La razón en la oscuridad
En un palacio cercano a las montañas un joven aceptaba un destino que no esperaba vivir. Las miradas de quienes se encontraban a su alrededor eran solemnes pero distantes. Nunca en su vida había experimentado la soledad que aquellos ojos le obligaban a sentir. Desde pequeño estaba acostumbrado a los juegos y a las palabras insolentes que nunca estaban fuera de lugar pero ahora debía llenar un hueco en el corazón de todo un reino y no sabía si era digno de semejante cargo. A palabras necias se logró que el joven caminara hasta la alcoba real para ocupar el puesto que su madre había dejado tras su muerte. Sus pobladas cejas se juntaban amenazando con jamás separarse. Miraba severo a sus súbditos quienes antes de besar el suelo con sus frentes lo miraron con devoción.
-¡Alteza!- exclamaron al unísono provocando una ilusión en sus movimientos como de súbita caída.
El joven dejó escapar un chasquido mirando a su alrededor inmune al gesto leal de sus consejeros y sirvientes. Miró hacia su derecha donde se encontraba un joven soldado con aspecto rígido con los ojos al frente pero sin concentrarse en algún lugar en específico. Con las manos unidas al frente imponía su poder.
-Pónganse de pie- ordenó el joven monarca agitando su mano con desdén dándoles la espalda para sentarse en su trono.
-Alteza- dijo el joven soldado poniéndose frente a él e inclinando ligeramente la cabeza. –Capitán de las tropas reales, Sesshomaru a su servicio- al terminar de presentarse miró al nuevo rey a los ojos con sus ojos brillantes y ambarinos que dejaban ver su carácter determinado y estoico.
-Ah, claro. Sé muy bien quién eres- respondió el joven colocando casualmente los codos sobre los descansabrazos del trono. –Sé perfectamente quién eres y quién fue tu padre-. El soldado asintió ligeramente la cabeza al escuchar las palabras de su líder –Puedes retirarte- dijo rompiendo el contacto visual. –Y ustedes también- dijo poniéndose de pie provocando que quienes se encontraban en la sala hicieran igual y agacharan sus cabezas hasta que el joven se marchara de la habitación.
Sesshomaru siguió cada paso del nuevo rey hasta que su figura desapareció en uno de los pasillos seguido por su séquito de servicio. Salió de la alcoba entre el bullicio de los consejeros y los sirvientes quienes caminaban con pasos mesurados y las cabezas gachas, a diferencia del joven soldado quien veía hacia el frente. Avanzaba entre los pasillos del palacio que se encontraban adornados de pinturas y jarrones con detalles pálidos. Las maderas del suelo daban la ilusión de deslizarse sobre el suelo, silenciosas y brillantes. Se hacía camino entre los jardines, los cuales debía atravesar para llegar hasta la barraca en donde se encontraban los soldados. Al entrar, sus subordinados lo esperaban en un círculo alrededor de una fogata, expectantes y mostrando su ansiedad se pusieron de pie uniendo sus puños y agachando la cabeza para saludar a su capitán. Sesshomaru les pidió reincorporarse con un simple movimiento de mano y se sentó al igual que ellos frente a la fogata. Brillantes ojos esperaban ver un movimiento en la boca de su capitán quien por fin decidió informarles de lo que sucedía.
-Es necesario que mañana a primera hora rindamos pleitesía como entidad militar a Su Alteza InuYasha- dijo tomando un vaso que pronto llenó con té de hierbas finas.
-¿Qué tanto podemos confiar en este nuevo rey?- dijo uno de los soldados cuya pregunta llamó la precipitada atención de sus compañeros quienes rápidamente lo miraron con insistencia y temor.
A diferencia de los soldados, Sesshomaru tranquilamente le dio un sorbo al té que se escurría a través de su garganta proporcionándole alivio y calor. Disfrutó de la sensación y hasta terminar fue que respondió a la pregunta de su soldado. -¿Qué tan confiable es?- preguntó por fin, sin mostrar ninguna expresión. Los demás soldados se encontraban ansiosos de ver cuál sería la reacción de su capitán y esperaban que no fuese mortal para su ingenuo compañero. -¿No crees que tu estúpida pregunta puede provocar que muy pronto dejes de usar la cabeza?- preguntaba mientras sacaba su espada. Se puso de pie y caminó hasta donde se encontraba el joven quien lo miraba aterrorizado. Sesshomaru puso su espada frente al rostro del joven quien sudaba incesantemente. –Sea confiable o no, vivimos para poner la punta de nuestras espadas frente a los rostros de quienes se atrevan a cuestionarlo. No te olvides de eso- dijo de pronto golpeando al joven en la cabeza quien cayó al suelo y al instante se llevó las manos a la nuca y entre quejidos se reincorporó en su asiento. Sesshomaru guardó la espada en su funda. Caminó hasta los estantes de madera, tomó una caldera y se la arrojó al joven a quien recién había corregido. –Llénala de agua y la pones sobre el fuego-.
Al decir estas palabras los demás soldados se pusieron de pie horrorizados y rodearon a su capitán. -¡Capitán, por favor no lo haga!- exclamaron.
-Como castigo a tu insolencia- dijo sin prestar atención a las imploras a su alrededor –Te encargarás de preparar la cena hoy así que no te tardes-
Los demás soldados se quejaron y arrojaban piedras al joven soldado quien escapó rápidamente del cuartel usando la caldera para protegerse de los ataques de sus enfurecidos compañeros. Sesshomaru se sentó de nuevo frente al fuego y continuó tomando su té rodeado de quejidos y lloriqueos.
-¡Capitán, sabe que esto es mortal!- exclamó uno de los jóvenes soldados. -¡Él no tiene ni la menor idea de cómo cocinar, hasta el agua se le quema!- exclamaba.
-General Shippo, le recuerdo que su subordinado cometió una falta grave al reino al cuestionar la confiabilidad de Su Alteza, ¿desea proceder con una sanción más adecuada?- respondió sin mirarlo, concentrándose en su bebida. El joven dejó escapar un suspiro y se cruzó de brazos, lo cual indicaba que se había rendido. Una vez más debían atenerse a la pésima cocina del joven soldado.
Mientras tanto en el palacio, el nuevo rey miraba su reflejo en las aguas que se encontraban bajo el pequeño puente de su jardín. Miró a su alrededor y ubicó a todos y cada uno de los soldados que monitoreaban todos sus movimientos. Rió ligeramente negando con la cabeza y apoyó los codos sobre el borde del puente. "¿Por qué me dejaste esta vida, mamá?" se preguntaba el joven. Caminó sobre el puente lentamente con las manos hacia atrás y al sentir una presencia detrás de él se dio la vuelta. Se trataba del Capitán quien agachó ligeramente la cabeza.
-Feh. Claro- dijo el joven no hacia Sesshomaru, más bien para sí mismo -Creen que sólo porque soy de la realeza soy incapaz de protegerme- dijo para sus adentros reanudando su caminata. El joven soldado lo seguía tomando su distancia.
-No es así, Su Alteza- InuYasha se detuvo sin mirar hacia atrás. –Es bien sabida la habilidad que posee con la espada así como su agilidad y velocidad pero antes de que sea necesario que emplee dichas características, es de suma importancia que otros hagamos uso de las nuestras primero- dijo con voz grave y solemne.
-¿Sabes Sesshomaru?- dijo el joven por fin mirando hacia atrás manteniendo contacto visual –Eres exactamente como mi madre describía a tu padre- El joven soldado de pronto alzó un poco más la cabeza. –No solo poseen habilidades de combate sorprendentes pero tienen un uso de palabra capaz de cambiar una nación, ¿pero te digo una cosa?-
-Dígame, Su Alteza- respondió Sesshomaru consciente de que lo que el rey diría no sería de su agrado.
-Tus juegos de palabras no sirven de nada conmigo. No soy ingenuo como mi madre ni el previo rey. No estoy dispuesto a escuchar y seguir los consejos de ninguna rata aristócrata porque durante toda mi vida me dieron la espalda y ahora que necesitan a alguien que lleve las riendas de este reino buscan a la oveja negra- dijo dejando escapar una risa sarcástica –De pronto dejo de ser el bastardo para convertirme en "Su Alteza Serenísima"- esto último diciéndolo con desprecio que se hizo notar en las arrugas que mostraba en su frente, a los costados de su nariz y en sus dientes que se asomaban en su expresión macabra.
Sesshomaru se encontraba de pie al joven sin inmutarse, mantenía su aspecto sereno y sus ojos fríos. El rey dejaba escapar su respiración agitada y cortada. Se apoyó de nuevo sobre el puente mirando hacia la luna que se encontraba en fase creciente y de nuevo miró hacia el estanque en donde se reencontró con su distorsionado reflejo y vio entre las ondas del agua sus ropajes finos y brillantes, su tocado del pelo que indicaba su jerarquía y al verse sintió rabia y golpeó la madera. El sonido resonó en los oídos del capitán quien dio un paso y se mantuvo de pie más cerca de InuYasha.
-Su Alteza, no espero que confíe en las palabras que usted considera vacías, sin embargo, le extiendo la confianza que sus tropas y su capitán están depositando en usted- dicho esto hizo una reverencia y caminó dispuesto a dejar sólo al rey.
-Sesshomaru- dijo InuYasha provocando que el joven soldado se detuviera.
-Dígame, Su Alteza-
-Si encuentras una razón para que yo crea que este es mi lugar entonces puedes confiar en que aceptaré esa confianza que dices mis tropas están depositando en mí-
El capitán dio una reverencia y se marchó sin mostrar la rabia que de pronto el rey había provocado en él. Comenzó a pensar en cosas que de ser dichas a alguien aunque fuese en el entorno más secreto del reino, sería considerado traidor. Regresó al cuartel en donde la mayoría de los soldados dormían, sólo unos cuantos se encontraban afuera haciendo guardia en el palacio. Caminó hacia su cubículo en donde se sentó al lado de la ventana. Cruzo las piernas y colocó sus manos sobre sus rodillas cerrando los ojos. Apretó los puños pensando en las cosas que el rey le había dicho y pensó y pensó en aquella razón de la que hablaba. No tenía sentido, no pensaba en qué podría encontrar para demostrarle al rey que debía aceptar su destino. Podría mencionar su ascendencia pero él rey mejor que nadie sabía quién había sido su madre y por qué debía ocupar el puesto. Comprendía la razón por la cual se sentía con resentimiento hacia quienes le servían, ya que en efecto, InuYasha, antes de convertirse en rey, era un nombre que no se debía mencionar en el palacio pero le enfurecía al capitán la falta de sentido de la responsabilidad y honor que el joven rey poseía. Abrió los ojos y dejó escapar un suspiro. Se puso de pie y salió del cuartel de nuevo. Caminó hacia las rejas del palacio, la única entrada y salida pública. Se encontró con los soldados quienes al verlo se abrieron paso para que su capitán pudiera salir. El joven capitán, caminó entre las veredas de las montañas y se adentró al bosque para pensar. Después de varias horas de caminar unos sonidos lo alertaron. Se detuvo y colocó rápidamente sus manos sobre su espada; estaba dispuesto a desenvainarla en cualquier momento. Los sonidos eran débiles y aunque no sonaba a que se tratara de algo peligroso, no bajó la guardia y siguió los ruidos. Caminó hasta un claro que se encontraba alumbrado por la plateada luz de luna y se acercó a un pozo de madera que parecía estar abandonado. Se agachó para inspeccionar la madera ya que por alguna razón sintió algo de curiosidad y por las características se dio cuenta que era una construcción bastante vieja. Hiedras se asomaban entre las grietas de las tablas y el musgo comenzaba a invadir la base del pozo. Sin apoyarse sobre él por temor a derrumbarlo, se asomó en su interior y de nuevo escuchó aquellos ruidos que eran como crujidos. Le resultaba complicado ver si el fondo era profundo o si aún había agua en su interior ya que estaba demasiado oscuro pero de pronto un pequeño destello dorado comenzó a verse en el fondo. "Luciérnagas" pensó pero la pequeña luz comenzó a hacerse más grande. Sesshomaru se aferró más a su espada ya que no sabía qué era lo que vendría una vez que el destello se expandiera a su máximo. A los pocos segundos el destello dejó de ser un punto en el fondo del pozo y llenó cada espacio extendiéndose hasta las nubes. El joven capitán intentaba mirar qué se encontraba entre la luz pero el destello era tan brillante que tuvo que cerrar los ojos cayendo sobre el césped e inevitablemente talló sus ojos. A los pocos minutos la luz se apagó y por unos segundos no hubo nada; el aire se detuvo, los sonidos del bosque cesaron y después, regresaron, como si de pronto todo se hubiera detenido. Aún afectado por la luz, Sesshomaru se puso de pie y se asomó de nuevo al interior del pozo. Veía puntos luminosos en sus ojos pero intentaba enfocarse para ver qué se encontraba en el fondo.
-¡¿Qui-quién eres?!- escuchó a la lejanía.
La voz que escuchó venía del pozo, era definitivo pero por la acústica parecía que el fondo era bastante profundo ya que no podía ver nada y apenas podía escuchar.
-¡¿Me oyes?!- dijo de nuevo la voz ahora temblorosa. Sesshomaru identificó la voz como la de una mujer y al escucharla temblorosa supuso que era probable que no se tratara de una amenaza, aún así se mantuvo alerta.
-Carajo…- dijo la voz de nuevo, esta vez como un suspiro.
-Identifíquese- ordenó el joven.
-¡Sí me oyes!- exclamó la voz aumentando ligeramente el volumen. – ¡Por favor, sácame de aquí!-
-¡Identifíquese primero en nombre del Rey!- volvió a ordenar ahora con mayor volumen y énfasis en su comando.
-¿En nombre del rey? Seguramente que estoy soñando- dijo de nuevo disminuyendo el volumen.
Sesshomaru comenzaba a desesperarse, a pesar de que todo indicaba que no se trataba de una amenaza, le resultaba un fastidio tener que lidiar con un súbdito con carencia de cooperación para ser rescatado. Suspiró y volvió a hablar.
-Entenderé su resistencia para identificarse como una amenaza al reino por lo que la ejecutaré en este lugar en este instante…-
-¡MI NOMBRE ES KAGOME HIGURASHI, SOY MAESTRA DE PRIMARIA EN LA ESCUELA NÚMERO VEINTIOCHO EN TOKIO, VIVO CON MI MADRE, MI ABUELO, MI HERMANO Y MI GATO BOUYO, POR FAVOR, NO ME MATES!-
Nota: Hola a todos. Sé que siempre empiezo historias nuevas y nunca acabo las otras que tengo incompletas. Les prometo que continuaré con las demás; tengo escritos varios capítulos pero todavía no he trabajado bien en ellos así que ténganme paciencia por favor. Gracias a los nuevos lectores y espero que les guste esta historia :)