una mano al estómago, aparentemente volvía a tener más dolor. Así que Castle decidió intervenir.
-No, eso es porque mami se ha caído fuera, pero no pasa nada. Salgamos de aquí.
El escritor no permitió que Kate hiciese el camino de vuelta hacia fuera por sí sola, así que, cargando a Emma en la espalda e indicándole que se agarrase fuertemente a sus hombros, Rick pasó una mano sobre las piernas de Kate y otra sobre su espalda y la cargó en brazos, mientras ésta se retorcía de dolor.
Rick tocó en la puerta con los nudillos y entró en la habitación en la que una enfermera le había indicado que se encontraba Kate. Cuando entró, su mujer estaba tumbada en la cama, llevaba puesto un camisón de hospital y estaba visiblemente pálida. El escritor la miró, preocupado, sin embargo ella le mostró una pequeña sonrisa.
-Los dejo a solas – dijo el doctor, cuando terminó de anotar un par de cosas en el informe.
Rick le miró agradecido y se acercó hasta la cama. Kate cogió la mano del escritor, entrelazándola con sus dedos.
-¿Cómo está Emma? – habló Kate.
-Está bien, una doctora la ha examinado y dice que no tiene nada, excepto el susto. Ha dicho que estaría bien llevarla a un par de sesiones de terapia, por si todo esto le ha creado algún trauma…
El rostro de Kate se volvió triste de nuevo, por lo que había pasado su hija.
-Pero, ahora está bien, se ha dado con tu padre y mi madre en la cafetería, comiéndose un buen bocadillo – dijo él para animarla. Kate sonrió y apretó más fuerte la mano de Rick.
-Rick… - habló ella – Siento haberte culpado. Tú no tenías culpa de nada, ese malnacido llevaba planeándolo todo este tiempo.
-No, yo lo siento Kate – dijo él – No debería haber roto nuestra promesa. Te prometo que puedes confiar en mí la próxima vez que te prometa algo, lo cumpliré.
Kate sonrió, rodando los ojos. El escritor agachó su cabeza hasta ella, hasta encontrar sus labios y rozarlos suavemente con los suyos, dejándole un delicioso beso. Kate lo miró con amor.
-¿Qué tal estás tú, qué es lo que te ha pasado? – preguntó, ahora preocupado.
-Rick – dijo ella, agarrando con sus dos manos la mano derecha del escritor y jugando nerviosa con sus dedos. Después lo miró a los ojos, sonriendo – Estamos esperando un bebé.
La mandíbula del escritor se desencajó de su cara en una expresión de sorpresa y alegría, mientras alzaba sus cejas. Kate rio a ver la reacción del escritor, feliz.
-Estás embarazada – dijo él, más que preguntándolo, intentando asimilar esta gran noticia. Ella asintió.
-Me hubiese gustado decírtelo de una manera más especial, pero…
-¿Más especial? – dijo él – Esto es lo más especial que me han dicho nunca – dijo, riendo de felicidad.
Cogió a Kate por la barbilla y la besó, lenta y apasionadamente, pero de pronto se separó. Su expresión se volvió preocupada.
-Pero Kate… ¿toda esa sangre?
-He estado a punto de sufrir un desprendimiento del útero – explicó – Pero estoy bien ahora. Debo tomar una medicación durante dos semanas y reposo absoluto.
-¿Entonces está todo bien? ¿El bebé está bien?
-Mhmm, todo bien – le aseguró ella.
Minutos más tarde, el escritor fue en busca de su hija, y subió con ella a la habitación, dejando así que tanto Jim como Martha se fuesen a casa a descansar. Cuando entraron en la habitación, Rick subió a Emma a la cama con su madre. La pequeña se abrazó a Kate y enseguida se quedó dormida, bajo la atenta mirada de sus padres, quienes felices, no podían dejar de mirarla.
-Rick, hay algo más que quiero contarte – susurró ella, acariciando la cabeza de Emma. Él la miró, esperando que le contase – Ahora que Tom va a ir a la cárcel… después de lo que ha hecho, perderá cualquier tipo de derecho sobre Emma, aparte de tener una orden de alejamiento.
Él asintió, procesando la información que le estaba dando.
-Quiero que firmes los papeles de su custodia – le pidió – Quiero que seas el padre legal de Emma.
Los ojos del escritor se aguaron y besó a Kate una vez más, antes de susurrar contra sus labios.
-Gracias Kate, gracias por darme una familia.
FIN
Gracias por leer :)