Telas y símbolos
Sesshomaru no pudo dormir en toda la noche pensando en lo ocurrido. Se preguntó sin cesar cómo había sido todo eso posible, que esa joven apareciera de pronto envuelta en un destello dorado, en ese pozo que nadie conocía. Sabía que no era una amenaza pero quería llegar más a fondo sobre su origen; todo era un misterio, sus ropas, su cabello, su manera de hablar y de dirigirse a los demás. La insolencia que la joven había manifestado frente al rey no la había visto antes ni siquiera en enemigos y esa falta de pudor le era completamente desconocida.
-Capitán- dijo uno de sus subordinados por primera vez sorprendiéndolo. El joven soldado se dio cuenta de que había asustado a Sesshomaru pero decidió ignorar esto y proseguir con su diálogo. –Capitán… Ayer dijo que debíamos ir a rendir pleitesía a Su Alteza, ¿cierto?- preguntó el joven soldado con los hombros ligeramente hacia abajo mostrando su sumisión.
-Ah…- respondió con cierta indecisión. Había olvidado por completo aquello pero se puso de pie apoyándose en una de sus rodillas y se mantuvo erguido y seguro frente al soldado. –Agrupa a las tropas- indicó el joven capitán.
En seguida se juntaron los soldados con rostros serios sosteniendo sus armas con honor. Sesshomaru caminó frente a ellos lentamente, como si estuviera inspeccionando cada centímetro de sus gestos. Cerró los ojos y suspiró. –No puedo decirles qué tan dedicado sea el rey pero lo que puedo asegurar es que es nuestro deber ser su escudo sea cual sea el destino de nuestro reino bajo su poder-.
Los soldados observaban con seguridad manifestando su completa devoción a su capitán y asintieron al mismo tiempo mostrando su sincronía como tropas. Salieron de la barraca y caminaron entre los pasillos del palacio, atravesando el jardín en donde el joven capitán se detuvo súbitamente. Extendió el brazo y el resto de los soldados se detuvieron provocando que varios de ellos chocaran unos con otros emitiendo varios sonidos metálicos al rosar sus espadas y alabardas unas con las otras. Sesshomaru caminó a la orilla del estanque donde se encontraba Kagome sentada, extendiendo una de sus piernas que se encontraba al descubierto. Sesshomaru se agitó y gritó desde cierta distancia.
-¡¿Qué cree que está haciendo Higurashi?!-
El resto de los soldados intentaban asomarse para ver lo que pasaba pero Sesshomaru rápidamente giró la cabeza y los miró con ojos mortales, reprimiéndoles desde lejos y en seguida miraron hacia otro lado intentando ocultar su curiosidad con silbidos y pláticas improvisadas. Al mirar a la joven de nuevo ya lo estaba viendo confundida y en seguida él también desvió la mirada hacia otro lado.
-¿Qué CA-PI-TÁN? ¿Ahora qué hice?-
Exasperado, Sesshomaru dejó escapar un respiro y respondió aún sin dirigirle la mirada. –Veo que no manifiesta síntomas por la bebida que ingirió anoche, Higurashi, ¿es posible que aún esté bajo sus efectos?-
-Ah… Sango me dijo que estuviste en mi recámara anoche pero no le creí… y tampoco te creo a ti, de seguro es una broma-
Al escuchar los soldados lo que la joven acababa de decir se escuchó la reacción inmediata y de nuevo su capitán los miró intentando controlar sus oídos indiscretos. Apretó la mandíbula y tragó saliva. –No forma parte de mi carácter perder el tiempo con bromas, como usted dice, Higurashi-
Al ver que la reacción del joven, Kagome comprendió que no mentía y su mente comenzó a resolver las piezas del rompecabezas. Sesshomaru la había visto semidesnuda y la estaba regañando por eso, pero no era él quien debía regañarla sino ella a él. – ¡Wow, wow, es que no tienes vergüenza!- exclamó mientras se ponía de pie. Se llevó las manos a la cintura y comenzó a apuntarlo con su dedo índice. –Antes de que intentes hacerme sentir mal porque me viste en calzones primero déjame decirte que la falta la cometiste tú primero al entrar a mi habitación, en la madrugada y mientras estaba ebria, así que no te hagas el indignado-
Los soldados reían desde lejos al ver a su capitán puesto en su lugar. Sin ver el rostro de Sesshomaru, sabían que se encontraba acorralado con sólo leer su espalda. Por primera vez les tocaba ver semejante escena y sentían que era algo de sólo una vez en la vida. Sesshomaru dio un largo y profundo respiro y por fin hizo contacto visual con Kagome, clavando sus profundos ojos en los de la joven de manera aprehensiva. Se acercó hacia ella y se acercó a sus orejas para que sólo ella pudiera escuchar.
-Higurashi, mi intención era la de tener ojos ciegos después del incidente de anoche; planeaba no mencionarlo ya que fue indecente de mi parte haber si quiera haberlo notado, sin embargo, es imposible proteger su dignidad cuando usted expone su cuerpo de la manera en que lo hace ahorita, no sé…-
-Ah, ¿es por esto?- preguntó señalando sus pantorrillas que tenía al descubierto al haber enrollado sus pantalones un poco más debajo de la rodilla para meter los pies al agua del estanque. -¿Este es todo el alboroto?-
Sesshomaru no contestó y de nuevo miró hacia otro lado. Confundida miró detrás del joven capitán al resto de los soldados quienes se asomaban curiosos pero al ver que la joven los observaba desviaron sus ojos fingiendo ver otras cosas, de nuevo Kagome miró a Sesshomaru quien se negaba a dirigirle la mirada.
-¿Con que así es?- dijo para sí misma negando con la cabeza y riendo. –Escucha Sesshomaru, de donde yo vengo esto es bastante normal pero comprendo lo que dices y sólo porque otras personas parecen estar bastante alteradas voy a cubrir mis piernas, pero no creas que lo hago por ti, porque eres un grosero-. La joven se agachó para arreglar sus pantalones y Sesshomaru miró rápidamente sin que se diera cuenta y pensaba en que jamás había visto a una mujer con tan poco decoro y no lo podía creer. – ¿Ves? Ya está, ahora sí me dejas…- pero antes de que pudiera terminar su frase Sesshomaru ya se estaba dando la media vuelta para reunirse con el resto de los soldados.
Sesshomaru dejó atrás a Kagome y ocupó su lugar al frente de la alineación, sin embargo, los soldados parecían estar más interesados en lo que había sucedido con la joven que con rendirle pleitesía al rey e intentaban buscar la oportunidad para preguntar, pero como siempre, Sesshomaru se encontraba un paso más adelante y detuvo su curiosidad al amenazarlos con asignar al mismo soldado para preparar la cocina de esa noche así que guardaron silencio.
Al llegar a la entrada de la alcoba real, fueron anunciados y se hallaron camino hasta el rey. Sesshomaru al frente encaminaba a sus soldados y al estar frente a InuYasha se pararon con firmeza y determinación, y apoyándose con sus espadas, se hincaron frente a él. El joven monarca se levantó lentamente de su trono sonriendo y caminó frente a Sesshomaru quien mantenía la cabeza agachada mirando al suelo.
-Tsk, ¿están conscientes de que este rey frente al que se encuentran honorando fue considerado un bastardo por el resto de su vida? ¿Ignorado por su propia familia y exiliado hasta la muerte de nuestra previa reina, que en paz descanse, Izayoi? ¿Están dispuestos a rendir lealtad ante un rey del cual no saben nada, que si bien, mañana podría destruir este reino porque no le ha traído nada más que humillación?-
-Su Alteza, estas tropas son sus más fieles súbditos y viven para servirle- contestó Sesshomaru manteniendo la vista hacia abajo.
-Feh. ¿Y bien? ¿Ya encontraste una razón que me convenza sobre mi lugar en el trono, Capitán Sesshomaru?-
-Aún no Su Alteza, al menos no la razón que por fin le quite esos pensamientos inútiles- dijo elevando la cabeza mostrando algo de hostilidad pero no por completo. El gesto que manifestaba no expresaba ni un cuarto de la furia que le provocaban las palabras de su rey.
-¿Y aún si en esa razón, aún con mis dudas y mi resentimiento, tus tropas desean seguirme?- preguntó el joven rey riendo con cinismo.
-¡Alteza!- exclamaron los soldados sin levantar la vista.
-Son sus tropas, Su Alteza- respondió el joven capitán mirando a su rey con determinación.
De pronto la expresión de InuYasha cambió y se tornó un poco más seria. Estaba algo incrédulo ya que no esperaba tal acto por parte de los soldados, en su cabeza estaba esa idea constante de que todos a su alrededor lo rechazaban y lo subestimaban, sin embargo, aunque no podía decir si era genuina la pleitesía de los soldados, al menos por el momento estaba seguro de que los tenía de su lado. Miró a Sesshomaru quien mantenía contacto visual con él y por un instante agradeció que no desviara la mirada como el resto de los miembros del palacio. –Pueden ponerse de pie- dijo dándoles la espalda y sentándose en su trono. -¿Y esa mujer que trajiste ayer, capitán? Me llegó información de que estuviste en sus aposentos durante la noche…-
-Su Alteza, su capitán fue a ella con intenciones de interrogarla- interrumpió Sesshomaru con rapidez, llevándose las manos hacia atrás y alzando la barbilla.
-¿Y bien? ¿Conseguiste información?- preguntó el joven elevando sus pobladas cejas.
-No, Su Alteza- respondió con seriedad.
Los soldados se miraban unos a otros según ellos discretamente pero el joven monarca notó esos intercambios visuales y se enderezó en su trono de pronto sintiéndose curioso y algo emocionado, ya que la vida en el palacio le resultaba sumamente aburrida. –Pues, Capitán, me atrevo a sugerir que sus soldados parecen estar en desacuerdo- dijo señalando al resto de los jóvenes entre risas.
Sesshomaru miró hacia atrás furioso especialmente hacia el General Shippo quien fingió que no lo había notado pero las gotas de sudor que escurrían de su frente indicaban todo lo contrario. El Capitán volvió a mirar a su rey quien esperaba ansioso a recibir la respuesta y por un instante, Sesshomaru miró hacia abajo, sintiéndose derrotado.
-Su Alteza, mis soldados manifiestan su indiscreción al no mostrar completa atención al estar frente a Su Alteza. Realmente es información inútil, nada que comprometa la seguridad del reino- respondió intentando evadir la pregunta de su rey y lograr que abandonara el tema, pero parecía que sería muy difícil conseguirlo.
InuYasha estaba a punto de comenzar su interrogatorio pero fue interrumpido al entrar uno de sus consejeros estrepitosamente a la alcoba. Por instinto, los soldados incluyendo a Sesshomaru sacaron sus espadas y apuntaron en dirección a la puerta ya que nadie entraba a las alcobas del rey sin ser anunciado. Frente a las puntas de las espadas que lo amenazaban se encontraba un joven sosteniendo un pergamino enrollado, serio pero visiblemente nervioso. Inclinó la cabeza y miró directamente a los ojos de InuYasha intentando ignorar la hostilidad de los soldados. –
-Su Alteza, su fiel súbdito y sirviente, Secretario Miroku a su servicio- dijo mientras se hincaba.
El joven rey miró a Sesshomaru indicándole que enfundaran sus espadas. El joven capitán dio el comando y los soldados retiraron sus armas pero sin perder la vista de él. El joven, quien se había identificado como el Secretario Miroku, caminó entre los soldados para encontrarse frente al nuevo rey.
-Alteza, si me permite estar a su lado para comenzar con mis tareas como secretario y consejero de su alteza-
-Permitido- dijo InuYasha con cierta sospecha ya que no lo había visto antes.
Sesshomaru observaba al secretario con cuidado. Poseía las vestimentas del resto de los consejeros y parecía no poseer ninguna arma por lo que bajó un poco más la guardia. Miroku se puso de pie al lado del trono y extendió el pergamino que llevaba en la mano hacia el rey InuYasha quien lo tomó y extendió sobre la mesa que se encontraba frente a él. La sala estuvo varios segundos en silencio hasta que el rey tomó la palabra y miró en seguida a Sesshomaru.
-Capitán, tú conoces este reino mejor que yo, así que dime, ¿qué tan unidos son el reino de las montañas y el reino del oeste?-
-¿Su Alteza?-
-Responde a mi pregunta, Sesshomaru- dijo apoyando el codo sobre su trono.
-No muy unidos, Su Alteza, si bien, no habían mantenido contacto ni siquiera cuando mi padre era Capitán- contestó con sospecha. Evidentemente el pergamino que había recibido de Miroku se trataba sobre el reino de las montañas y se preguntaba exactamente sobre su contenido.
-El rey de las montañas anuncia que vendrá dentro de un mes y planea una audiencia conmigo- dijo InuYasha como si pudiera leer la mente de Sesshomaru. Todos miraban al joven capitán como esperando una respuesta pero el joven capitán se mantenía callado ya que en realidad desconocía de las intenciones del rey de las montañas y no dudó en manifestárselo al rey quien se llevó la mano a la barbilla y asintió. –Bien, supongo que tendremos que estar alertas en caso de que esta visita tenga intenciones hostiles-
-Majestad- dijo Miroku inclinándose ligeramente a InuYasha. –Si me permite recomendarle que se maneje esto con suma discreción; de enterarse en el reino de las montañas que nuestro reino los esperan dispuestos a atacar, sería desastroso- InuYasha miró a Miroku incrédulo, dejó escapar una risa sarcástica y miró a Sesshomaru buscando su opinión.
-Concuerdo con el secretario Miroku, Su Alteza. Debido a la falta de comunicación con nuestros reinos no podemos confiarnos pero tampoco podemos correr el riesgo de recibir un ataque por tener la guardia baja. Yo me encargaré de los detalles en cuanto usted de la orden, Su Alteza-
-Claro- respondió InuYasha una vez que Sesshomaru se había incorporado de su reverencia y con un gesto los liberó de la audiencia.
Los soldados salieron de la alcoba real y rompieron filas hacia sus puestos de vigilancia. Sesshomaru caminó de regreso a las barracas acompañado de su General, Shippo, quien lo miraba expectante. Después de varios minutos el joven capitán se hartó de la mirada insistente de su compañero y se detuvo, mirándolo con hostilidad. –Dígame General, ¿por qué es que prefiere mirar con insistencia a su capitán en lugar de llevar la guardia en alto como debe de hacerlo?-.
-Capitán, disculpe mi intromisión- respondió Shippo mirando hacia el frente, tragando saliva ya Sesshomaru no sonaba muy contento. –Es sólo que, estaba suponiendo si mi superior se encontraba en condiciones de llevar a cabo sus obligaciones en la tropa después de haber sido reprimido por la custodiada- agregó tratando de aguantar la risa lo cual le costó un golpe en la cabeza. Sesshomaru dejó a su adolorido compañero y caminó a lo largo del pasillo molesto por la insolencia del General y decidió no dirigirle la palabra, al menos por el resto del día.
Mientras tanto, Kagome había regresado a su habitación y se sentó en la mesa, pensando en qué podría hacer. Intentó leer los pergaminos que se encontraban en los estantes pero el contenido era demasiado tedioso y técnico, y le costaba trabajo concentrarse ya que sólo podía pensar en cuánto deseaba estar en su casa. Sacó de la bolsa de su chaqueta su celular y se sintió algo aliviada de ver que aún tenía suficiente pila y comenzó a ver las fotos que tenía en la memoria. Pasaba sus dedos para cambiar de fotografía y entre varias fotos de su gato Bouyo, se encontró una foto de varios meses atrás en la que salían ella y su ex-novio, Houjo. La miró por un largo rato y suspiró, preguntándose qué estaría haciendo en ese momento. Estaba a punto de borrarla cuando la puerta se abrió e instantáneamente guardó el celular de nuevo. Afortunadamente se trataba de Sango quien entró con una ligera sonrisa. Se sentó frente a Kagome y colocó sobre la madera ropa.
-El capitán me pidió que te trajera esto- dijo sin despegar la mano que tenía sobre la ropa. –Dijo que seguramente te sentirías más cómoda-
Kagome observó la ropa que Sesshomaru había enviado y giró los ojos. El pensar que alguien estuviera diciéndole qué ponerse le molestaba, sin embargo, ya no se sentía cómoda con la ropa que llevaba puesta ya que estaba sucia por lo que no dijo nada y sólo la tomó. Le sonrió a Sango en señal de agradecimiento y al poco rato se encontró sola de nuevo en su habitación. Desdobló la ropa y observó con atención. Era un yukata sencillo con tela suave pintada de azul y detalles floreados rojos y amarillos. Se quitó la ropa y con cuidado se lo puso. Tomó el obi que era de un color rojo brillante y ajustó el moño al frente, al terminar dio unas pequeñas palmadas en sus caderas. Dobló su ropa sucia y la colocó debajo de su almohada. Se quedó parada frente a la ventana, pensando en cuándo regresaría a su casa y qué estaría haciendo su familia y si la estarían buscando. Miró por la ventana y a lo lejos vio a Sesshomaru acompañado de otro soldado así que salió rápidamente de su habitación para pedirle de nuevo que la llevara al pozo. Corrió lo más rápida que pudo y cuando por fin estuvo frente a él se agachó intentando recobrar el aliento. El joven capitán se detuvo sin hacer preguntas, sólo esperaba firme frente a ella, mirándola perder el aliento.
-Quiero que me lleves al pozo- dijo por fin mientras se enderezaba.
-Higurashi, acérquese- dijo Sesshomaru bajando la vista. Kagome no comprendía pero se acercó lentamente dudosa de lo que el joven planeaba.
Al encontrarse más cerca de él, Kagome se sobresaltó al sentir la mano del capitán en su espalda que la impulsaba hacia él. En pocos segundos se encontraba contra su pecho y de pronto sintió un tirón en la cintura. Rápidamente la joven reaccionó y lo alejó, empujándolo por el pecho. Lo miró furiosa y confundida.
-¡¿Qué carajos crees que haces?!- gritó alterada.
-El obi…- respondió el joven en voz baja, tratando de ocultar su enojo. –El obi, lo llevaba puesto al revés-
-¿Y eso qué tiene?- preguntó Kagome molesta. Ahora resultaba que cualquier cosa, incluso su ropa, sería motivo de regaños.
-La colocación del obi tiene distintos significados; usted lo llevaba al frente- dijo mirándola como si reafirmando con los ojos la joven comprendería sin tener que decir más pero al ver que lo seguía mirando sin captar su indirecta prosiguió. –Higurashi, usted llevaba el obi al frente. Sólo las cortesanas lo utilizan así-
-¿Quieres decir… prostitutas?-
-Hn-
-Ah…- suspiró la joven avergonzada. –Gracias pero no tenías que hacerlo de esa manera- dijo intentando sonar más amable.
-Lo tomaré en cuenta- respondió el joven capitán rompiendo el contacto visual. Caminó pasando al lado de la joven quien lo tomó de la manga y lo detuvo.
-Por favor, llévame al pozo- dijo con seriedad.
-No- respondió sin mirarla y continuó su caminata seguido del otro soldado quien sólo movió ligeramente la cabeza y caminó para alcanzar a su capitán.
-Psht. Si no me lleva tendré que ir yo sola-.