Las balas volaban por doquier. Ya fueran militares que ya llevaban las manos tan rojas de sangre que parecían sacadas del mismo infierno o simples civiles que se habían visto obligados a empeñar armas para salvar la propia vida en el campo de guerra en el que se había convertido lo que alguna vez fue una gran nación.

Había vivido ese escenario las suficientes veces en mis 48 años de vida como para recrearlo perfectamente, incluso estando protegido por mis hombres y los muros de aquella arena que habíamos tomado como escenario para la muerte de aquellos que volvieron esta nación el lamentable lugar que en este momento era. Pero pronto acabaría, lo sabía. Imran lo había dicho. Por algo éramos los 4 jinetes. Como los 4 jinetes de la Biblia, pero no traíamos el Apocalipsis, sino la salvación.

Aunque, claro, "para crear, primero hay que destruir"

Y es por eso que en ese lugar habían derramado la sangre de más de un partidario de Al-Fulani. Y ahora le tocaba a él.

-¿Cuándo llegan?-le pregunté a Imran. Este se volvió.

-No creo que tarden mucho. Las defensas de Al-Fulani se ido debilitando mucho estos últimos meses.

Eso me hizo sentir cierto orgullo. El ruso y yo no éramos muy cercanos, pero él era el autor intelectual de toda esta trama en la que todos saldríamos beneficiados así que agradecía un reconocimiento suyo, por más indirecto que fuese*.

-Estoy impaciente. Mi país ha estado en esta situación solo por el hecho de que este traidor a cooperado con Occidente, indiferente de lo que estaba pasando con la gente que juró proteger.

-Mejor pon eso en tu discurso.-dijo el ruso.

Entonces tomé el micrófono y empecé a recitar aquellas palabras que de seguro le habrían los ojos a esta acción y sino… Bueno, por algo el traidor más grande de la nación estaba siendo dirigido hasta aquel lugar para que todo el pueblo lo viese caer.

Fue en ese momento cuando oí unos pasos rudos, típicos de sus soldados y unos jadeos. El condenado acababa de llegar.

Entonces Imran me hizo una seña para que me acercase a él. Entonces, cuando estuve frente a él, sacó una Desert Eagle. Por un momento pensé que planeaba matarme, pensando que ya no me necesitaba dado que ya tenía al presidente en sus manos. Pero el ruso volteó la pistola, dándome a entender que la utilizase. La agarré, dispuesto a cumplir el objetivo que me había planteado desde hace mucho tiempo. Me acerqué a la cámara y dije:

-Así es como empieza.

Entonces me acerqué al traidor, el cual estaba amarrado a un palo clavado en el suelo, como un simple animal, igual que como lo habían tratado en el viaje camino aquí. Apunté la Desert Eagle a su cara, de modo que cubriese todo su campo visual y disparé.

Su cabeza, que era todo lo que se mantenía en pie desde hace rato, cayó, goteando sangre.

Primer paso: completado. Ya liberamos a la nación del control de un traidor simpatizante de los occidentales.

Muchos no sentirían paz al haber asesinado a un hombre, pero yo sí. Específicamente por haber asesinado a este hombre. Todos mis hermanos me lo agradecerán.

Me volví y le pregunté a Imran:

-¿Puedo quedármela?-y le mostré la Desert Eagle. El ruso asintió.

Guardaría aquella pistola como un tesoro, porque era la pistola con la cual había acabado con una de las mayores amenazas para mis amados ciudadanos.